"Mi alma canta la grandeza del Señor”
El pertenecer a una comunidad Misionera es una gran responsabilidad, mas cuando uno es nuevo y mucho no se sabe de lo que es realmente la Misión y lo que significa llevar la palabra de Dios. Pero ahí estaba luego de mi PM, en la primera reunión de inicio para la preparación de la Misión de enero, perseverando en Saulo, en esos días predisposición no faltó, las ganas de saber, las ganas de compartir, de aprender, de contagiarme de los misioneros era tan grande que casi cumplía mi asistencia perfecta de todos los sábados… creía estar lista para misionar, solo tenia que esperar hasta el 5 de enero…
Dejar a mi familia, soportar aquellos no, los cuales me provocaban dudas, y cada vez era peor, era muy difícil, recurría seguido al apoyo de mi comunidad, y a pesar de que me preguntaba por que tantos NO, sabia que debía estar ahí y no dejarme llevar por eso, fui casi de las ultimas en decir voy a la Misión, cuanto influyen las tentaciones no?... pero grande es el Señor…
Sin pensarlo estaba ahí, en mi gran Misión. Iba a participar de eso que era importante, de eso que me hacia importante, las dudas, las inseguridades, los miedos ya no estaban solo me encontraba con gente igual a mi, con el mismo objetivo, con el mismo amor a Dios y a los otros. Estaba segura que sin duda iban a ser los mejores días de mi vida…
No sabia en si lo que era Misionar, estaba predispuesta a seguir las instrucciones para llegar a serlo: apertura de corazón, entrega, mucho amor, paciencia, oración, respeto, responsabilidad, humildad, predisposición, diversión, confianza, esperanza, fe… un sin fin de “cosas” que forman a un misionero… si bien había tenido mi primera misión de un día, pero nada se comparo con lo vivido después…
La llegada al pueblo (como olvidarla) la energía de los misioneros, los cantos, las bromas, esa felicidad sana, llenos de vida, me daban pilas para saltar y gritar con ellos… como se podía estar callado o hasta quieto si con solo verlos te daban ganas de cantar bien fuerte como ellos… quizás el cantar tan, tan fuerte Dios nos escucharía mas?… así empezaba la misión… con ese entusiasmo que no paro en todos esos días…
El salir a las casas y ver un poco la realidad fue duro, me encontraba en un pueblo donde había que convivir con los problemas sin solución de gente que unido al sacrificio de dormir en el suelo, de bañarse no en duchas como en las casas, de tener todos los brazos con picaduras de mosquitos, que para mi era nuevo… quizás me preguntaba si podría soportar mas cosas; y si, las soportaría… pero esto era lo que me toco a mi en esta misión y hasta creo que hubo una transformación en mi, ya hasta amaba esa vida por que todo lo que en mi significaba un sacrificio era poco a la par, del estar al lado del Señor y a su servicio…
Mi encuentro con mi Dios… creo que esta Misión me hizo dar cuenta de cuanto Dios me amo y cuanto regalos me dio: inteligencia, alimentación, comodidad, educación, salud, amigos sanos, familia y la Fe; me hicieron pensar en dejar un poco algunas de esas cosas y ayudar con ellas a los demás, creo que todo me fue dado para poder dar a los que no tienen, por que encontré que mi felicidad esta en dar…
La gente de allá no tenían nada, pero a la vez se encontraban tan llenas de todo… nos abrían las puertas de sus casas, nos daban de comer lo que tenían pero lo mas importante es que nos recibían y hablaban con nosotros, de sus historias, y así llegaba a la conclusión de que eran personas sencillas pero que tenían una gran generosidad, que hasta yo misma no la tenia y ahí estaba Dios, en cada una de esas familias estaba Él, para enseñarme, para mostrarme lo que Él quería que yo viera, y el amor q nos entregaron en cada casa, no puedo explicarlo, no puedo definirlo es único y creo que hay que vivirlo para sentirlo…
Leer una lectura, compartirla, el solo hecho que querer escucharla de tener su corazón abierto hacia ellas y yo poder de un modo ser su conexión hacia la palabra de Dios, el rezar un rosario, y su forma de creer en ese rezo y a las horas de las intenciones ver como ellos confiaban tanto en esa oración, era muy lindo, de una manera sentía que estaba ayudando a esas personas y ya era feliz…
Hubo días en la Misión que sentía inmensas ganas de rezar. Quizás de esa manera podría tener una conversación mas cercana a Dios y a nuestra mama María, con ellas podía agradecerle por lo vivido, pedir perdón por el tiempo perdido, pedirle ayuda para saber lo que era hablar con la gente, querían comprender el porque de tanta generosidad en esas personas…
Creo que todo lo que tengo por fuera no me llena, al revés, puede hasta lastimarme. Solo Dios tiene el poder de llenarnos y hacernos rebalsar de felicidad y Amor. Él es el único que nos puede enseñar a ser como esa gente: sencillos, alegres, muy generosos y llenos de felicidad, Él es el único.
