Lo contrario de defensa es ofensa, no ataque. El contrario de ataque, como movimiento, sería el de retirada. Defensa por lo tanto es la acción de permanecer y "aguantar" el chaparrón intentando protegerse en lugar de ofender, en lugar de moverse y dejar descuidado un espacio, o la propia vida.
Creo que es una actitud humilde en tanto que reconoce que hay una fuerza superior contra la que se lucha. De aquí debemos aprender mucho de la vivencia comunitaria de la fe.
Hombres que "defienden" su fe con violencia. |
Pero esta "defensa" nos juega también malas pasadas. Nos han educado para defendernos de muchas cosas, pero como una actitud que nos imposibilita descubrir nuevos mundos, nuevos campos, otras ideas y maneras de pensar y hacer, nos imposibilita muchas veces a nuestra propia felicidad.
Uso aquí la palabra con un cierto parecido a la "desconfianza" en la vida cotidiana, ante aquello que nos espera e incluso frente a personas que en principio nos parecerían muy interesantes. Y llevándolo al extremo, como cristianos "culturales" y "sociológicos" nos sucede con Dios igualmente.
Es entonces cuando esto de estar a la defensiva, se vuelve tibio y peligroso, nos instala en una cierta comodidad hiperprotegidos hasta de nosotros mismos, de nuestros interrogantes, de las llamadas que recibimos al servicio.
Formas, culturales o sociales da igual, que nos invitan a la "defensa" en este mal sentido serían, por ejemplo, la rutina, la "automatización" de ciertas respuestas y comportamientos que no son fáciles de cambiar, la ausencia de una verdadera escucha en la oración y en la vida, o la respuesta cómoda ante los grandes interrogantes que Dios nos plantea.
Tenemos, por lo tanto una Fe llena de frases y actitudes copiadas que no nos permiten ser uno mismo.
Entonces surgen preguntas para la reflexión;
¿De qué te defiendes?, de que desconfías?
Estamos a la defensiva de los llamados de Dios?.
Línea Calasans