Quiero que el grito del Adviento: ¡Ven, Señor, Jesús! sea verdaderamente un grito y no una expresión devota pero desencarnada. Creo que sólo se puede celebrar el Adviento desde una profunda solidaridad con los anhelos más hondos de la humanidad.
Por eso, en estos días, me preguntaba por las esperanzas concretas de la gente, de la de cerca y de la de lejos, esperanzas de carne y hueso, con nombres y apellidos... y he buscado en mi interior cuáles son mis esperanzas, aquellas en las que se va mi vida y mi tiempo, las que traducen en mi día a día cotidianos el anhelo de la venida del Señor.
Los invito a hacer lo mismo, a ponerse en la piel de la gente y en los zapatos de sus esperanzas, para enraizar nuestra esperanza en las esperanzas reales de la humanidad.
¿Qué espera la gente?;
Encontrar trabajo...
Poder terminar de pagar la casa, con esas hipotecas infernales...
Que su hijo, hija, madre, padre, marido, mujer... se cure de esa enfermedad...
Que haya armonía en el hogar... Verse libre, por fin, de quien maltrata...
Conservar el empleo, en estos tiempos que corren... Volver a ver a los suyos...
Encontrar amigos para acompañar la soledad... Que el familiar salga de la cárcel...
Recuperar la alegría o que NN la recupere, lleva tanto tiempo con la depresión...
Que la guerra se acabe y que no mate a su gente... Que deje de destruir su pueblo, su país...
Tener algo que llevarse hoy a la boca o dar a sus hijos...
Ver pronto a quienes se fueron a tierras lejanas a buscar el sustento de la familia.
Que le devuelvan a quien le arrebató un atentado terrorista, un accidente de tráfico, un ataque militar o cualquier otra brutalidad.
Que les permitan volver a sus tierras, cultivar y vivir en las tierras de sus antepasados, explotadas ahora por la macroempresa de turno.
Que lleven e pavimento, la luz o el agua a su pueblo o a su barrio.
Encontrar por fin el tratamiento o la vacuna contra tal enfermedad después de tantas investigaciones...
Y yo ¿qué espero? ¿Cuáles son mis anhelos más profundos?;
Que mi madre se recupere y que no pierda la paciencia, que mi padre conserve la salud y el ánimo.
Seguir disfrutando del cariño de los míos y de este trabajo que tanto me gusta.
Que los hombres y mujeres que “vagan” sin empleo lo encuentren pronto... Que podamos construir entre todos una sociedad integrada y nueva, multicultural, dialogante y solidaria.
Que nos alegremos de ser distintos y de poder y querer convivir... Que se derrumben los nuevos muros...
Que desaparezca la violencia de las relaciones entre las personas y los pueblos...
Que haya una transformación del sistema que ponga a la persona en el centro como valor supremo...
Que nos miremos unos a otros al fondo del corazón y no al color de la piel, al nombre o al lugar de procedencia...
Que la Iglesia sea de verdad la Iglesia de Jesús... que renuncie al poder, que sea humilde, pobre, samaritana,
novia del mundo...
Que mi comunidad siga intentando el camino de contenernos unos a otros con calidez, de buscar juntos las invitaciones de Dios para nosotros desde la realidad y de vivir para la gente y no para nosotros mismos...
Que vivamos un cristianismo menos burgués y acomodado, que despleguemos nuestra entraña profética
y la expresemos con nuevos signos y presencias.
Quiero “aguardar la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador” agarrada de la mano de mis hermanos y hermanas. Y, mientras tanto, recibir al Señor que ya está viniendo a acompañar nuestras esperanzas cotidianas, alentando nuestros esfuerzos por conquistarlas.
Ana Isabel González Díez - Eclesalia Informativo. Noviembre 2008
Encontrar trabajo...
Poder terminar de pagar la casa, con esas hipotecas infernales...
Que su hijo, hija, madre, padre, marido, mujer... se cure de esa enfermedad...
Que haya armonía en el hogar... Verse libre, por fin, de quien maltrata...
Conservar el empleo, en estos tiempos que corren... Volver a ver a los suyos...
Encontrar amigos para acompañar la soledad... Que el familiar salga de la cárcel...
Recuperar la alegría o que NN la recupere, lleva tanto tiempo con la depresión...
Que la guerra se acabe y que no mate a su gente... Que deje de destruir su pueblo, su país...
Tener algo que llevarse hoy a la boca o dar a sus hijos...
Ver pronto a quienes se fueron a tierras lejanas a buscar el sustento de la familia.
Que le devuelvan a quien le arrebató un atentado terrorista, un accidente de tráfico, un ataque militar o cualquier otra brutalidad.
Que les permitan volver a sus tierras, cultivar y vivir en las tierras de sus antepasados, explotadas ahora por la macroempresa de turno.
Que lleven e pavimento, la luz o el agua a su pueblo o a su barrio.
Encontrar por fin el tratamiento o la vacuna contra tal enfermedad después de tantas investigaciones...
Y yo ¿qué espero? ¿Cuáles son mis anhelos más profundos?;
Que mi madre se recupere y que no pierda la paciencia, que mi padre conserve la salud y el ánimo.
Seguir disfrutando del cariño de los míos y de este trabajo que tanto me gusta.
Que los hombres y mujeres que “vagan” sin empleo lo encuentren pronto... Que podamos construir entre todos una sociedad integrada y nueva, multicultural, dialogante y solidaria.
Que nos alegremos de ser distintos y de poder y querer convivir... Que se derrumben los nuevos muros...
Que desaparezca la violencia de las relaciones entre las personas y los pueblos...
Que haya una transformación del sistema que ponga a la persona en el centro como valor supremo...
Que nos miremos unos a otros al fondo del corazón y no al color de la piel, al nombre o al lugar de procedencia...
Que la Iglesia sea de verdad la Iglesia de Jesús... que renuncie al poder, que sea humilde, pobre, samaritana,
novia del mundo...
Que mi comunidad siga intentando el camino de contenernos unos a otros con calidez, de buscar juntos las invitaciones de Dios para nosotros desde la realidad y de vivir para la gente y no para nosotros mismos...
Que vivamos un cristianismo menos burgués y acomodado, que despleguemos nuestra entraña profética
y la expresemos con nuevos signos y presencias.
Quiero “aguardar la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador” agarrada de la mano de mis hermanos y hermanas. Y, mientras tanto, recibir al Señor que ya está viniendo a acompañar nuestras esperanzas cotidianas, alentando nuestros esfuerzos por conquistarlas.
Ana Isabel González Díez - Eclesalia Informativo. Noviembre 2008