“Señor, hazme un instrumento de tu paz: donde
haya odio, ponga yo amor, donde haya ofensa, ponga yo perdón, donde haya
discordia, ponga yo armonía, donde haya error, ponga yo verdad, donde haya
duda, ponga yo la fe, donde haya desesperación, ponga yo esperanza, donde haya
tinieblas, ponga yo la luz, donde haya tristeza, ponga yo alegría”.
Cuando
tenemos a Jesús en el corazón nutrimos un deseo ardiente de ver a las personas
salvarse. El servicio por los demás no es una opción, no es una elección sino
un deber placentero. Eso debe impregnar nuestra vida. Es por medio del servicio
que aprendemos a servir. Cuando servimos al prójimo, no sólo lo asistimos con
nuestros hechos, sino que también vemos nuestros propios dones y problemas
desde otra perspectiva.
Cuanto más nos preocupamos por los demás, menos tiempo nos queda para preocuparnos por nosotros mismos. Jesucristo nos prometió que “perdiéndonos” en el servicio de los demás lograremos encontrarnos a nosotros mismos.
Cuanto más nos preocupamos por los demás, menos tiempo nos queda para preocuparnos por nosotros mismos. Jesucristo nos prometió que “perdiéndonos” en el servicio de los demás lograremos encontrarnos a nosotros mismos.
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