Un
testimonio la verdad no sé muy bien como comenzarlo. Lo único que tengo claro
en mi mente es que Juan es mi lugar en el mundo.
“¿Por
qué Juan es mi lugar?”
La
comunidad Juan el Bautista me abrió sus brazos y me acogió en el momento justo.
En ese momento fue y es “mi cable a tierra”, donde sé que puedo depositar todo,
y entregarme, caminar acompañada de personas de las cuales aprendo día a día.
Es donde puedo ser yo misma, sin miedo ni temor a que me digan. Donde puedo y
quiero poner mi granito de arena.
Juan
es mi sostén y mi motor. Es en el apostolado donde puedo ver ese Cristo vivo
que tanto necesita de todos, en esas abuelas que con una canción, un abrazo,
una oración te devuelven más amor del que podría haber imaginado.
Hoy
hace un año y medio que formo parte de esta gran comunidad, y me sigue
atrapando lo que me atrapo al comienzo: las personas que forman parte de ella y
las abuelas.
Mis
compañeros de comunidad, amigos, hermanos de pedal, simplemente son mucho, son
pequeñas y la vez grandes personas con enormes corazones que me sorprenden
constantemente, con el apoyo, las enseñanzas y el cariño mutuo que compartimos.
Me siento muy privilegiada de poder decir que en ellos encontré amigos, esos
que te sacan una sonrisa cuando más lo necesitas y te corrigen cuando algo
estás haciendo mal.
En
el apostolado esta mi debilidad y mi amor. Es lo que me hizo replantearme quien
estaba siendo yo en la sociedad y cambiar; ser mejor persona. Las abuelas me
enseñan todo el tiempo lo simple y sencillo de la vida, el significado de la
frase “vivir el presente”. Duele mucho ver la realidad en la que se encuentran,
entenderlo y sentir que no podes hacer algo grande para cambiarlo. Un sacerdote
una vez me dijo que “las cosas malas que suceden no es voluntad de Dios, sino obra
humana; la voluntad de Dios está en aceptar eso y hacer algo al respecto, y que
el dolor que siento al no poder hacer algo es el dolor que sintió Cristo en la
cruz”. Pero así también como duele algunas veces, otras nos dan mucha alegría y
satisfacción, el verla reírse, cantar, bailar, la sonrisa de ellas al vernos
llegar al hogar es indescriptible; ver cómo nos esperan y como se entregan y
creen en la oración y en Cristo es suficiente para que siga buscando ser mejor
persona para ellas, tomar la cruz que me toca y cargarla.
Hoy
renuevo mi compromiso con mi comunidad, y elijo seguir formando parte de Juan,
porque Juan es donde quiero seguir practicando la voluntad de Dios, descubrir
lo que me tiene preparado y devolverles lo que tanto me dan.
"Esto
que soy, esto que somos eso te doy".
Romina
Rivero - PM 82