El ser humano aún no ha comprendido, que el Amor no es una opción a elegir. Tampoco es algo que se pueda manipular, interpretar al gusto de cada uno, usar según el interés personal y mucho menos utilizar para engañar o someter a los demás.
El ser humano aún no ha comprendido que el Amor es una Ley Superior, y que como tal es inviolable, y que quien no la cumple está marcando a fuego su propio destino.
Es una ley desde que el Hijo del Padre, Jesucristo, dio su vida para que quedara depositada en este planeta y su enseñanza quedara abierta para los hombres.
Él mostró y demostró que todos somos hermanos desde la comprensión de que todos somos Hijos del Mismo Padre. Todos estamos unidos por una red energética que constituye la base de Unidad sobre la que se levanta el proyecto del Padre para sus Hijos.
Sin la existencia de esa red no sería posible la vida en el planeta, porque esa red aporta la cohesión, la perfecta relación entre todos los seres vivos, el alimento básico que partiendo del Creador aporta a todas las Vidas la energía necesaria para su existencia y desarrollo evolutivo.
Todos somos UNO, y eso es más que una frase, es una clave para comprender la creación y el papel que el ser humano tiene asignado en ella.
Por eso, para que el hombre comprendiera cuál era su papel en la creación, el Hijo mostró el Amor y dejó el camino abierto para el futuro.
Dicho camino no es difícil de recorrer, pero exige morir al egoísmo, a la individualidad, a la separatividad, y exige desarrollar la comprensión de por qué es imprescindible vivir el Amor y para qué hemos de vivirlo, a dónde nos conduce esa vivencia.
Pero, independientemente de los beneficios que aporta al individuo y al colectivo humano la vivencia práctica del Amor, hay que insistir en el hecho de que el Amor no es una opción más.
Esta afirmación puede parecer extraña, el hombre debería estar ya en condiciones de interpretar intelectualmente, la realidad de esta afirmación.
El diseño original del hombre, su estructura interna, está dispuesta de forma tal que sea una con la Ley natural.
El cerebro del hombre es la "computadora" que dirige todo lo que ocurre en el complejo cuerpo humano. En el cerebro existen centros enlazados energéticamente, centros que funcionan positivamente con unas energías y que se bloquean o atrofian con otras.
El hombre fue diseñado para vivir en la Unidad, pero al mismo tiempo posee el libre albedrío, o sea, que puede optar por la separatividad, por el egoísmo.
El primer camino le conduce a niveles evolutivos superiores, porque favorece el desarrollo de la mente.
El segundo, el del egoísmo, le conduce a su propia destrucción. En realidad, el ser humano es una "chispa divina", un átomo del Creador, que "vive" dentro de una compleja máquina que es el cuerpo físico.
Ambas partes, "chispa" y máquina, o vehículo físico, deben estar en perfecto equilibrio. Lo contrario conduce a la enfermedad, en un sentido más amplio, y a la muerte o destrucción del vehículo físico.
Al ser humano se le mostró, se le dio, el Amor, para que comprendiera y viviera esa relación. Primero en sí mismo y luego, o a la vez, con los demás, con toda la creación.
Quebrantar esa ley tiene un precio. Y a estas alturas, ya nadie puede decir que no lo sabía. Pero el ser humano sigue ciego y sordo. En su arrogancia se cree un dios. En su ignorancia está en el camino de destruir su entorno y a sí mismo.
Y lo más triste es que ya está, intelectualmente, en condiciones de comprender la ley, y también de vivirla, de vivir el Amor, y romper el círculo del dolor, de la destrucción. Sólo es una cuestión de lógica. Si todos nos cuidamos y ayudamos, todos viviremos mejor.
Y la Madre Tierra, en su generosidad, tiene suficiente para todos. La decisión final está en el ser humano, en cada uno.
Fusión.com
El ser humano aún no ha comprendido que el Amor es una Ley Superior, y que como tal es inviolable, y que quien no la cumple está marcando a fuego su propio destino.
Es una ley desde que el Hijo del Padre, Jesucristo, dio su vida para que quedara depositada en este planeta y su enseñanza quedara abierta para los hombres.
Él mostró y demostró que todos somos hermanos desde la comprensión de que todos somos Hijos del Mismo Padre. Todos estamos unidos por una red energética que constituye la base de Unidad sobre la que se levanta el proyecto del Padre para sus Hijos.
Sin la existencia de esa red no sería posible la vida en el planeta, porque esa red aporta la cohesión, la perfecta relación entre todos los seres vivos, el alimento básico que partiendo del Creador aporta a todas las Vidas la energía necesaria para su existencia y desarrollo evolutivo.
Todos somos UNO, y eso es más que una frase, es una clave para comprender la creación y el papel que el ser humano tiene asignado en ella.
Por eso, para que el hombre comprendiera cuál era su papel en la creación, el Hijo mostró el Amor y dejó el camino abierto para el futuro.
Dicho camino no es difícil de recorrer, pero exige morir al egoísmo, a la individualidad, a la separatividad, y exige desarrollar la comprensión de por qué es imprescindible vivir el Amor y para qué hemos de vivirlo, a dónde nos conduce esa vivencia.
Pero, independientemente de los beneficios que aporta al individuo y al colectivo humano la vivencia práctica del Amor, hay que insistir en el hecho de que el Amor no es una opción más.
Esta afirmación puede parecer extraña, el hombre debería estar ya en condiciones de interpretar intelectualmente, la realidad de esta afirmación.
El diseño original del hombre, su estructura interna, está dispuesta de forma tal que sea una con la Ley natural.
El cerebro del hombre es la "computadora" que dirige todo lo que ocurre en el complejo cuerpo humano. En el cerebro existen centros enlazados energéticamente, centros que funcionan positivamente con unas energías y que se bloquean o atrofian con otras.
El hombre fue diseñado para vivir en la Unidad, pero al mismo tiempo posee el libre albedrío, o sea, que puede optar por la separatividad, por el egoísmo.
El primer camino le conduce a niveles evolutivos superiores, porque favorece el desarrollo de la mente.
El segundo, el del egoísmo, le conduce a su propia destrucción. En realidad, el ser humano es una "chispa divina", un átomo del Creador, que "vive" dentro de una compleja máquina que es el cuerpo físico.
Ambas partes, "chispa" y máquina, o vehículo físico, deben estar en perfecto equilibrio. Lo contrario conduce a la enfermedad, en un sentido más amplio, y a la muerte o destrucción del vehículo físico.
Al ser humano se le mostró, se le dio, el Amor, para que comprendiera y viviera esa relación. Primero en sí mismo y luego, o a la vez, con los demás, con toda la creación.
Quebrantar esa ley tiene un precio. Y a estas alturas, ya nadie puede decir que no lo sabía. Pero el ser humano sigue ciego y sordo. En su arrogancia se cree un dios. En su ignorancia está en el camino de destruir su entorno y a sí mismo.
Y lo más triste es que ya está, intelectualmente, en condiciones de comprender la ley, y también de vivirla, de vivir el Amor, y romper el círculo del dolor, de la destrucción. Sólo es una cuestión de lógica. Si todos nos cuidamos y ayudamos, todos viviremos mejor.
Y la Madre Tierra, en su generosidad, tiene suficiente para todos. La decisión final está en el ser humano, en cada uno.
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