Hace unas semanas estuvimos en un Taller de la Comisión Fe, y entre muchas cosas hablamas y reflexionamos sobre la Carta Pastoral del Obispo para este año. Sacamos de su carta:
- He escrito esta Carta con la intención de ayudar a las diversas comunidades de la Diócesis a examinarse a la luz de la Palabra de Dios. Por eso esta Carta debe trabajarse comunitariamente.
- La Iglesia es comunidad para evangelizar y, recíprocamente, el término de la evangelización es la entrada en la comunidad y la revitalización de la misma vida comunitaria.
- ...el sujeto que evangeliza es la comunidad. Esto significa que es la comunidad la que catequiza ( y no solamente los catequistas). Es la comunidad la que ejercita la caridad hacia los pobres (y no solamente los voluntarios de Caritas). Es la comunidad la que celebra la liturgia (y no solamente algunas personas encargadas de esta área) Esto nos debe llevar a revisar muchas cosas de la vida de nuestras comunidades.
- Toda comunidad tiene su modelo en las primeras comunidades como nos muestra el libro de los Hechos de los Apóstoles. Reproducir fiel y creativamente la vida de estas comunidades es hoy necesario a cada una de las comunidades. ”La Nueva Evangelización, nos dice el Papa, está destinada a la formación de comunidades eclesiales maduras”
- Cada comunidad dará gracias a Dios por lo que tiene y recogerá e incorporará a sus vidas comunitarias aquellos rasgos más descuidados. Unas comunidades, más replegadas, necesitarán descubrir con mayor claridad y fuerza su vocación misionera. Otras, el cuidado de la oración comunitaria, o el carácter comunitario y festivo de las celebraciones, o la atención a los pobres.
- La comunidad inmediata, es la formada por un grupo reducido de personas, que permite los vínculos interpersonales intensos. En esta comunidad el sentido de pertenencias es vivo y fuerte. Es saludable para la fe eclesial. Pienso en un grupo de catequistas, o de un movimiento, o de una capilla. Su riesgo consiste en la dificultad para abrirse a la comunidad mayor (parroquial, decanal, arquidiocesana, universal).
- La comunidad menor: En tercer lugar viene la comunidad concreta, con ella compartimos lo cotidiano, la comunidad de las personas con las que convivimos: la parroquia, la capilla, el colegio, el movimiento, son todas células que deben manifestar vitalmente que nacen de la Diócesis y reciben de la misma su capacidad evangelizadora y santificadora.
- Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización insisten en la “acogida cordial”, es decir, “con el corazón”, cálida, cariñosa.
-“Solo renovándose logrará darlo todo: acogida cordial....
-“Todos los bautizados tienen derecho a encontrar en su parroquia una comunidad que los acoja, y les brinde una efectiva y afectiva ayuda fraterna”.
-“Debemos motivar a nuestras comunidades para que renueven su capacidad de acogida...”
-“Es responsabilidad de la comunidad eclesial no sólo atender a la formación de sus miembros, sino también acogerlos en un ambiente donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido”.
- El mundo de los católicos alejados debe sacudir nuestra conciencia eclesial. La acogida es la primera actitud pastoral a tomar. En medio de una sociedad acostumbrada a la acogida desganada del funcionario, la acogida evangélica, predispone favorablemente los espíritus hacia la Iglesia.
- La acogida evangélica se manifiesta en la actitud cercana, en la escucha atenta, en la entrega generosa de nuestro tiempo. Hay que tener ternura, cariño, comprensión hacia el pueblo creyente. El pueblo sencillo detecta la frialdad, la lejanía del evangelizador. No se puede evangelizar sin el cariño o la ternura de un padre o de una madre.
- La Iglesia sabe que la coherencia entre fe y vida no se logra sino en el ejercicio de la caridad. Pues, el segundo mandamiento del amor al prójimo es complementario del primero, quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.
Debemos fortalecer la solidaridad en nuestras comunidades. “Cada parroquia, cada institución, cada comunidad, cada movimiento... debe hacerse cargo, en presencia de Jesucristo, del sufrimiento de su hermano: debe hacerse “prójimo” de quien más lo necesite... se trata de poner en marcha, de las maneras más diversas y creativas, las exigencia del mandamiento del amor”
- ¡Que responsabilidad! Esa mayoría de no practicantes, es la “verdadera tierra de misión” de la Nueva Evangelización. Aunque distanciados son hijos de la Iglesia, le pertenecen. A ellos tenemos prioritariamente que atender en nuestra pastoral. Por eso a estos fieles poco catequizados, poco evangelizados, no lo debemos censurar ni marginar, sino “acogerlos cordialmente” y salir a buscarlos como el pastor de la parábola.
