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CELEBRACIÓN PENITENCIAL – COMUNIDAD CAMINO DE EMAÚS – Etapa Jóvenes Adultos


Nuestra Comunidad organiza para este sábado una Celebración Penitencial, de 16,30 a 18 hs en el Tulio
Nos motiva el lema "Rasguen sus corazones no sus vestiduras" (inspirado en la homilía del 2013 dada en Cuaresma, por el entonces Arzobispo Bergoglio). 

Nuestra finalidad es compartir como Comunidad este tiempo de Cuaresma, llamándonos a la reflexión y encuentro comunitarios como Jóvenes Adultos. 
INVITAMOS a los que quieran unirse a compartir este momento personal y comunitario. Por favor, si podes hacer extensiva esta invitación, esperamos a aquellos que se quieran unir. 
Valeria Cabezas – Coordinadora

MIÉRCOLES DE CENIZA - El inicio de la Cuaresma

La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo. 


Origen de la costumbre 
Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.
En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.
En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión. 
Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.
También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno. 
La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.
Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres. Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos. 

Significado del carnaval al inicio de la Cuaresma: La palabra carnaval significa adiós a la carne y su origen se remonta a los tiempos antiguos en los que por falta de métodos de refrigeración adecuados, los cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que empezara la Cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante ese período (no sólo carne, sino también leche, huevo, etc.)
Con este pretexto, en muchas localidades se organizaban el martes anterior al miércoles de ceniza, fiestas populares llamadas carnavales en los que se consumían todos los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma. 
Muy pronto empezó a degenerar el sentido del carnaval, convirtiéndose en un pretexto para organizar grandes comilonas y para realizar también todos los actos de los cuales se "arrepentirían" durante la cuaresma, enmarcados por una serie de festejos y desfiles en los que se exaltan los placeres de la carne de forma exagerada. 

La Cuaresma 
La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo, es un tiempo de oración, penitencia y ayuno.
Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.
El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. 
Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios. Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna.
Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos.
En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección. 

El ayuno y la abstinencia: El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia, mientras que los dias viernes durante la cuaresma son de abstinencia. El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne.
Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre. 

La oración: La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior.
Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad. 

El sacrificio: Al hacer sacrificios (cuyo significado es "hacer sagradas las cosas"), debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna.
Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar. “Cuando ayunes no parezcan tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad les digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará. “ (Mt 6,6)” 

Como vemos, la ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación.
Es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión.
Es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.
Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar como es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.
En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la Reconciliación (también llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice, representa reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente, no podremos seguirle adecuadamente. 

Y terminemos recorriendo al revés nuestra frase inicial, diciendo que debemos escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él y con ello Convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evangelio y evangelizando, es decir transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras. 
Comisión Formación y Espiritualidad - Vocal: Pamela Catan

.- RETIRO DE RECONCILIACIÓN – Será un desafío el sólo hecho de ir, de buscarme tiempo y ganas. Pero si dimensionara lo que puede pasar ahí, ya tendría la alegría en mi rostro.


El sábado 24 de marzo nos encontraremos para un acontecimiento especial para nuestra persona y para nuestra alma. 
Tendremos la oportunidad de tener un momento para reflexionar, pensar, hacer memoria, juntar fuerzas, desafiarnos, tomar la decisión de hijo en el país lejano y decir: “me levantaré e iré”.
Ahí estará Jesús para acompañarnos. El será el camino por el cual podremos participar de la fiesta que Dios tiene preparada para cada uno de nosotros, porque tendremos la oportunidad, una vez más, de reconciliarnos, de hacernos amigos de Dios, de estar en Su gracia, de caminar por lugares de luz.

