La vida no es lo que hemos sido, sino lo que anhelamos ser.
Por eso a veces es sensato parar y centrarnos en cómo construir nuestro futuro. O al menos soñarlo un poco. Para esto no hay que quedarse corto, pues será el motor que nos haga ponernos en camino y dar los siguientes pasos sin sucumbir al abatimiento o vértigo que supone siempre cerrar una etapa y comenzar otra.
Lo primero que viene a la cabeza es todo lo que uno deja atrás, la seguridad que te daba aquello que sientes tuyo, la pereza de cambiar todo y reordenar tu vida, el miedo a lo que pueda venir y a que nada vuelva a ser lo mismo…
Pero una vez superada esa crisis inicial te das cuenta de la oportunidad que supone: por fin ha llegado la hora de tirar todos los trastos viejos que te impedían avanzar, de reciclarte y limpiar todas esas esquinas que con el paso del tiempo se van oscureciendo en tu persona. Es tiempo de pensar qué es lo que quieres guardar, para qué te sirve lo que has aprendido hasta ahora, y qué cambiarías.
También es el momento de decidir tu nuevo camino, de organizar tu tiempo con una meta. Pero no una meta ambigua, ni etérea, sino procurando afinar cada vez más. Quizás invirtiendo la pregunta: "¿qué te gustaría que dijeran los demás de tí cuando ya no estés en este mundo?", "¿cómo fuiste, en qué creíste y cuales eran tus ideales y si los llevaste a cabo o al menos lo intentaste?".
Cada cual, según su ego, tendrá una respuesta para estas preguntas si se las hace a si mismo. Empiezo a valorar lo importante que es construir la vida desde hoy mismo y no desde mañana. Pero es el momento ahora de apoyarse en la gente que sabes que siempre está ahí, pues una mudanza sin compañía es un cambio duro, pero trabajando codo con codo se convierte en una experiencia que hace crecer a ambos.
No tendremos ninguna certeza de cómo saldrá, pero es lo que nos hace verdaderamente humanos: el deseo de cambiar y de mejorar para dar un sentido auténtico a nuestra vida. Casiopea
“No temas porque yo estoy contigo;
no te inquietes, pues yo soy tu Dios,
yo te fortalezco y te ayudo,
y te sostengo con mi diestra victoriosa”.
Is 41, 10