- QUE HAGO? - Para pensar en esta Semana Santa

“Se levanta de la mesa, se quita el manto, y tomando una toalla, se la ciñe. Después echa agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba ceñida” (Jn 13,4-5)

Dar descanso y alivio tras la fatiga de la vida. Mostrarle al otro que es merecedor de una dignidad profunda, sea cual sea su situación. Invertir los rangos y categorías. Acariciar los cansancios. Despojarse uno de pompas y honras, de títulos y méritos, para vestirse la toalla de quien está dispuesto a cuidar del otro.
Eso hace Jesús, eso quiere que hagamos nosotros, eso quiere que hagas vos con tu talento, tu don, tu profesión, tu lugar en este mundo. Sino será enterrarlo una vez más.
Que hago?
Un ejemplo de lo que podemos hacer:
En Ciudad Oculta hay un taller de fotografía, a Contraluz, en el que los chicos del barrio aprenden a sacar fotografías y a mirar de otro modo el mundo en el que viven.

Han expuesto sus muestras en Munich y en París. Exponiéndolas. Es una hermosa palabra que enlaza el acto de dar a conocer una obra con el acto de arriesgarla. Arriesgarla a otra mirada. Soltar. Abrir la mano, dejar que quede a ella adherido lo que corresponda, y que lo demás caiga. La obra expuesta como la mano abierta, como señal de desarme.

La mano debe abrirse, sin presionar, ante el Otro y ante el Futuro. El Otro y el Futuro son ambos inaccesibles a nuestra voluntad, libres, al menos de nosotros. No podemos influir en ellos de manera directa, porque toda estrategia puede salirnos mal. De modo que la mejor manera de aproximarse al Otro y al Futuro es acariciándolos: la mano abierta, sin ánimo de apretar, siguiendo con sutileza los movimientos de la piel acariciada.

Cuando vi las fotos de los chicos de Ciudad Oculta, me pregunté qué relación es la que pueden tener los chicos de Ciudad Oculta con el Otro y con el Futuro. Me pregunté si para todos es posible acceder a determinadas formas de pensamiento. Obviamente me contesté que no, pero uno no debe amilanarse si sucesivamente se pregunta cosas cuyas respuestas le parecen obvias. Porque inmediatamente aparece otra pregunta: ¿por qué nos parecen obvias? Desarmar esa segunda pregunta y armar su respuesta puede acercarnos muchas veces al asombro.
Los ciudadanos de clase media de países en los que sobreabundan los alimentos y en los que hay millones de pibes con hambre, deberíamos hacernos regularmente un test de asombro. Es obvio que en un país rico no tendría por qué haber hambrientos. Pero es obvio que los hay. Una lógica aparece aplastada por otra.

Los chicos de Ciudad Oculta sacan sus fotografías para mostrarse y mostrar a los demás cómo viven. Chequean su realidad. Se abren a Otros que acaso estén acostumbrados a otro tipo de paredes, a otras terminaciones, a otros revestimientos, a otros vecinos, a otras razas de perros, a otro grosor de paredes, a otra distribución de los espacios, a otro tipo de decoración, a otros olores, a otras plazas, a otro sonido ambiente.

Con esas fotos, esos chicos están mandando postales que no tienen texto escrito: hay que leer lo que dicen en la bruma, en la chapa, en el agujero negro que reemplaza a los dientes, en el hueso tirado en la calle, en los pies en el charco, en los hombros encogidos de frío, en las edades disímiles de las embarazadas, en los segundos planos bien compuestos por volúmenes de cartones apilados.


Los chicos de Ciudad Oculta sacan sus fotografías y toman distancia a través de la cámara. Así de simple: mirada a través de la cámara, la Ciudad Oculta se desoculta, se hace visible primero para ellos, esos chicos que han crecido ahí, y que de tan cerca que la tienen la toman por obvia, y que ahora tal vez adviertan que hay un desajuste entre Ciudad Oculta y la otra ciudad, la que late cerca, la que estigmatiza.
La fotografía también es un vehículo potente hacia el asombro. A veces nuestros propios rasgos nos parecen ajenos en ese reflejo que, creían los antiguos, les robaba el alma.
Hoy la fotografía está haciendo lo contrario en Ciudad Oculta: les devuelve el alma a esos chicos que aprendieron a mirarse y a mirar el lugar que les toca en el mundo.
Y nosotros, deberíamos recordar que si bien no somos responsables del estado general de las cosas, sí somos responsables de nuestros propios tests de asombro. Tal vez esas fotos nos asombren. Tal vez nos provoquen un malestar incierto. Tal vez nos golpeen hasta que nos rindamos a su evidencia.
Los chicos de Ciudad Oculta acaso no estén en condiciones de acariciar el Futuro con la mano abierta, porque el Futuro se mueve mal, se les escapa. Pero nosotros, los que miramos sus fotos, sí podemos acariciarlos a ellos: acompañar con la mano abierta este movimiento de esos chicos, que muestran su pobreza. En ese caso, sucede esto: uno mira las fotos y se pregunta: “¿Qué hago?”.
(Sobre un texto de S. Russo)
Para conocer la Villa 15 o Ciudad Oculta: http://www.conviven.org.ar/ciudad-oculta.htm
Para que nuestra semana santa no sea solo una serie de ritos y actividades de todo tipo, sino que sea un comienzo, a ejemplo de Jesús... con el agua y un trapo para lavar pies.