El pasado 17 de abril, se celebró, la jornada global campesina, que integra a millones de trabajadores y trabajadoras del campo en todo el mundo.
Este año ha tenido como objetivo denunciar el impacto de las corporaciones agroindustriales en el modelo agrícola y alimentario, y su papel en la generación de pobreza, hambre, intimidación y destrucción del medio ambiente a escala global.
Un dato; cada año desaparecen en el territorio español una media de 37.000 explotaciones familiares y en la Unión Europea, unas 200.000. En Latinoamerica los datos son escalofriantes. La mayoría de estas personas engrosan los suburbios de las grandes ciudades.
Este año ha tenido como objetivo denunciar el impacto de las corporaciones agroindustriales en el modelo agrícola y alimentario, y su papel en la generación de pobreza, hambre, intimidación y destrucción del medio ambiente a escala global.
Un dato; cada año desaparecen en el territorio español una media de 37.000 explotaciones familiares y en la Unión Europea, unas 200.000. En Latinoamerica los datos son escalofriantes. La mayoría de estas personas engrosan los suburbios de las grandes ciudades.
Menos familias campesinas, más Villas Miserias y Asentamientos.
La renta agraria de los campesinos disminuye anualmente, situándose en tan sólo un 58% de la renta general, lo que significa más pobreza y menos poder adquisitivo para aquellos que viven, producen y cuidan de nuestros campos.
Por el contrario, son las grandes explotaciones las que reciben la mayor parte de las subvenciones. En el año 2005, seis grandes familias de la oligarquía andaluza fueron quienes se beneficiaron de estas ayudas, recibiendo un total de casi 12 millones de euros. Una dinámica que se repite año tras año.
Es tan sólo un reflejo de lo que ocurre a nivel internacional. Las políticas de las instituciones financieras internacionales;
.- Promueven un modelo de agricultura basado en el cultivo intensivo.
.- Privatización de los recursos naturales.
.- El libre comercio.
En definitiva, una producción al servicio de los intereses de las multinacionales del agribusiness.
Este sistema tiene graves consecuencias medioambientales y sociales. Se trata de un modelo que promueve el uso de químicos, pesticidas, organismos genéticamente modificados… en aras de una mayor productividad y rentabilidad sin tener en cuenta las consecuencias de estas prácticas en el medio ambiente, y en la salud de la mano de obra y de los consumidores.
Este modelo de producción agroalimentaria también tiene una relación directa con el creciente calentamiento global.
La agricultura y la ganadería industrializadas con la práctica del monocultivo, la destrucción de tierras, el transporte intercontinental de alimentos, entre otros, generan las mayores tasas de emisión de gases de efecto invernadero y son responsables del cambio climático, incluso por encima de sectores como el energético y el transporte.
Frente a esta situación, cada vez son más los actores sociales (campesinos, ecologistas, sindicalistas y consumidores) que se unen para afirmar;
.- Que la agricultura no es una mercancía.
.- Que los recursos naturales (el agua, las semillas, las tierras, los bosques…) tienen que estar en manos de los pequeños productores.
.- Que no se puede privatizar ni especular con aquello que pertenece desde hace siglos a los pueblos.
Se trata de;
.- Defender la soberanía alimentaria.
.- El derecho de las comunidades a decidir sus propias políticas agrícolas y de alimentación.
.- Proteger y regular la producción y el comercio interior con el objetivo de conseguir un desarrollo sostenible.
.- Garantizar la seguridad alimentaria.
Es necesario priorizar los mercados locales y nacionales, fortalecer la agricultura, la pesca y la ganadería familiar, organizando la producción de alimentos, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad social, económica y medioambiental.
Debemos de recordar que la denuncia de este modelo agroindustrial y la apuesta por una agricultura que sitúe en su centro al medio ambiente y a las personas es una cuestión que nos atañe a todos.
No se trata de un combate fácil: es David contra Goliat, pero al final fue David quien acabó con el gigante.
La renta agraria de los campesinos disminuye anualmente, situándose en tan sólo un 58% de la renta general, lo que significa más pobreza y menos poder adquisitivo para aquellos que viven, producen y cuidan de nuestros campos.
Por el contrario, son las grandes explotaciones las que reciben la mayor parte de las subvenciones. En el año 2005, seis grandes familias de la oligarquía andaluza fueron quienes se beneficiaron de estas ayudas, recibiendo un total de casi 12 millones de euros. Una dinámica que se repite año tras año.
Es tan sólo un reflejo de lo que ocurre a nivel internacional. Las políticas de las instituciones financieras internacionales;
.- Promueven un modelo de agricultura basado en el cultivo intensivo.
.- Privatización de los recursos naturales.
.- El libre comercio.
En definitiva, una producción al servicio de los intereses de las multinacionales del agribusiness.
Este sistema tiene graves consecuencias medioambientales y sociales. Se trata de un modelo que promueve el uso de químicos, pesticidas, organismos genéticamente modificados… en aras de una mayor productividad y rentabilidad sin tener en cuenta las consecuencias de estas prácticas en el medio ambiente, y en la salud de la mano de obra y de los consumidores.
Este modelo de producción agroalimentaria también tiene una relación directa con el creciente calentamiento global.
La agricultura y la ganadería industrializadas con la práctica del monocultivo, la destrucción de tierras, el transporte intercontinental de alimentos, entre otros, generan las mayores tasas de emisión de gases de efecto invernadero y son responsables del cambio climático, incluso por encima de sectores como el energético y el transporte.
Frente a esta situación, cada vez son más los actores sociales (campesinos, ecologistas, sindicalistas y consumidores) que se unen para afirmar;
.- Que la agricultura no es una mercancía.
.- Que los recursos naturales (el agua, las semillas, las tierras, los bosques…) tienen que estar en manos de los pequeños productores.
.- Que no se puede privatizar ni especular con aquello que pertenece desde hace siglos a los pueblos.
Se trata de;
.- Defender la soberanía alimentaria.
.- El derecho de las comunidades a decidir sus propias políticas agrícolas y de alimentación.
.- Proteger y regular la producción y el comercio interior con el objetivo de conseguir un desarrollo sostenible.
.- Garantizar la seguridad alimentaria.
Es necesario priorizar los mercados locales y nacionales, fortalecer la agricultura, la pesca y la ganadería familiar, organizando la producción de alimentos, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad social, económica y medioambiental.
Debemos de recordar que la denuncia de este modelo agroindustrial y la apuesta por una agricultura que sitúe en su centro al medio ambiente y a las personas es una cuestión que nos atañe a todos.
No se trata de un combate fácil: es David contra Goliat, pero al final fue David quien acabó con el gigante.