Me acuerdo de Jesús, allá en Galilea, cuando tenía esas actitudes, que aún hoy me maravillan, me conmueven, me ponen en situación de felicidad y de acción. 
Esas actitudes provocaban escándalo y hostilidad sólo porque se juntaba con los marginados de esa época -y de todas las épocas-. Ellos eran los raros, los nadies, los pecadores… Nadie tuvo esa actitud antes. No era lógico y para muchos aún sigue siendo así (excepto para los que nos consideramos pecadores y los que necesitamos de su amistad y simpatía).
El sábado, por unas horas, trataré de acercarme a la mesa donde está Jesús, comiendo con aquellos que son como yo: necesitados y dignos; débiles en nuestras verdades y fuertes en su presencia. Necesito de su persona, de su mano fraterna sobre mis hombros, de su abrazo cálido y de sus palabras que me dicen sus verdades para contrastarlas con las mías y las de este mundo. 
Será un desafío el sólo hecho de ir, de buscarme tiempo y ganas. Pero si dimensionara lo que puede pasar ahí, ya tendría la alegría en mi rostro.
Sé que ese sábado, como en Galilea, habrá una sola mesa: la mesa de Jesús. No serán varias mesas como las que me propone el mundo:  mesas para judíos, para gentiles, para ricos, otras para pobres, unas para sabios y otras para ignorantes, para los que tienen títulos y para los que portan caras, una para blancos y otras para morochos, para los de barrios privados y los de las villas. Esta será simplemente una mesa y será para todos.
La Mesa, el lugar, es un gran signo, porque nos dice Jesús que estar ahí es pertenecer a una misma familia. Es una mesa de inclusión, de reino, de comunidad que camina con sus dolores, sus fracasos y sus penas, pero también con dignidad, alegrías y conquistas. 
Es la mesa de Dios, a la cual estamos todos invitados. Pero antes tendremos la posibilidad de pensar, rezar, reflexionar, compartir y asumir la reconciliación como una actitud de vivir con la amistad de Dios.
Quizás, lleguemos maltrechos, enfermos, solos, doloridos, enojados o con una alta dosis de indiferencia o tibieza, pero no saldremos de la misma manera, porque hay algo que sabemos: cuando Jesús se presenta en nuestra vida y lo dejamos actuar, tomaremos nuestra camilla y saldremos caminando. 
Porque no es posible estar con Jesús siendo un “parálitico”, que tiene dones y talentos pero sigue inmóvil,  sin caminar, sin moverse, sin acción; que tiene manos y no las usa, que tiene ojos y no ve a su hermano que sufre y se aleja de la vida, que tiene posibilidades para ser mejor y sigue en la mediocridad, que está capacitado para ser un estudiante de 10 y estudia para el 4, que sea un dirigente siempre en “potencia” y no lo demuestre nunca en su familia o en sus ambientes.
Este sábado en el Retiro de Reconciliación vamos a ir en camilla, pero al salir lo haremos caminando. Que el perdón nos ponga de pie.

.- CURA A LA CARTA – Una hermosa nota sobre el sacerdocio, para reflexionar nuestras actitudes hacia esa vocación y un video con música y letra para disfrutar.

El filósofo griego Platón (428-348 aC) se quejaba de que nunca sopla viento favorable para quien no quiere navegar; como no hay nunca pruebas bastante seguras para quien no quiere creer. (¿Recuerdan las palabras del Señor en la parábola del rico malo y el pobre Lázaro: Lc 16,19-31?).
Esta sensación me han causado dos textos que leí hace unos días, a propósito del sacerdote.

EL PRIMER TEXTO DECÍA:
un sacerdote da de comer a una familia..., no es noticia;
un sacerdote salva una vida..., no es noticia;
un sacerdote consuela a una persona..., no es noticia;
un sacerdote se consuma en una cárcel bajo un régimen político dictatorial..., no es noticia;
un sacerdote se priva de su vida para darla a los demás..., no es noticia;
un sacerdote se equivoca..., se le crucifica, juzga, se ríen de él, le señalan con el dedo..., porque es sacerdote.
¡Es verdad! Pero, al Maestro le sucedió que acabó en la cruz incluso sin haber cometido ciertos errores; simplemente, porque había hecho lo que se dice en las cinco primeras líneas de aquel texto.