Pablo Muttini, escribió al respecto de la Evangelización y la Comunidad esto, que ponemos en la mesa del bien común: “Una señora adinerada decidió compartir sus bienes con los que menos tienen.
Convencida de que la educación es la solución a los males sociales, compró un enorme cargamento de muebles y útiles escolares y sin pensarlo, se encaminó hacia el norte en busca del pueblito más pobre.
Consultando con los lugareños, todos le indicaron el mismo paraje: un caserío con muchas familias y gran cantidad de chicos.
Llegó,y lo primero que hizo fue parar el camión frente a la escuela y junto con sus dos acompañantes, comenzó a bajar las cajas prolijamente para dar inicio al reparto.
El maestro, que había visto el movimiento, apenas pudo salir apretujado entre la multitud de chicos que corrieron como una bandada hasta la vereda.
En minutos, decenas de chicos estaban alrededor del vehículo ansiosos por ver el contenido de las cajas.
La señora se presentó con el maestro y le preguntó si podía hacerles una donación, a lo que el maestro contestó que sí.
Cuando abrió la primera caja el murmullo se fue acallando.
A la segunda, casi un silencio total. La tercera selló el mutismo.
La señora, sorprendida le preguntó al maestro qué pasaba que los chicos miraban los útiles con cara triste, y el maestro le respondió:
-Señora, es que estos chicos no comen....
El retruque fue instantáneo:
-A no no, eso si que no...¡muy mal! ¡para el que no come no hay regalo!”
Es solo un cuento. Nada más. No se inquieten... Lo cierto es que las diferencias son tan abismales entre los mundos que en la mayoría de las ocasiones prácticamente no nos entendemos.
Mundos distintos que nos hacen diferentes.
Nos separan y rotulan de modo tal que, es imposible que lleguemos a entendernos. ¿Queremos evangelizar? ¡Sí, es nuestra misión! Pero ¿sabemos hablar un idioma común?... muchas veces no.
Y hay algo más grave, tampoco estamos dispuestos a compartir demasiado. Por más que nos consideremos hermanos, tenemos que asumir que hay hermanos de primera y hermanos de segunda. Hermanos legítimos y hermanos ilegítimos. ¿no?, bueno, hagamos una prueba en casa, en nuestras comunidades parroquiales y fijémonos a quienes llamamos “comunidad”.
Si “comunidad” para nosotros son TODAS las personas que de cualquier modo participan en la vida parroquial y su irradiación al barrio, vamos bien, ahora, si “comunidad” somos los habitué de las misas, los voluntarios y que colaboran de distintas formas... vamos mal; seguramente en esa parroquia hay dos puertas: una grande, de madera lustrada, bien grande para entrar a la capilla, y otra, un poco más alejada, de chapa medio mal pintada, para recibir a los pobres en horarios específicos y con fines acotados y también específicos.
Si se da este caso. Antes de salir a misionar hay que misionar en casa, y misionar mucho, porque es signo de que aún esgrimiendo las mejores intenciones, tenemos que volver a leer el Evangelio para encontrar el error.
Que “nuestros pobres” no participen del banquete, habla de un error. Que los bienaventurados de Jesús, queden afuera, habla de un error. Que en nuestras catequesis parroquiales no estén integrados los 100, 200 o 1.000 chicos del merendero, habla de un error.
¿qué no pasa en todos lados?... gracias a Dios.
¿qué en mi parroquia no pasa?... gracias a Dios.
Pero que en la sociedad pasa y pasa muchísimo más de lo que debería, no hay duda.
Tenemos que buscar caminos de encuentro. Tenemos que compartir la vida y compartir con los bienaventurados las mesas y las misas, el canto y el llanto, la alegría y el dolor, para que ellos, nos cuenten quién es Jesús. Sólo así podremos llamarnos comunidad. Y quién nos dice, quizás, entre medio se van creando lazos y derribando muros.
Quizás algún día, recibamos la gracia para poder llamarnos “hermanos”, pero hermanos en serio. Crear auténticas comunidades cristianas es un paso fundamental para la evangelización. Revisemos. Intentemos. Celebremos.