Pertenecí al área jóvenes en esta misión, que grande mi equipo… y que grande los jóvenes del pueblo que apertura de alma, creo que me llevo lo mejor de ellos, que aprendí a valorarme hasta yo misma, aprendiendo cosas de ellos y estoy infinitamente agradecida a Dios por haberme puesto en ese lugar porque Él también ya había pensado en eso y si, aquí también su mensaje fue bien recibido.
Cuando sentía que los días se pasaban y que la Misión se había ido, como explicarles el vació de saber que debía volver de nuevo al mi vida, de ya no vivir con mi comunidad, de estar de nuevo en casa, de volver a retomar mis obligaciones… de volver a estar tentada… pero creo que es un lucha constante… me llevo el amor de Dios, el saber que esta a mi lado mas que nunca, lo sentí allá y sé que Él está a mi lado.
Me regalo el estado de gracia que me hace más fuerte a todo y el recuerdo de lo vivido, que no se si logro expresarlo en este escrito… todo pero todo hace que luche por lo que elegí cuando dije AQUÍ ESTOY SEÑOR, YO TE SIGO.
“… La alegría en mi era tan intensa y tan profunda que ya no pude contener las lagrimas. Si el hombre no puede comprender que, cuando el paraíso se derrama en su corazón, este corazón afligido, exiliado, débil y mortal, no lo puede soportar sin llorar. Confía en Dios y agradecerle siempre y por todo, y, obrando de esta manera, desafiaras y vencerás todas las iras del infierno…” Padre Pio. “Todo es posible, para aquel que cree en el Señor”
Flor Avellaneda - PM 78 - Comunidad Misionera Saulo. Tucumán.
“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”… con este envío comenzábamos en septiembre a prepararnos para la Misión 2011, ni nos imaginábamos todo lo que Dios nos tenía preparado. Bajo el lema “Sagrada Familia, escuela de valores” transitamos este camino de 3 meses, en donde nos formamos, crecimos y en donde Dios nos moldeaba el corazón para llevar su mensaje.
Como comunidad era todo tan familiar pero a la vez tan nuevo, porque teníamos muchos nuevos integrantes y a la vez nos faltaban “los locos de siempre”; sin embargo el Señor nos fue haciendo cada vez más hermanos, cada vez más cercanos. Aprendimos a tener a la familia de Nazaret como modelo para nuestras familias y como ejemplo de lo que queremos en un futuro…
Pasaron las semanas y al fin llego nuestro esperado 5 de enero. Al fin llegaba el momento en donde todo por lo que habíamos trabajado y nos habíamos preparado empezaba a concretarse; como me gusta decir “ahí terminaba yo y empezaba Dios”, es decir, ya habíamos hecho todo lo que nos correspondía, en ese momento comenzábamos a ser más instrumentos que nunca, nos abandonábamos a la Voluntad de Dios para esta misión...ese 5 de enero hacia mucho calor pero sin embargo a las 16.30 hs ya estábamos todos cargando el camión para partir a Nuestra Gran Misión...La oración fue nuestra mayor arma en todos esos días, por eso antes de partir hicimos un gran circulo con toda la gente que nos acompañaba y dimos comienzo a la misión de la mejor forma: rezando. Nos despedimos y partimos con el corazón lleno de alegría por todo lo que se venía.