EL SEGUNDO TEXTO COMENTABA;
Que hay parroquias que tienen tal vez diez mil feligreses y un sacerdote. Y es curioso, todos opinan sobre ese sacerdote, más discutido que un penal. Es el blanco de todas las miradas, opiniones y juicios; en una palabra, de todas las imaginaciones y gustos.
Si es gordo, lo critican; si es flanco, también. Si es viejo, lo quieren joven; si es joven, lo quieren de más experiencia.
Si es feo, no les agrada; si es guapo, es una lástima y un desperdicio. Si es negro, lo quieren blanco. Si es muy simpático, lo critican; si es antipático, también. Si fuma, es un vicioso; si no fuma, no es hombre y no está “en onda”.
Si canta mal, sobra tema para los comentarios; si canta muy bien, es vanidoso, sólo sabe cantar. Si es dócil, lo quieren de más carácter; si es tranquilo, lo quieren más agresivo; si es muy generoso, lo quieren medido.
Si es muy activo, lo quieren más calmado; si sale a la calle, lo critican porque nunca está en la Iglesia; si no sale, lo critican porque es un solitario. Si va con los pobres, se quejan los ricos; si va con los ricos, se quejan y lo desprecian los pobres.
Si trata más a los hombres, se quejan las mujeres; si trata más a las mujeres, es objeto de críticas por parte de los hombres.
Si da preferencia a los niños, hablan mal los mayores. Si toca algún instrumento musical, es un disipado y liberal.
Si habla de justicia social, es un cura comunista. Si habla del Evangelio, es un “beato santurrón”. Si practica el fútbol y va a fiestas, pierde el tiempo; si nunca practica un deporte ni va a fiestas, es un antisocial...
También esto me recuerda un pasaje del Evangelio en que Cristo se hace eco de algunos comentarios de la gente que le rodea: “...Vino Juan (el Bautista), que ni comía ni bebía, y dicen: «Demonio tiene». Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Ahí tienen un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores»...” (Mt 11,18-19).

EL SEGUNDO TEXTO ACABABA PREGUNTANDO AL LECTOR: “¡Y USTED, ¿CÓMO LO QUIERE...?!”; como si se pudiera escoger “a la carta” el tipo de cura que a uno le gusta... Les voy a decir cómo lo quiero yo que –dicho sea de paso- soy cura también...; y, por lo tanto, tengo parte interesada en el asunto.
El sacerdote tiene que ser (¡es!) hermano de todos, amigo de quienes lo desean, padre cuando conviene...
Alguien que considera única, irrepetible, inconfundible, toda persona que se le acerca. De él espero, ante todo, que sea humano: cordial, sencillo y competente en su “materia”; sin una gran humanidad, lo demás quedará construído sobre la arena.
En la tierra de la humanidad podrá encontrar y acoger a cualquiera, grande o pequeño, creyente o indiferente, santo o pecador.
En segundo lugar (¡y no porque sea menos importante!), evidentemente, espero que sea espiritual, un hombre de Dios; pero, con una espiritualidad profunda, sencilla y sincera, encarnada en la vida concreta.
Que no me venga con grandes discusiones teológicas, ni filigranas canónicas, ni “problemas clericales”... Y, como virtudes, en primer lugar, la humildad y la misericordia; la capacidad de comprender y animar mi debilidad; un optimista realista, o si se prefiere, un realista optimista: con los pies bien arraigados en la tierra y la mirada alta, contemplando el horizonte.
Porque vivimos en este mundo, fantástico y contradictorio, empapado de bondad y fragilidad, pecado y santidad..., y no en otro; y porque nuestra esperanza es Cristo (1Tim 1,1), y donde abunda el pecado (o quizás sería muchas veces mejor hablar de fragilidad humana), sobreabunda la gracia (Rom 5,20).
En fin, dentro de lo posible (porque también el sacerdote es un hombre, y no un ángel ni una piedra), que sea imagen de Aquél que era manso y humilde de corazón (Mt 11,28-29) y tenía compasión de la gente (textualmente: se le revolvían las entrañas ante las multitudes porque eran “como ovejas sin pastor”: Mt 9,36; 14,14; 20,34; Lc 7,13; 15).
Uno que tiene muy presente que “tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia; la misericordia se siente superior al juicio” (St 2, 13). Uno que camina junto a los demás ofreciendo una mano a quien quiera recogerla (su vida, sus posibilidades humanas, espirituales...).
Consciente de que ha sido tomado de entre los hombres para ser constituído en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios; capaz de comprender a ignorantes y extraviados, porque también él está envuelto en flaqueza (Heb 5,1-3). La conciencia de sus propios límites le ayudará a comprender los de los demás. Si el Señor le escogió no fue porque lo vió perfecto (aunque se esfuerce –como debe- por mejorarse), sino porque le pareció disponible... Además, si tiene que lavar los pies de los demás (Jn 13, 2-17) y ser el servidor de todos, como Cristo (Mt 20, 25-28), no puede colocarse por encima, más arriba de los otros...
Finalmente, debido a todo ello, no pretenda que nunca será objeto de comentarios negativos: ¡es imposible evitarlos del todo, haga lo que haga! Más bien, aproveche las posibles críticas como estímulo y trampolín. Decía el filósofo Kant (en la “Crítica de la razón pura”, 1724-1804): “La paloma cree que si no fuera por el aire le sería más fácil volar, no dándose cuenta de que si no fuera por el aire no podría volar...”.
¡Qué vocación tan grande y peculiar es la del sacerdote! Comprendo que a quien no la vive le resulte muchas veces difícil de entender...

