- LA JUSTICIA DE DIOS - La justicia de Dios nos necesita a nosotros para echar raíz en esta tierra. Esa es una misión increíble.

¿Cuántas personas se han sentido desvalidas, y quizás un poco abandonadas por Dios? ¿Cuántas veces, en el nombre de Dios, unos hombres han pisoteado a otros? ¿Cuántas leyes humanas han querido legitimarse desde Su Santa voluntad?
Y cuántas veces, bajo el paraguas de una justicia injusta, se hiere al hombre y se niega al Evangelio. Así que aquí estamos, nosotros, preguntándonos, una vez más, Señor, qué es justo y qué no lo es; qué quieres para este mundo, y para sus gentes; cómo debemos vivir, y qué importancia tiene vivir de una forma u otra… Y posiblemente todo cambiará el día que comprendamos cuál es tu justicia.

1. LA MISERICORDIA
“Misericordia quiero, y no sacrificios” (Mt 9,13)
Esa es una buena propuesta. La capacidad de intentar comprender cada vida en su complejidad. La intención honesta de buscar lo mejor para cada ser humano. La determinación firme de tratar de ayudar a las personas. La ilusión por ir haciendo del mundo –cerca y lejos- un hogar donde a nadie le falte un trozo de pan, un verso, unas manos amigas y sueños que soñar.
Esa es tu justicia. La que busca formas para que cada quién encuentre su camino. Para que cada persona descubra el tesoro escondido que hace ricos a quienes lo encuentran. Para que cada historia, en la que se entretejen aciertos y errores, rupturas y reconciliaciones, amor y desamor, perdón y dicha, hambre y saciedad, sea una historia digna.
Pienso en alguien con quien tengo problemas, o con quien me llevo mal. ¿Puedo, quizás, intentar entender, respetar, y hasta bendecir –decir bien- a esa persona?

2. TAPEMOS LAS GRIETAS
“Abrir las prisiones injustas, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo...”
Es verdad que a menudo no es fácil. Que hay historias en las que pesa el odio, el dolor, la violencia. Es verdad que a menudo el egoísmo campa a sus anchas por la tierra, y deja detrás vidas rotas. Es verdad que a menudo se echa en falta un poco más de ternura en el mundo. Y que en bastantes circunstancias no estamos muy seguros de si la última palabra la tendrá la vida o la muerte.
Pero en nuestra mano está sembrar, construir, vendar, ayudar a sanar... Porque la justicia de Dios nos necesita a nosotros para echar raíz en esta tierra. Esa es una misión increíble.
¿Dónde, y cómo, trabajo para construir un mundo como el que Dios sueña?