Por Pablo Muttini - www.san-pablo.com.ar – Revista On Line
- He escrito esta Carta con la intención de ayudar a las diversas comunidades de la Diócesis a examinarse a la luz de la Palabra de Dios. Por eso esta Carta debe trabajarse comunitariamente.
- La Iglesia es comunidad para evangelizar y, recíprocamente, el término de la evangelización es la entrada en la comunidad y la revitalización de la misma vida comunitaria.
- ...el sujeto que evangeliza es la comunidad. Esto significa que es la comunidad la que catequiza ( y no solamente los catequistas). Es la comunidad la que ejercita la caridad hacia los pobres (y no solamente los voluntarios de Caritas). Es la comunidad la que celebra la liturgia (y no solamente algunas personas encargadas de esta área) Esto nos debe llevar a revisar muchas cosas de la vida de nuestras comunidades.
- Toda comunidad tiene su modelo en las primeras comunidades como nos muestra el libro de los Hechos de los Apóstoles. Reproducir fiel y creativamente la vida de estas comunidades es hoy necesario a cada una de las comunidades. ”La Nueva Evangelización, nos dice el Papa, está destinada a la formación de comunidades eclesiales maduras”
- Cada comunidad dará gracias a Dios por lo que tiene y recogerá e incorporará a sus vidas comunitarias aquellos rasgos más descuidados. Unas comunidades, más replegadas, necesitarán descubrir con mayor claridad y fuerza su vocación misionera. Otras, el cuidado de la oración comunitaria, o el carácter comunitario y festivo de las celebraciones, o la atención a los pobres.
- La comunidad inmediata, es la formada por un grupo reducido de personas, que permite los vínculos interpersonales intensos. En esta comunidad el sentido de pertenencias es vivo y fuerte. Es saludable para la fe eclesial. Pienso en un grupo de catequistas, o de un movimiento, o de una capilla. Su riesgo consiste en la dificultad para abrirse a la comunidad mayor (parroquial, decanal, arquidiocesana, universal).
- La comunidad menor: En tercer lugar viene la comunidad concreta, con ella compartimos lo cotidiano, la comunidad de las personas con las que convivimos: la parroquia, la capilla, el colegio, el movimiento, son todas células que deben manifestar vitalmente que nacen de la Diócesis y reciben de la misma su capacidad evangelizadora y santificadora.
- Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización insisten en la “acogida cordial”, es decir, “con el corazón”, cálida, cariñosa.
-“Solo renovándose logrará darlo todo: acogida cordial....
-“Todos los bautizados tienen derecho a encontrar en su parroquia una comunidad que los acoja, y les brinde una efectiva y afectiva ayuda fraterna”.
-“Debemos motivar a nuestras comunidades para que renueven su capacidad de acogida...”
-“Es responsabilidad de la comunidad eclesial no sólo atender a la formación de sus miembros, sino también acogerlos en un ambiente donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido”.
- El mundo de los católicos alejados debe sacudir nuestra conciencia eclesial. La acogida es la primera actitud pastoral a tomar. En medio de una sociedad acostumbrada a la acogida desganada del funcionario, la acogida evangélica, predispone favorablemente los espíritus hacia la Iglesia.
- La acogida evangélica se manifiesta en la actitud cercana, en la escucha atenta, en la entrega generosa de nuestro tiempo. Hay que tener ternura, cariño, comprensión hacia el pueblo creyente. El pueblo sencillo detecta la frialdad, la lejanía del evangelizador. No se puede evangelizar sin el cariño o la ternura de un padre o de una madre.
- La Iglesia sabe que la coherencia entre fe y vida no se logra sino en el ejercicio de la caridad. Pues, el segundo mandamiento del amor al prójimo es complementario del primero, quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.
Debemos fortalecer la solidaridad en nuestras comunidades. “Cada parroquia, cada institución, cada comunidad, cada movimiento... debe hacerse cargo, en presencia de Jesucristo, del sufrimiento de su hermano: debe hacerse “prójimo” de quien más lo necesite... se trata de poner en marcha, de las maneras más diversas y creativas, las exigencia del mandamiento del amor”
- ¡Que responsabilidad! Esa mayoría de no practicantes, es la “verdadera tierra de misión” de la Nueva Evangelización. Aunque distanciados son hijos de la Iglesia, le pertenecen. A ellos tenemos prioritariamente que atender en nuestra pastoral. Por eso a estos fieles poco catequizados, poco evangelizados, no lo debemos censurar ni marginar, sino “acogerlos cordialmente” y salir a buscarlos como el pastor de la parábola.
