Reflexión para la Eucaristía del domingo 1 de julio en
base a; Marcos 5, 21-43
La escena es sorprendente. El evangelista Marcos presenta
a una mujer desconocida como modelo de fe para las comunidades cristianas. De
ella podrán aprender cómo buscar a Jesús con fe, cómo llegar a un contacto
sanador con él y cómo encontrar en él la fuerza para iniciar una vida nueva,
llena de paz y salud.
A diferencia de Jairo, identificado como "jefe de la
sinagoga" y hombre importante en Cafarnaún, esta mujer no es nadie. Solo
sabemos que padece una enfermedad secreta, típicamente femenina, que le impide
vivir de manera sana su vida de mujer, esposa y madre.
Sufre mucho física y moralmente. Se ha arruinado buscando
ayuda en los médicos, pero nadie la ha podido curar. Sin embargo, se resiste a
vivir para siempre como una mujer enferma.
Está sola. Nadie le ayuda a acercarse a Jesús, pero ella
sabrá encontrarse con él.
No espera pasivamente a que Jesús se le acerque y le
imponga sus manos. Ella misma lo buscará. Irá superando todos los obstáculos.
Hará todo lo que puede y sabe. Jesús comprenderá su deseo de una vida más sana.
Confía plenamente en su fuerza sanadora.
La mujer no se contenta solo con ver a Jesús de lejos.
Busca un contacto más directo y personal. Actúa con determinación, pero no de
manera alocada. No quiere molestar a nadie. Se acerca por detrás, entre la
gente, y le toca el manto. En ese gesto delicado se concreta y expresa su
confianza total en Jesús.
Todo ha ocurrido en secreto, pero Jesús quiere que todos
conozcan la fe grande de esta mujer. Cuando ella, asustada y temblorosa,
confiesa lo que ha hecho, Jesús le dice: "Hija, tu fe te ha curado. Vete
en paz y con salud". Esta mujer, con su capacidad para buscar y acoger la
salvación que se nos ofrece en Jesús, es un modelo de fe para todos nosotros.
¿Quién ayuda a las mujeres de nuestros días a encontrarse
con Jesús? ¿Quién se esfuerza por comprender los obstáculos que encuentran en
la Iglesia actual para vivir su fe en Cristo "en paz y con salud"?
¿Quién valora la fe y los esfuerzos de las teólogas que,
sin apenas apoyo alguno y venciendo toda clase de resistencias y rechazos,
trabajan sin descanso por abrir caminos que permitan a la mujer vivir con más
dignidad en la Iglesia de Jesús?
Las mujeres no encuentran entre nosotros la acogida, la
valoración y la comprensión que encontraban en Jesús. No sabemos mirarlas como
las miraba él. Sin embargo, con frecuencia, ellas son también hoy las que con
su fe en Jesús y su aliento evangélico sostienen la vida de nuestras
comunidades cristianas.
Eclesalia