La Amabilidad es la virtud que nos impulsa a poner en nuestras acciones exteriores y palabras cuanto pueda contribuir a hacer placentero y amable el trato con nuestros semejantes.
Al hablar de amabilidad, hemos de referirnos al amor, es una actitud concreta, un rasgo firme y definido de la persona que ama.
Es la manera más sencilla, delicada y tierna de hacer realidad un amor maduro y universal, libre de exclusiones.
Se comunica y trasmite de un solo corazón a los corazones de una familia o una comunidad entera.
La amabilidad es una virtud: implica una disposición habitual y firme a hacer el bien, lo que le permite a la persona dar lo mejor de sí misma.
Entonces, para que la nuestra amabilidad sea virtud debe:
Ser una disposición habitual y firme: No confundamos actos de amabilidad, circunstanciales y transitorios, con la amabilidad como actitud. Todos podemos ser “amables” en ocasiones y por diversos y hasta oscuros fines.
Cuando lo previsible, lo normal en una persona sea comportarse de forma afable y afectuosa, es porque la amabilidad ha adquirido la categoría de “valor”.
No se es amable por interés o mera conveniencia o con el fin de agradar a toda costa. La amabilidad tiene por fin el bien del otro y el hacer agradables las relaciones entre las personas. Promueve la convivencia honesta, verdadera y armoniosa con el prójimo, así se puede crecer en la fraternidad.