No te
entregues; cuantas veces alentamos a un ser querido, a un amigo, e incluso a un
desconocido a que no aflojen, a que sigan, a aguantar.
Cuantas
veces pasamos por esas situaciones de vida de otros y nuestro corazón se
compadecía y nos faltaban palabras y gestos para ayudar.
Cuantas
veces percibimos el trabajo de Dios en hacernos felices, dignos, libres,
plenos, cuantas oportunidades y situaciones que hubo en nuestra vida para tener
armonía interior, para sentirme bien, para desarmar ese nudo en el estómago,
ese miedo, esa angustia.
Cuantas
veces esperamos la zarza ardiente, la manifestación brillante, esplendorosa y
llena de signos que nos “conmueven” hasta lo más hondo de nuestro ser y lo que
verdaderamente dio resultado siempre, pero siempre, fue lo pequeño, lo simple,
un gesto, una palabra, un ejemplo, un testimonio, lo que escapa a nuestra vista
si no estamos atentos, si esperamos magia.
Dios
podría haberse manifestado en nuestras vidas con signos tremendos, rodeado de
la pompa de los grandes poderes, y lo hizo con el pueblo de Israel rodeado de
grandes imperios; el egipcio, asirio, babilonio o el romano.
Pequeñas
fueron Belén y Nazaret donde Jesús nació y vivió, pequeños los lugares por
donde compartió la vida comunitaria con otros, pequeña e “insignificante” la
cruz donde murió, pequeña e insignificante la tumba donde resucitó.
Pequeño
es el lugar donde se celebrará la vida, el motivador 85, un acontecimiento que
la mayoría de la gente no sabe, pero con una trascendencia muy grande en la
vida de personas y familias.
Las
consecuencias de todos estos lugares y actos pequeños, nos presentan a un Dios
que quiere que nosotros seamos los artífices de nuestra dignidad de hijos y
hermanos.
Como
el hijo que sale de la casa a buscar nuevos horizontes convencido que esa es su
meta y su manera, las consecuencias fueron otras, pero tuvo la valentía de no
entregarse y volver a pensar en su vida, en sus cosas y que está destinado no
solo a ser feliz y digno, sino a compartir sus talentos con otros.
En
estos tiempos de motivadores podremos acercarnos a Jesús, para que inspire el
fervor de la vida en nosotros. La forma en que Jesús se acercaba a las personas
y la fe que ponía en ellas, dicen mucho de su percepción de las situaciones
humanas por las que atraviesa una persona. La fe que Jesús ponía en todas las
personas, sobre todo en las más marginadas de todos los tiempos, era la forma
de animarlos a enfrentar y confrontar sus parálisis, sus cojeras, cegueras, ese
nudo en el estómago.
Él te
invita en estos días a alegrarte nuevamente, a sanarte, a volver renovado al
camino, a continuar proyectos de vida y de Fe. Él te invita de nuevo a subirte
al colectivo espiritual y llegar a un lugar donde vivenciarás de nuevo, a un
Cristo, camino, verdad y vida, volverás a retomar hábitos y esperanzas
compartidas. Buen motivador para vos, hermano palestrista, estés donde estés,
hagas lo que hagas. Unidos en la oración, en la LUCHA LIGADA.