Jesús quiso que los suyos nunca olvidaran lo que había
sido su vida: una entrega total al proyecto de Dios. Se lo dijo mientras les
distribuía un trozo de pan a cada uno: “Esto es mi cuerpo; recuérdenme así: entregándome por uds. hasta el final para hacerles llegar la bendición de
Dios”.
Celebrar la eucaristía es comulgar con Jesús para vivir
cada día de manera más entregada, trabajando por un mundo más humano y quería
que los suyos se sintieran una comunidad.
A los discípulos les tuvo que sorprender lo que Jesús
hizo al final de la cena. En vez de beber cada uno de su copa, como era
costumbre, Jesús les invitó a todos a beber de una sola: ¡la suya! Todos
compartirían la copa de salvación bendecida por él.
En ella veía Jesús algo nuevo: “Ésta es la nueva alianza
en mi sangre”. Celebrar la eucaristía es alimentar el vínculo que nos une entre
nosotros y con Jesús.