Al viajar por el Oriente mantuve contactos con monjes del Tibet, de Mongolia, de Japón y de China. Eran hombres tranquilos, comedidos, envueltos en paz en sus túnicas color de azafrán.
Un día observaba el movimiento del aeropuerto, la sala de espera llena de ejecutivos con celulares, notebook, preocupados, ansiosos, comían vorazmente.
Eso me hizo reflexionar: “¿Cuál de los dos modelos produce felicidad?”
Encontré a Daniela en el ascensor a las nueve de la mañana y le pregunté: “¿No has ido a clase?” Ella respondió: “No, voy a la tarde”.
Añadí: “Qué bien, por la mañana podes jugar y dormir hasta más tarde”. “No, tengo clases de inglés, danza, música, pileta...”.
Un día observaba el movimiento del aeropuerto, la sala de espera llena de ejecutivos con celulares, notebook, preocupados, ansiosos, comían vorazmente.
Eso me hizo reflexionar: “¿Cuál de los dos modelos produce felicidad?”
Encontré a Daniela en el ascensor a las nueve de la mañana y le pregunté: “¿No has ido a clase?” Ella respondió: “No, voy a la tarde”.
Añadí: “Qué bien, por la mañana podes jugar y dormir hasta más tarde”. “No, tengo clases de inglés, danza, música, pileta...”.
Me quedé pensando: “Qué pena que no dijo, tengo clase de meditación”.
Estamos construyendo superhombres y supermujeres, totalmente equipados pero emocionalmente infantilizados, por eso las empresas consideran ahora más importante que el Coeficiente Intelectual, la Inteligencia Emocional. No sirve mucho ser un superejecutivo si no consigue relacionarse con las personas. O ser un super padre de familia, si se es poco cariñoso. Qué importante sería incluir clases de meditación en las escuelas.
Una progresista ciudad del interior de Brasil tenía seis librerías y un gimnasio; hoy tiene sesenta gimnasios y tres librerías.
No tengo nada contra el cuidado del cuerpo, pero me preocupo por la desproporción con el cuidado del espíritu. Está bien que todos muramos esbeltos: “¿Cómo estaba el difunto?”, “Hecho una maravilla, no tenía ni una arruga”.
Pero ¿cómo queda la cuestión de la subjetividad? ¿de la espiritualidad? ¿de la ociosidad amorosa?
Antes se hablaba del análisis de la realidad, insertarse en la realidad, conocer la realidad. Hoy la palabra es virtualidad.
Se puede tener sexo virtual, adonde no hay involucramiento emocional. Se puede ser un ciudadano virtual, enviando miles de e-mail por semana en contra o a favor de tal situación en el país, pero sin participar en el Centro Vecinal, por ejemplo.
Entramos en la virtualidad de los valores, no hay compromiso con lo real. Es grave ese proceso de abstracción de lenguaje, de sentimientos: somos místicos virtuales, religiosos virtuales, ciudadanos virtuales. En cuanto a esto, la realidad va por otro lado, pues somos también éticamente virtuales…
La cultura comienza donde termina la naturaleza. Cultura es el refinamiento del espíritu.
La televisión con raras excepciones, es un problema: tenemos la sensación de que somos un poco menos cultos.
La palabra clave es “entretenimiento”; hay horarios que son el Momento Nacional de la Imbecilización Colectiva, imbécil el presentador, el que va y participa, quien pierde la tarde ante la pantalla. Y pasa lo mismo con la publicidad que nos vende "La Felicidad".
Sólo hay una salida, cambiar el deseo hacia dentro, gustarse a sí mismo, ver lo bueno que es ser libre de todo ese condicionamiento globalizante, neoliberal, consumista.
Para una salud mental son indispensables tres requisitos: amistades, autoestima, ausencia de estrés.
Hay una lógica religiosa en el consumismo moderno. Si alguien va a Europa y visita una ciudad donde hay una catedral debe procurar saber la historia de esa ciudad, porque la catedral es la señal de que ella tiene historia.
En la Edad Media las ciudades adquirían status construyendo una catedral; hoy en Brasil, por ejemplo, se construye un centro comercial.
Curioso, la mayoría de los centros comerciales tienen líneas arquitectónicas de catedrales estilizadas, y no se puede ir de cualquier manera, hay que vestir ropa de “misa” dominical. Y allí dentro se siente una sensación paradisíaca: no hay mendigos, niños de la calle, suciedad…
Se entra en esos claustros al son del gregoriano posmoderno, uno observa varios nichos, esas capillas con los venerables objetos de consumo, con sus bellas sacerdotisas. Quien puede comprar se siente en el reino de los cielos, pero si no puede comprar se va a sentir en el infierno.
