- JESÚS ES PARA LOS EXCLUIDOS. La ceguera de muchos hermanos nos interpelan a vivir como Iglesia samaritana.

Es ciego de nacimiento. No sabe lo que es la luz. Nunca la ha conocido. Ni él ni sus padres tienen la culpa, pero allí está él, sentado, pidiendo limosna. Su destino es vivir en tinieblas.
Un día, al pasar Jesús por allí, ve al ciego.

El evangelista dice que Jesús es nada menos que la Luz del mundo. Tal vez recuerda las palabras del profeta Isaías asegurando que un día llegaría a Israel alguien que gritaría a los cautivos: ¡salgan! y a los que están en tinieblas: ¡vengan a la luz!.


Jesús trabaja los ojos del pobre ciego con barro y saliva para infundirle su fuerza vital. La curación no es automática. También el ciego ha de colaborar. Hace lo que Jesús le indica: camina hasta la fuente de Siloé, se lava los ojos, limpia su mirada, comienza a ver y vuelve. Nada es mágico, es un regalo y una tarea, es un proceso.
Cuando la gente le pregunta quien lo ha curado, no sabe cómo contestar. Ha sido un hombre llamado Jesús. No sabe decir más. Tampoco sabe dónde está. Sólo sabe que, gracias a este hombre, puede vivir la vida de manera completamente nueva. Esto es lo importante.
Cuando los fariseos y entendidos en religión le acosan con sus preguntas, el hombre contesta con toda sencillez: pienso que es un profeta.

Entonces los fariseos se enfurecen, lo insultan y lo expulsan de su comunidad religiosa.
La reacción de Jesús es conmovedora. Cuando se enteró de que lo habían echado fuera, fue a buscarlo. Así es Jesús. No lo hemos de olvidar nunca: el que viene al encuentro de los hombres y mujeres que se sienten echados de la religión. Jesús no abandona a quien lo busca y lo ama, aunque sea excluido de su comunidad religiosa.

El diálogo es breve:

- ¿Crees tú en el Hijo del Hombre?
(Él está dispuesto a creer. Su corazón ya es creyente, pero lo ignora todo.)
- ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?.
- Jesús le dice: no está lejos de ti. Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.


Según el evangelista, esta historia sucedió en Jerusalén hacia el año treinta, y sigue ocurriendo hoy entre nosotros en el siglo veintiuno.
Podríamos preguntarnos en este tiempo en que Jesús pasa y cura, quienes son los excluidos que conocemos; en la sociedad, en la iglesia, en la familia, entre los amigos, y compañeros, en el barrio, cuales son los excluidos por cualquier motivo, economicos, religiosos, sociales, de oportunidades.
Y proponernos reflexionar sobre eso y acercarnos, recordando siempre que "la evangelización ha ido unido siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana". Aparecida 24.
Sobre un artículo de Eclesalia y la lectura; Juan 9, 1 – 41