Cuando
tanto se habla y se vive de quejas es más necesario que nunca compartir un
grito de coraje, una palabra de alegría, un brindis por todo aquello que es
humano y grande, todo aquello que no se nos puede arrebatar.
Miremos mejor.
Miremos, con atención, porque también hay sueños realizados. Y hay sonrisas
invencibles, y flores que crecen y se abren paso entre los resquicios del duro
cemento.
Miremos a
los rostros arrugados por un millón de sonrisas previas. Miremos a la gente que
vive enamorada, y que hace de la ternura su mejor arma. Y al que encuentra, en
Dios, refugio y hondura. Miremos, juntos al mundo que, vibrante, late con tanta
vida en su seno.
LA MIRADA
LÚCIDA – “Más bien gocen y alégrense siempre por lo que voy a crear; miren, voy
a transformar a Jerusalén en alegría y a su población en gozo”. (Is 65,18)
Cuando uno
mira alrededor es fácil quedarse en titulares. Y, tristemente, los titulares
suelen reflejar las dimensiones más problemáticas de las historias: accidentes,
crisis, violencia, trapicheos…
Sin
embargo, hay tanto bien en torno. Hay tantas personas buenas, generosas,
íntegras. Hay tantos deseos que nos hacen humanos y a la vez nos empujan a
avanzar. Hay tantas posibilidades en nuestras manos… Nosotros somos los
creadores, los alfareros de un tiempo nuevo. Los que llevamos en la entraña la
semilla divina para poder desplegar en este mundo todas sus capacidades. Por
todo eso, hoy, exulta.
Mira con
calma a tu contexto cotidiano. Y busca, en él, todo lo bueno que hay…
EL
ENTUSIASMO CONTAGIOSO – “Cuando recibía tus palabras, las devoraba, tu palabra
era mi gozo y mi alegría íntima. Yo llevaba tu Nombre, Señor, Dios Todopoderoso”.
(Jer 15, 16)
Hay quien
solo contagia amargura o escepticismo. Pero hay, también, quien con sus
palabras, con sus miradas, con sus gestos o con su calma, transmite serenidad,
alegría, ayuda a encontrar motivos y horizontes.
Hay mucha
gente así en la vida. Tal vez no copan titulares ni acaparan portadas. No les
verás desfilando bajo los flashes de los fotógrafos (o tal vez sí). Pero cuando
compartes un rato con ellos, te ayudan a disipar problemas imaginarios. Y te
hacen pensar que la vida es bella y digna de ser vivida, y te ayudan a recobrar
–si acaso lo has perdido- el aprecio por los otros. No es la suya la alegría
vacía o engañada de quien cierra los ojos a la realidad, sino la alegría lúcida
de quien sabe apreciar lo importante. Seguro que conoces gente así.
¿Qué
personas, en tu vida, transmiten esa alegría de vivir?
Pastoral
SJ.