En el mes que Palestra Tucumán le dedica a San Pablo, encontramos este artículo relacionado son Pablo de Tarso.
El miércoles
8 noviembre de 2006, durante la audiencia general, Benedicto XVI, estuvo
dedicado a recordar la figura del apóstol Pablo, se concentró en «La
centralidad de Jesucristo» como el aspecto más destacado de la vida cristiana
del «decimotercer apóstol», Saulo de Tarso.
Recordando
el encuentro de Pablo con Cristo, de camino a Damasco, adonde iba para
perseguir a los cristianos, el obispo de Roma constató cómo aquel momento
«revolucionó literalmente su vida».
«Cristo se
convirtió en su razón de ser y en el motivo profundo de todo su trabajo
apostólico».
«En sus
cartas, después del nombre de Dios, que aparece más de quinientas veces, el
nombre mencionado con más frecuencia es el de Cristo (380 veces)».
La
historia de aquel apóstol, nacido en la actual Turquía, aclaró, permite
comprender «cómo Jesucristo puede influir en la vida de una persona y, por
tanto, también en nuestra misma vida».
«En realidad,
Jesucristo es el ápice de la historia de la salvación y por tanto el verdadero
punto discriminante en el diálogo con las demás religiones».
«¿Cómo
tiene lugar el encuentro de un ser humano con Cristo? ¿En qué consiste la relación
que se deriva del mismo?».
Pablo,
respondió, «ya no vive para sí mismo». «Vive de Cristo y con Cristo: dándose a
sí mismo».
Esta es
«la nueva orientación que nos ha dado el Señor, que nos da la fe. ¡Ante la cruz
de Cristo, expresión máxima se su entrega, ya no hay nadie que pueda gloriarse
de sí!».
El Papa
ilustró sus palabras con algunas de las expresiones plásticas con que san Pablo
explica esto en sus cartas. «En cuanto a mí --escribe, por ejemplo, en Gálatas
6, 14--, ¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado
para el mundo!».
San Pedro
y San Pablo
La
«identidad cristiana», como enseña el apóstol, se compone de dos elementos: «no
buscarse a sí mismo, sino revestirse de Cristo y entregarse con Cristo, y de
este modo participar personalmente en la vida del mismo Cristo hasta sumergirse
en Él y compartir tanto su muerte como su vida».
«Por una
parte, la fe debe mantenernos en una actitud constante de humildad ante Dios,
es más, de adoración y de alabanza en relación con Él. De hecho, lo que somos
como cristianos sólo se lo debemos a Él y a su gracia».
«Por otra
parte, nuestra radical pertenencia a Cristo y el hecho de que “estamos en Él”
tiene que infundirnos una actitud de total confianza y de inmensa alegría».
En
definitiva, «tenemos que exclamar con san Pablo: “Si Dios está por nosotros
¿quién contra nosotros?”».