El Discípulo debe poner en práctica la enseñanza de Jesús. No basta conocerla con la mente. O confesarla con los labios. Es preciso llevarla a la práctica. Sin ello, la invocación de Dios en la oración se vuelve formalismo vacío.
Acompañamos a nuestros hermanos tanto en las alegrías como en los momentos difíciles. Tu oración, donde estés, como estés, sirve... y mucho.