Entramos al pueblo, como es tradición en Saulo, cantando, es nuestra manera de agradecer a Dios por una nueva oportunidad de servirle. En lo personal, llevaba en mi corazón una sola frase “cinco panes y dos pescados”, se preguntaran ¿por qué?, la respuesta es esta: hablando con un sacerdote antes de ir a la misión le compartía mi temor por este nuevo servicio que el Señor me pedía y él me dijo esta frase “cinco panes y dos pescados”.
Yo lo mire y él me dijo: ¿conoces esta cita? -le dije si-. Entonces me dijo: lo único que los discípulos tenían en ese momento para alimentar a tanta gente era eso y el Señor se encargó de multiplicar. Lo mismo pasa con nosotros, esos cinco panes y dos pescados es todo lo que tenemos, todos nuestros dones y capacidades, cuando se las entregamos al Señor Él se encarga de multiplicar…y con esa tranquilidad comencé la misión…
Son tantas las sensaciones que uno tiene al comenzar una nueva misión: es la ansiedad de ver a la gente, de compartir con ellos la simpleza de sus vidas, la alegría de recibirlos en nuestra casa (la escuela) y la emoción de preguntarnos con que nos sorprenderá Dios, y como siempre nos maravilla con las cosas más hermosas, nos llena de caricias el alma.
Con todo eso en el corazón salimos el primer día: es imposible relatar con palabras lo que es estar caminando de nuevo por esa calle, uno siente que el corazón le va a “explotar” de felicidad, y por la tarde recibir a la gente en la escuela, ver a los niños cantando y jugando, emocionados con la llegada de Los Reyes Magos, a los jóvenes compartiendo su frescura y su espontaneidad y a los adultos en la simpleza de un mate y de la charla amena pero profunda.
Son recuerdos que por siempre quedan grabados en la memoria. Así pasaron los días, llego la lluvia también que no nos dejaba salir, pero eso nos sirvió para conocernos más y crecer como comunidad, porque eso también lo quería Dios.
Cada día que pasaba sentía con más fuerzas la presencia de Dios en ese pueblo, era sentirme plena por las cosas que vivía en cada casa, salir al camino, encontrarme con mis compañeros de comunidad y volver rezando o cantando a la escuela y hacer eso perfecto llegando al Santísimo, darle gracias con lágrimas en los ojos y una gran sonrisa por todo lo vivido.
Hay cosas que uno experimenta que son imposibles explicarlas, no existen palabras para expresar lo que se siente haber sido llamado a esto, haber sido llamado a la vocación del misionero. Gracias Dios por esto.!!!
María, la Santísima Virgen, como nos acompañó a cada momento, se hizo más presente que nunca… con el Rosario, lo rezamos cada día como comunidad y pudimos compartirlo en las casa también, porque la gente nos pedía aprender a rezarlo.
Mamá María nos cubrió con su manto, en cada una de las cosas que vivíamos vimos su presencia… “La Doña” como me gusta decirle, fue nuestro refugio y a quien recurrimos mediante el rosario en cada situación. Definitivamente una misión muy mariana, María como mediadora para llegar a Cristo, en los temores, en las alegrías, en las dudas siempre estuvo ella.
