Con la lectura de Marcos 10, 35-45, y su reflexión, nos
vamos preparando para la Eucaristía del domingo 21.
Mientras suben a Jerusalén, Jesús va anunciando a sus
discípulos el destino doloroso que le espera en la capital. Los discípulos no
le entienden.
Andan disputando entre ellos por los primeros puestos.
Santiago y Juan, discípulos de primera hora, se acercan a él para pedirle
directamente sentarse un día "el uno a su derecha y el otro a su
izquierda".
A Jesús se le ve desalentado: "No saben lo que piden".
Nadie en el grupo parece entender que seguirle a él de cerca colaborando en su
proyecto, siempre será un camino, no de poder y grandezas, sino de cruz y resurrección.
Mientras tanto, al enterarse del atrevimiento de Santiago
y Juan, los otros diez se indignan. El grupo está más agitado que nunca. La
ambición los está dividiendo. Jesús los reúne a todos para dejar claro su
pensamiento.
Antes que nada, les expone lo que sucede en los pueblos
del imperio romano. Todos conocen los abusos de Antipas y las familias
herodianas en Galilea. Jesús lo resume así: Los que son reconocidos como jefes
utilizan su poder para "tiranizar" a los pueblos, y los grandes no
hacen sino "oprimir" a sus súbditos. Jesús no puede ser más tajante:
"Ustedes, nada de eso".
No quiere ver entre los suyos nada parecido: "El que
quiera ser grande, que sea su servidor, y el que quiera ser primero, que sea
esclavo de todos". En su comunidad no habrá lugar para el poder que
oprime, solo para el servicio que ayuda. Jesús no quiere jefes sentados a su
derecha e izquierda, sino servidores como él, que dan su vida por los demás.
Jesús deja las cosas claras. Su Iglesia no se construye
desde la imposición de los de arriba, sino desde el servicio de los que se
colocan abajo. No cabe en ella jerarquía alguna en clave de honor o dominación.
Tampoco métodos y estrategias de poder. Es el servicio el que construye la
comunidad cristiana.
Jesús da tanta importancia a lo que está diciendo que se
pone a sí mismo como ejemplo, pues no ha venido al mundo para exigir que le
sirvan, sino "para servir y dar su vida en rescate por muchos".
Jesús no enseña a nadie a triunfar en la Iglesia, sino a
servir al proyecto del reino de Dios desviviéndonos por los más débiles y
necesitados.
La enseñanza de Jesús no es solo para los dirigentes.
Desde tareas y responsabilidades diferentes, hemos de comprometernos todos a vivir
con más entrega al servicio de su proyecto. No necesitamos en la Iglesia
imitadores de las actitudes de Santiago y Juan, sino seguidores fieles de
Jesús. Los que quieran ser importantes, que se pongan a trabajar y colaborar.
Eclesalia.