Pablo Muttini, escribió al respecto de la Evangelización y la Comunidad esto, que ponemos en la mesa del bien común: “Una señora adinerada decidió compartir sus bienes con los que menos tienen.
Convencida de que la educación es la solución a los males sociales, compró un enorme cargamento de muebles y útiles escolares y sin pensarlo, se encaminó hacia el norte en busca del pueblito más pobre.
Consultando con los lugareños, todos le indicaron el mismo paraje: un caserío con muchas familias y gran cantidad de chicos.
Llegó,y lo primero que hizo fue parar el camión frente a la escuela y junto con sus dos acompañantes, comenzó a bajar las cajas prolijamente para dar inicio al reparto.
El maestro, que había visto el movimiento, apenas pudo salir apretujado entre la multitud de chicos que corrieron como una bandada hasta la vereda.
En minutos, decenas de chicos estaban alrededor del vehículo ansiosos por ver el contenido de las cajas.
La señora se presentó con el maestro y le preguntó si podía hacerles una donación, a lo que el maestro contestó que sí.
Cuando abrió la primera caja el murmullo se fue acallando.
A la segunda, casi un silencio total. La tercera selló el mutismo.
La señora, sorprendida le preguntó al maestro qué pasaba que los chicos miraban los útiles con cara triste, y el maestro le respondió:
-Señora, es que estos chicos no comen....
El retruque fue instantáneo:
-A no no, eso si que no...¡muy mal! ¡para el que no come no hay regalo!”
Es solo un cuento. Nada más. No se inquieten... Lo cierto es que las diferencias son tan abismales entre los mundos que en la mayoría de las ocasiones prácticamente no nos entendemos.
Mundos distintos que nos hacen diferentes.
Nos separan y rotulan de modo tal que, es imposible que lleguemos a entendernos. ¿Queremos evangelizar? ¡Sí, es nuestra misión! Pero ¿sabemos hablar un idioma común?... muchas veces no.
Y hay algo más grave, tampoco estamos dispuestos a compartir demasiado. Por más que nos consideremos hermanos, tenemos que asumir que hay hermanos de primera y hermanos de segunda. Hermanos legítimos y hermanos ilegítimos. ¿no?, bueno, hagamos una prueba en casa, en nuestras comunidades parroquiales y fijémonos a quienes llamamos “comunidad”.
Si “comunidad” para nosotros son TODAS las personas que de cualquier modo participan en la vida parroquial y su irradiación al barrio, vamos bien, ahora, si “comunidad” somos los habitué de las misas, los voluntarios y que colaboran de distintas formas... vamos mal; seguramente en esa parroquia hay dos puertas: una grande, de madera lustrada, bien grande para entrar a la capilla, y otra, un poco más alejada, de chapa medio mal pintada, para recibir a los pobres en horarios específicos y con fines acotados y también específicos.
Si se da este caso. Antes de salir a misionar hay que misionar en casa, y misionar mucho, porque es signo de que aún esgrimiendo las mejores intenciones, tenemos que volver a leer el Evangelio para encontrar el error.
Que “nuestros pobres” no participen del banquete, habla de un error. Que los bienaventurados de Jesús, queden afuera, habla de un error. Que en nuestras catequesis parroquiales no estén integrados los 100, 200 o 1.000 chicos del merendero, habla de un error.
¿qué no pasa en todos lados?... gracias a Dios.
¿qué en mi parroquia no pasa?... gracias a Dios.
Pero que en la sociedad pasa y pasa muchísimo más de lo que debería, no hay duda.
Tenemos que buscar caminos de encuentro. Tenemos que compartir la vida y compartir con los bienaventurados las mesas y las misas, el canto y el llanto, la alegría y el dolor, para que ellos, nos cuenten quién es Jesús. Sólo así podremos llamarnos comunidad. Y quién nos dice, quizás, entre medio se van creando lazos y derribando muros.
Quizás algún día, recibamos la gracia para poder llamarnos “hermanos”, pero hermanos en serio. Crear auténticas comunidades cristianas es un paso fundamental para la evangelización. Revisemos. Intentemos. Celebremos.
Por Pablo Muttini - www.san-pablo.com.ar – Revista On Line