NOTA.: Visto que estamos en Cuaresma, quería añadir todavía algo más sobre la misericordia. Decía el monje Youssef Bousnaya: “La misericordia es la imagen de Dios, y el hombre misericordioso es, de veras, un Dios que habita en la tierra... Dios es amor (Jn 4,8); el hombre que posee la caridad es verdaderamente Dios en medio de los hombres”.
Cuenta una historieta musulmana que Aláh-Dios dividió la misericordia en cien partes: noventa y nueve se las reservó para usarlas Él, y la centésima la distribuyó entre todos los hombres.
Moraleja: toda la misericordia junta de la humanidad no es más que una centésima parte de la de Dios.
Como dice un proverbio popular: Dios perdona siempre, los hombres a veces, la naturaleza nunca. Un Dios – nos dice Su Palabra- que es pastor solícito, ama hacendosa, padre paciente (Lc 15); que finge no ver nuestros pecados para darnos tiempo para arrepentirnos (Sab 11,23-26), porque es clemente y compasivo, rico en amor (Joel 2,13); que perdona por mil generaciones (Deut 5,9), porque “... ¡Es eterna su misericordia!...” (Salmo 136). Y perdonen que me haya alargado; la “culpa” la tiene la Cuaresma...
Pbro. Jose Rovira

SIERVO POR AMOR
Una noche de sudor, en una barca en pleno mar,
mientras el día amanece ya, aún sus redes vacías están.
Pero la voz que te llama, otro mar te enseñará
a la orilla de sus corazones, sus redes lanzará.

Ofrece toda tu vida Como María al pie de la cruz:
Y serás, siervo de todo hombre, siervo por amor, sacerdote de la humanidad.

Avanzaba en el silencio, entre lágrimas esperaba que la semilla antes esparcida,
cayera sobre tierra fértil. De fiesta está tu corazón, porque el trigo que ondea.
Ya ha madurado bajo el sol y se puede almacenar.

Ofrece toda tu vida Como María al pie de la cruz:
Y serás, siervo de todo hombre, siervo por amor, sacerdote de la humanidad.

- EJERCICIOS DE LA CUARESMA: LA LIMOSNA, LA ORACIÓN, EL AYUNO - Cuando el alma se retira del cuerpo, le ocasiona la muerte; si la generosidad se aleja del ayuno, es su muerte.

Hermanos míos, hoy empezamos el gran viaje de la Cuaresma. Por lo tanto llevemos en nuestra mochila, todas nuestras provisiones de comida y bebida, colocando en ella, misericordia abundante que necesitaremos. Porque nuestro ayuno tiene hambre, nuestro ayuno tiene sed, sino se nutre de bondad, sino se sacia de misericordia. Nuestro ayuno tiene frío, nuestro ayuno falla, si la cabellera de la limosna no lo cubre, si el vestido de la compasión no lo envuelve.
Hermanos, lo que es la primavera para la tierra, la misericordia es para el ayuno: el viento suave de la primavera hace florecer todos los brotes de las llanuras; la misericordia del ayuno siembra nuestras semillas hasta la floración, estas dan fruto hasta la recolecta celestial. Lo que es el aceite para la lámpara, la bondad es para el ayuno.
Como la materia grasa del aceite mantiene encendida la luz de la lámpara y, también con un pequeño alimento, la hace brillar para consuelo de todos en la noche, así también la bondad hace resplandecer el ayuno: desprende rayos hasta que alcanza el pleno esplendor de la continencia.
Lo que es el sol para el día, la limosna es para el ayuno: el esplendor del sol aumenta la plenitud del día, disipa la oscuridad de la noche; la limosna acompaña el ayuno santificando la santidad y, gracias a la luz de la bondad, purifica de nuestros deseos todo lo que podría ser mortífero.
En una palabra, lo que es el cuerpo para el alma, la generosidad es para el ayuno: cuando el alma se retira del cuerpo, le ocasiona la muerte; si la generosidad se aleja del ayuno, es su muerte.
San Pedro Crisólogo.