Creer, arriesgar mucho en el camino de la fe. Tomárselo
tan en serio que pongas la vida en ello. Buscar a Dios, aunque todos te digan
que es un intento vano. Hubo épocas en que creer era lo normal, una rutina en
medio de la vida, parte de la inercia de pertenecer a una sociedad donde todo
venía definido en clave cristiana. Ya no es así.
Hoy se cuestiona la fe. Se
ningunea o ridiculiza al creyente. Hoy es más convencional mostrarse
indiferente o criticón que mostrar apertura a una fe o una religión.
Es más fácil
hablar desde tópicos que buscar, en lo profundo, respuestas. Y, sin embargo
merece la pena creer, contracorriente.
AUNQUE NO LO TENGA TODO CLARO “Para ser libres el Mesías
nos ha liberado: manténganse pues, firmes y no se dejen atrapar de nuevo en el
yugo de la esclavitud.” (Gal 5,1)
Merece la pena atravesar las incertidumbres, con una
mirada puesta en lo invisible, y la otra en lo concreto. Merece la pena
reconocer que se nos escapan muchas cosas y, sin embargo, el corazón te dice:
«Él Vive».
Entonces escuchas el evangelio, y descubres que habla de
ti, y de mí, y de tantos otros. La gente te dice: «Pero, ¿todavía vas a misa?»
«¿Rezas?» «¡Por favor!»
Y quieres decirles que sí, que en esa vivencia aterrizada
de la fe hay mucha más hondura de la que intuyen, mucha más pasión de la que se
adivina a primera vista, y que no cambiarías las mil preguntas que a veces te
muerden por un minuto de confortable indiferencia.
¿Qué tiene tu fe de vivir a contracorriente?
NO QUIERO SER UN NIÑO BUENO “No son del mundo, igual que
yo no soy del mundo.” (Jn 17,16)
Hoy «ser un niño bueno» es ser lo que la sociedad espera
de uno. Conformarse, luchar por encontrar un lugar en este mundo, un trabajo,
estabilidad, seguridad. Ver el fútbol los domingos y las series de Fox entre
semana. Leer los best sellers de moda. Opinar sobre política alineándose con
los tertulianos de la cuerda de uno mismo.
Ser original en el
vestir. Ser moderadamente egoísta, que lo contrario es ser tonto. Aceptar,
quizás y en el mejor de los casos, lo heroico de Jesús, sin necesidad de ir más
allá.
Pues bien, me niego. Elijo el vértigo de buscar, de
tratar de ver el mundo invisible bajo los puentes, y la realidad trascendente
más allá de los sentidos. Me va la vida en ello.
¿Qué es para ti no ser un niño bueno?