Todos terminan en la “eucaristía” posmoderna, atraídos por la misma mesa, con el mismo jugo y la misma hamburguesa de Mac…
Cuando construiremos la Comunidad de Personas antes que templos y centros comerciales?.
Cuando camino por las veredas de los comercios y me invitan a entrar, les digo a los empleados: “Sólo estoy dando un paseo socrático”.
Y explico: “A Sócrates, le gustaba despejar la cabeza recorriendo el centro comercial de Atenas. Cuando los vendedores lo asediaban les respondía; sólo estoy mirando cuántas cosas no necesito para ser feliz”.
Sobre un texto de Frei Betto.
Estamos construyendo superhombres y supermujeres, totalmente equipados pero emocionalmente infantilizados, por eso las empresas consideran ahora más importante que el Coeficiente Intelectual, la Inteligencia Emocional. No sirve mucho ser un superejecutivo si no consigue relacionarse con las personas. O ser un super padre de familia, si se es poco cariñoso. Qué importante sería incluir clases de meditación en las escuelas.
Una progresista ciudad del interior de Brasil tenía seis librerías y un gimnasio; hoy tiene sesenta gimnasios y tres librerías.
No tengo nada contra el cuidado del cuerpo, pero me preocupo por la desproporción con el cuidado del espíritu. Está bien que todos muramos esbeltos: “¿Cómo estaba el difunto?”, “Hecho una maravilla, no tenía ni una arruga”.
Pero ¿cómo queda la cuestión de la subjetividad? ¿de la espiritualidad? ¿de la ociosidad amorosa?
Antes se hablaba del análisis de la realidad, insertarse en la realidad, conocer la realidad. Hoy la palabra es virtualidad.
Se puede tener sexo virtual, adonde no hay involucramiento emocional. Se puede ser un ciudadano virtual, enviando miles de e-mail por semana en contra o a favor de tal situación en el país, pero sin participar en el Centro Vecinal, por ejemplo.
Entramos en la virtualidad de los valores, no hay compromiso con lo real. Es grave ese proceso de abstracción de lenguaje, de sentimientos: somos místicos virtuales, religiosos virtuales, ciudadanos virtuales. En cuanto a esto, la realidad va por otro lado, pues somos también éticamente virtuales…
La cultura comienza donde termina la naturaleza. Cultura es el refinamiento del espíritu.
La televisión con raras excepciones, es un problema: tenemos la sensación de que somos un poco menos cultos.
La palabra clave es “entretenimiento”; hay horarios que son el Momento Nacional de la Imbecilización Colectiva, imbécil el presentador, el que va y participa, quien pierde la tarde ante la pantalla. Y pasa lo mismo con la publicidad que nos vende "La Felicidad".
Sólo hay una salida, cambiar el deseo hacia dentro, gustarse a sí mismo, ver lo bueno que es ser libre de todo ese condicionamiento globalizante, neoliberal, consumista.
Para una salud mental son indispensables tres requisitos: amistades, autoestima, ausencia de estrés.
Hay una lógica religiosa en el consumismo moderno. Si alguien va a Europa y visita una ciudad donde hay una catedral debe procurar saber la historia de esa ciudad, porque la catedral es la señal de que ella tiene historia.
En la Edad Media las ciudades adquirían status construyendo una catedral; hoy en Brasil, por ejemplo, se construye un centro comercial.
Curioso, la mayoría de los centros comerciales tienen líneas arquitectónicas de catedrales estilizadas, y no se puede ir de cualquier manera, hay que vestir ropa de “misa” dominical. Y allí dentro se siente una sensación paradisíaca: no hay mendigos, niños de la calle, suciedad…
Se entra en esos claustros al son del gregoriano posmoderno, uno observa varios nichos, esas capillas con los venerables objetos de consumo, con sus bellas sacerdotisas. Quien puede comprar se siente en el reino de los cielos, pero si no puede comprar se va a sentir en el infierno.
Todos terminan en la “eucaristía” posmoderna, atraídos por la misma mesa, con el mismo jugo y la misma hamburguesa de Mac…
Cuando construiremos la Comunidad de Personas antes que templos y centros comerciales?.
Cuando camino por las veredas de los comercios y me invitan a entrar, les digo a los empleados: “Sólo estoy dando un paseo socrático”.
Y explico: “A Sócrates, le gustaba despejar la cabeza recorriendo el centro comercial de Atenas. Cuando los vendedores lo asediaban les respondía; sólo estoy mirando cuántas cosas no necesito para ser feliz”.
Sobre un texto de Frei Betto.