ANHELAMOS. Con furia. Con sed. Con pasión o con tristeza.
Con alegría y júbilo. Con incertidumbre. Somos capaces de anticipar historias,
interrogaciones, llamadas. A todas las edades, y en cada una de ellas con
distintos matices.
Con la urgencia de los niños, la impertinencia de los
adolescentes, la intensidad de los jóvenes, la perspectiva de los adultos o la
sabiduría de los ancianos.
PERO DESEAMOS, PORQUE ESTAMOS VIVOS, Y PORQUE SOMOS
CAPACES DE IMAGINAR. Mundos mejores. Vidas mejores. Amores mejores. El anhelo,
el deseo, es también uno de los pilares en los que se sostiene la fe. CREER ES
DESEAR.
MIRAR MÁS ALLÁ – “…por tanto, el deseo de la
Sabiduría conduce al Reino.” (Sab 6,20)
EL DESEO ME AYUDA A ELEVAR LA MIRADA MÁS ALLÁ DE LO
INMEDIATO. Puedo salir de lo cotidiano, de lo más prosaico, y lanzar la vista y
el corazón a lo que aún no está. Se llama esperanza, y anhelo.
Pone en juego la imaginación y la voluntad. Pero es una
mirada necesaria, porque si solo camino con la vista puesta en lo inmediato, en
el hoy, en el aquí y ahora, entonces me faltará perspectiva para encaminar mis
pasos hacia algún lugar que merezca la pena.
¿Qué deseas, pensando en el largo plazo?
¿A qué aspiras en la vida y en las relaciones de hoy?
AMOR – “Grábame como un sello en tu brazo, como un sello
en tu corazón, porque es fuerte el amor como la muerte, es cruel la pasión como
el abismo; es centella de fuego, llamarada divina.” (Ct 8,6)
Un deseo universal. Un anhelo que está inscrito en
nuestro ADN.
QUERER Y SER QUERIDOS. Tener alguien para quien seamos
importantes. Poder descansar en otros brazos, que otras palabras nos saquen del
silencio cuando muerde. Que otras manos enjuaguen nuestras lágrimas. Que otros
ojos nos vean con ternura.
AMOR QUE FORMA PARTE DE TODAS LAS VIDAS, QUE VA FORJANDO
VÍNCULOS INDESTRUCTIBLES. Que es fuente de nuestras mayores alegrías y nuestros
más duros golpes. Amor que es tan esencial a nosotros mismos, que si estamos
hechos a imagen de Dios eso solo puede significar que Dios es amor.
¿Amas hoy?