- HISTORIAS PARA PENSAR LO QUE TENEMOS

ABRAZOS
Nunca sabes lo que un pequeño gesto puede conseguir.
Estas dos pequeñas son gemelas prematuras. El bebé de la derecha salió adelante sin problemas tras el parto, pero su hermana no tuvo la misma suerte.
Desde el principio, Brielle tenía problemas circulatorios y respiratorios que hacía presagiar una muerte inminente. Tras intentarlo todo, una enfermera decidió colocarla junto a su hermana en la misma incubadora. La gemela sana instintivamente pasó el brazo por encima de su hermana e inmediatamente, el ritmo cardiaco de Brielle se acompasó al de su gemela y consiguió respirar normalmente.
Este pequeño gesto, salvó la vida de su hermana sin saberlo, pero ¿Cuantos de nuestros gestos pueden cambiar el día o la vida de los que nos rodean? Nunca se sabe.
Así que abracemos. Abracemos, porque ¿quién no lo necesita? Abracemos, pues nunca llegamos a imaginar toda la vida que un abrazo puede dar.
Por supuesto que además del abrazo común entre dos personas, tenemos muchas maneras de abrazar, de estar en la misma “respiración” que el otro, abrazar es; escuchar, soportar, ser paciente, jugarte por el otro, hacer la del Buen Samaritano, perder tiempo para acompañar, prepararte mejor para compartir mejor, valorar el esfuerzo del hermano, ayudarlo en sus batallas contra el cigarrillo, el alcohol, la droga, la vagancia.
Y pensar que hay algunos hermanos que no quieren abrazar, porque no es de hombres... y solo es cuestión de acordarnos de los abrazos de los momentos más lindos y también de los otros, como nos cambiaron la vida.

EL TIEMPO DE LOS OLIVOS
Cuando era pequeño, mi padre me llevaba a pasear por los olivares, algunos de ellos, centenarios, en medio del calor tórrido del verano.
Las cabras ramoneaban en los troncos retorcidos y las chicharras chirriaban invisibles entre las ramas. Casi nunca hablábamos.
Pero hay algo que me dijo una vez, señalando los brotes.
- Cada brote da fruto una vez cada dos años, me dijo. Parece muerto y seco este año, pero el próximo producirá una aceituna.
- El Tiempo de los Olivos no es el mismo que el nuestro, ¿lo entiendes?
- Sí, le dije, pensando un poco... tal vez no mentía del todo.

FELICES
¿Qué nos hace felices? Los niños lo tienen claro: jugar.
Con el tiempo, y todavía en el ámbito de la infancia, lo único que varía es la sofisticación del juego, tendiendo progresivamente hacia la gama de los juegos electrónicos.
Ya a las puertas de la adolescencia, empezamos a notar vacilaciones. La felicidad deja de ser una experiencia ligada espontáneamente al juego, y empiezan a aparecer intermediarios que la hacen un poco más compleja. Los amigos a veces fallan, los padres ponen obstáculos, los amores no siempre corresponden... Entre nosotros y la felicidad empiezan a aparecer cada vez más obstáculos que no siempre llegamos a sortear con éxito.
La felicidad se pone cara. Los adolescentes la encuentran ya difícilmente por menos de 300 pesos. Es lo que cuesta una camiseta de marca, los cursos de guitarra eléctrica, las “rastas” y los “piercings” que necesitamos para sentirnos diferentes y únicos, etc.
Esta radical reducción de las expectativas se consolida en las edades adultas. Mientras el adolescente todavía cree que encontrará la felicidad si compra aquello que se la promete, el adulto sabe que no puede esperar más que una agradable sensación, pasajera y efímera, el modesto sustituto de una felicidad que ahora ya sabe quimérica.

Para que engañarnos, poco más o menos, esto es lo que pasa con todos aquellos proyectos que proponen la felicidad a costa de tener y no de ser, de recibir y no de dar, de recoger y no de repartir.

Todos acaban igual: la misma infelicidad congénita, la misma sensación de haber sido engañado, las mismas ganas de pedir el libro de quejas… y la misma nostalgia enfermiza de aquel tiempo en el que jugar y reír en el agua con los amigos era posible.
Hoy es tiempo de Pascua, de Resurrección, de alegrías, abrazos, felicidad... de juego. Tiempo para disfrutar a Jesús que nos da todo eso, pero también para pensar. Qué realizamos con la herencia que continuamente le pedimos a nuestro Padre.