Con los niños compartimos la dulzura y la simpleza con la que jugaron, con la que armaron un pesebre con lo que tenían; la hermosa imagen de verlos pintando en el oratorio. Pero sin lugar a dudas lo que nos marco fue que nos recordaron a todos que somos los niños de sus ojos, cuando de pronto entre las voces de todos se escuchó su canto dulce y puro “Yo soy tu niño, el niño de tus ojos… te amo más que a mi vida, te amo más que a mi vida…” realmente emocionante.
Los jóvenes, que decir de los jóvenes?, ojala todos los jóvenes del mundo pensaran como ellos. Las ganas de hacer las cosas bien, de cambiar el mundo, de mejorarlo… Con ellos hablamos de todo: de la familia, del noviazgo, del aborto, de las adiciones y del valor de la vida, entre otras cosas… las charlas, las bromas, las risas, la sinceridad, las preguntas y el llanto, en todo eso se manifestó Dios.
Les mostramos que hay un Padre que los ama y que los espera siempre, un Dios que te cambia la vida. La imagen que tengo grabada en mi corazón es la de verlos a todos en el oratorio sentados con la mirada fija en el Santísimo, perdidos en la simpleza del Señor, con la total certeza de que Él estaba ahí y que los escuchaba.
Los mayores, la gente con experiencia, que hermoso fue verlos compartir todo con un mate y galletitas; cada uno con su historia y con su particularidad. En ellos pudimos ver como Dios se manifiesta en cada ser: había personas enfermas, con andador, casi sin vista, que ni podían caminar, una mujer embarazada, personas de otra religión; todos estaban allí, escuchando lo que Dios les quería decir, y que sus charlas y el compartir experiencias terminara con una oración frente al Santísimo, eso no tiene precio.
Y el terminar cada masiva con una gran ronda de todos los que habían participado rezando, eso si es impresionante, escuchar las voces de todas las personas con diferentes edades, rezando muy pero muy fuerte para que llegue su oración hasta Dios, te hace poner “la piel de gallina”… en eso también se ve a Dios.
Como resumen de todo lo vivido les puedo decir que volvimos a ser niños, a disfrutar y a jugar con su simpleza, aprendimos la importancia de la sonrisa, de ser los payasos de nuestras vidas; que cuando estábamos felices o con miedo, igual que los niños a quien primero recurrimos fue a Mamá María; y que la oración y el Santo Rosario son una de las armas más poderosas con las que contamos como comunidad.
Sin embargo me quedo con algo muy grabado en el corazón: en la misa de cierre de misión, al momento de comulgar, eran tantas las personas que se acercaron a recibir a Cristo Eucaristía que no alcanzaron las hostias y tuvimos que sacar hasta la que teníamos en el Santísimo, cual fue muestra conclusión de esto: que el Señor quería quedarse en el pueblo, con cada persona, sabía que los misioneros lo podemos tener cuando queramos porque basta con ir a una Iglesia, pero que la gente del pueblo no tiene esa facilidad, así que decidió quedarse con cada uno, en la forma más hermosa, en la Eucaristía.
Volvimos a nuestras casas con la nostalgia de todo lo vivido, con la inmensa felicidad de ser testigos de las maravillas del Señor, con la alegría de haber participado de los milagros de Dios. Volví con el cansancio del deber cumplido, del saber que había dado todo lo que tenía y que Dios lo había multiplicado… eso que soy, eso te doy.
Con la certeza de que esto es lo que quiero para mi vida, que esta es mi vocación, reconfirmando cuales son mis armas para pelear el buen combate de la fe en mi 4° día: la oración, la Eucaristía y mi comunidad; esas son las cosas que me van a recordar siempre que el centro de todo esto es Él, que Cristo es mi meta y que María, bajo la advocación de Guadalupe, es mi fiel protectora; y con la fuerza para seguir anunciando a Cristo camino, verdad y vida en cada uno de mis ambientes porque. “Sera la calle nuestra trinchera y la alegría un arma más”. Un abrazo enorme en Nuestro Señor Jesucristo.
Pame Catan - PM 72 - Comunidad Misionera Saulo – Tucumán.