Marcos 10, 17-30 Con esta lectura nos preparamos para la
Eucaristía del domingo 14 de octubre.
Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca
a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema:
"¿Qué haré para heredar la vida eterna?". No le preocupan los
problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto.
Jesús lo pone ante la Ley de Moisés. Curiosamente, no le
recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el
prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía:
"Todo eso lo he cumplido desde pequeño".
Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la
vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora
para que colabore con él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace
una propuesta sorprendente: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes,
dale el dinero a los pobres... y luego sígueme".
El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que
permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero.
Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres.
Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando
en su proyecto.
El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene
fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia
a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja
triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.
Debemos dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los
necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con
dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús
en estos momentos.
Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero:
¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar?
¿En qué invertir?
¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos?
Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más
responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos?
¿Para qué compramos?
¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?
Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de
nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e
instituciones de Iglesia.
No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños
pasos en esta dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo
a hacer la vida de algunos un poco más humana y llevadera.
Si no es así, nos
sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.
Eclesalia