En la época en que no existian los departamentos y las familias vivian en casas de una planta, estas, contaban, siempre con un patio. Era un perimetro de gran importancia y de variados usos.
Algunas viviendas no tenían un solo patio, sino dos, que se designaban, respectivamente, con los obvios nombres de “primer patio” y “segundo patio”.
Este ultimo permitía dar mayor olgura y también mayor intimidad, a las actividades de la casa y de sus habitantes.
Tales beneficios habían dado origen, en el habla corriente del viejo Tucumán, a cierta expresión peyorativa. Cuando alguien quería “calificar” en pocas palabras a una persona simple, con vida espiritual y conversación muy limitadas, se decía que “no tiene segundo patio”.
La vida moderna, en teoría, ofrece a los seres humanos una variedad de posibilidades espirituales con las que no soñaron nuestros antepasados.
Pero a la vez, ha creado exigencias tan perentorias que suele tornarse problemático, si no imposible, el conocimiento y el disfrute de tales perspectivas.
Una educación que no ha sido eficaz para despertar inquietudes, primero, y después el trabajo cotidiano, la rutina, el cansancio, ente muchos otros factores, hacen que la vida de mucha gente carezca totalmente de variedad, y que esto la tenga siempre insatisfecha. A pesar de la amplitud de la oferta, le falta “ese segundo patio”.
Juan B. Terán, deslizaba un consejo en su libro; “El nacimiento de la América española”, que certicaba con su propia experiencia. Esta, la experiencia, le había enseñado, “cuan recomendable es, como norma de vida, como secreto de salud y de placer, hacer con una entrañable preocupación que nos poseea, un refugio espiritual”. “Una cabaña de piedra que no atrae las miradas del pasajero y sobre la que nadie tiene interés ni fuerza para echar mano”.
Si se contaba con un lugar así, ya era posible “salir por los caminos y desafiar las luchas, sabiendo que tenemos donde curarnos de las heridas y reposar en las noches”.
Pensamos, que ese “refugio espiritual” como “cabaña de piedra” no era otra cosa que el “segundo patio” de la vieja pero certera expresión tucumana.
Es posible crearlo, con los elementos que cada uno elija.
Para algunos puede ser la lectura de buenos libros y la meditación sobre lo que contienen. “A consecuencia de esto puede venir la escritura, expresar los sentimientos y pensamientos, las reflexiones diarias o de la realidad por medio de un diario, un blog.”
Para otros, las artes platicas, la musica, la fotografía o cualquier aspecto de las ciencia o habilidades que uno posee o las que tiene en potencia.
Es igualmente valida la obtención de conocimientos sobre un tema que resulte atractivo. O la formación de colecciones. En fin, el terreno posibilita toda la vastedad que a cada uno le antoje darle, Pero tiene que ser algo llevado a cabo por el puro gusto de hacerlo, en beneficio del propio espiritu, y no con fines de ganar dinero.
Pensamos que vale la pena construir para uno mismo, silenciosamente pero con decisión ese “segundo patio”.
Un lugar absolutamente nuestro, que nos compense de cierta vulgaridad y de la chatura del trajín diario.
Nuestros integrantes de las Comunidades deben buscar la forma de tener ese “segundo patio”, ese lugar donde me ocupo de mi mismo y me relajo de las vicisitudes de la vida. Y dentro de la Comunidad podríamos generar espacios o maneras de tener como tal, un lugar para uso exclusivo de la Comunidad.
Sobre un texto de Paez de la Torre.
Algunas viviendas no tenían un solo patio, sino dos, que se designaban, respectivamente, con los obvios nombres de “primer patio” y “segundo patio”.
Este ultimo permitía dar mayor olgura y también mayor intimidad, a las actividades de la casa y de sus habitantes.
Tales beneficios habían dado origen, en el habla corriente del viejo Tucumán, a cierta expresión peyorativa. Cuando alguien quería “calificar” en pocas palabras a una persona simple, con vida espiritual y conversación muy limitadas, se decía que “no tiene segundo patio”.
La vida moderna, en teoría, ofrece a los seres humanos una variedad de posibilidades espirituales con las que no soñaron nuestros antepasados.
Pero a la vez, ha creado exigencias tan perentorias que suele tornarse problemático, si no imposible, el conocimiento y el disfrute de tales perspectivas.
Una educación que no ha sido eficaz para despertar inquietudes, primero, y después el trabajo cotidiano, la rutina, el cansancio, ente muchos otros factores, hacen que la vida de mucha gente carezca totalmente de variedad, y que esto la tenga siempre insatisfecha. A pesar de la amplitud de la oferta, le falta “ese segundo patio”.
Juan B. Terán, deslizaba un consejo en su libro; “El nacimiento de la América española”, que certicaba con su propia experiencia. Esta, la experiencia, le había enseñado, “cuan recomendable es, como norma de vida, como secreto de salud y de placer, hacer con una entrañable preocupación que nos poseea, un refugio espiritual”. “Una cabaña de piedra que no atrae las miradas del pasajero y sobre la que nadie tiene interés ni fuerza para echar mano”.
Si se contaba con un lugar así, ya era posible “salir por los caminos y desafiar las luchas, sabiendo que tenemos donde curarnos de las heridas y reposar en las noches”.
Pensamos, que ese “refugio espiritual” como “cabaña de piedra” no era otra cosa que el “segundo patio” de la vieja pero certera expresión tucumana.
Es posible crearlo, con los elementos que cada uno elija.
Para algunos puede ser la lectura de buenos libros y la meditación sobre lo que contienen. “A consecuencia de esto puede venir la escritura, expresar los sentimientos y pensamientos, las reflexiones diarias o de la realidad por medio de un diario, un blog.”
Para otros, las artes platicas, la musica, la fotografía o cualquier aspecto de las ciencia o habilidades que uno posee o las que tiene en potencia.
Es igualmente valida la obtención de conocimientos sobre un tema que resulte atractivo. O la formación de colecciones. En fin, el terreno posibilita toda la vastedad que a cada uno le antoje darle, Pero tiene que ser algo llevado a cabo por el puro gusto de hacerlo, en beneficio del propio espiritu, y no con fines de ganar dinero.
Pensamos que vale la pena construir para uno mismo, silenciosamente pero con decisión ese “segundo patio”.
Un lugar absolutamente nuestro, que nos compense de cierta vulgaridad y de la chatura del trajín diario.
Nuestros integrantes de las Comunidades deben buscar la forma de tener ese “segundo patio”, ese lugar donde me ocupo de mi mismo y me relajo de las vicisitudes de la vida. Y dentro de la Comunidad podríamos generar espacios o maneras de tener como tal, un lugar para uso exclusivo de la Comunidad.
Sobre un texto de Paez de la Torre.