No hay en la vida una experiencia tan misteriosa y sagrada como la despedida del ser querido que se nos va más allá de la muerte.
Por eso, el evangelio de Juan trata de recoger en la despedida última de Jesús su testamento: ¿qué van a hacer ahora sin Jesús?
El mundo no va a poder ver ni conocer la verdad que se esconde en Jesús. Para muchos, Jesús habrá pasado por este mundo como si nada hubiera ocurrido; no dejará rastro alguno en sus vidas.
El mundo no va a poder ver ni conocer la verdad que se esconde en Jesús. Para muchos, Jesús habrá pasado por este mundo como si nada hubiera ocurrido; no dejará rastro alguno en sus vidas.
Se necesitan unos ojos nuevos. Sólo quienes lo aman podrán experimentar que Jesús está vivo y hace vivir.
Jesús es la persona que merece ser amada de manera absoluta. Quien lo ama así, no puede pensar en él como si fuera alguien que pertenece al pasado. Su vida no es un recuerdo. El que ama a Jesús vive sus palabras, guarda sus mandamientos, se va llenando de Jesús.
Jesús es la persona que merece ser amada de manera absoluta. Quien lo ama así, no puede pensar en él como si fuera alguien que pertenece al pasado. Su vida no es un recuerdo. El que ama a Jesús vive sus palabras, guarda sus mandamientos, se va llenando de Jesús.
No es fácil expresar esta experiencia. El evangelista la llama el Espíritu de la verdad. Es una expresión muy acertada, pues Jesús se va convirtiendo en una fuerza y una luz que nos hace vivir en la verdad.
Cualquiera que sea el punto en que nos encontremos en la vida, acoger en nosotros a Jesús nos lleva hacia la verdad.
Este Espíritu de la verdad no hay que confundirlo con una doctrina. No se encuentra en los estudios de los teólogos, ni en los documentos del magisterio. Según la promesa de Jesús, vive con nosotros y está en nosotros. Lo escuchamos en nuestro interior y resplandece en la vida de quien sigue los pasos de Jesús de manera humilde, confiada y fiel.
El evangelista lo llama Espíritu defensor porque, ahora que Jesús no está físicamente con nosotros, nos defiende de lo que nos podría separar de él.
Este Espíritu de la verdad no hay que confundirlo con una doctrina. No se encuentra en los estudios de los teólogos, ni en los documentos del magisterio. Según la promesa de Jesús, vive con nosotros y está en nosotros. Lo escuchamos en nuestro interior y resplandece en la vida de quien sigue los pasos de Jesús de manera humilde, confiada y fiel.
El evangelista lo llama Espíritu defensor porque, ahora que Jesús no está físicamente con nosotros, nos defiende de lo que nos podría separar de él.
Este Espíritu está siempre con nosotros. Nadie lo puede asesinar como a Jesús. Seguirá siempre vivo en el mundo. Si lo acogemos en nuestra vida, no nos sentiremos huérfanos y desamparados.
Tal vez la conversión que más necesitamos hoy los cristianos es ir pasando de una adhesión verbal, rutinaria y poco real a Jesús, hacia la experiencia de vivir enraizados en su Espíritu de la verdad.
Antonio Pagola
Tal vez la conversión que más necesitamos hoy los cristianos es ir pasando de una adhesión verbal, rutinaria y poco real a Jesús, hacia la experiencia de vivir enraizados en su Espíritu de la verdad.
Antonio Pagola