Empezamos bien, ¿no? ¡¡¡Queremos motivos para la alegría, para el júbilo, para la sonrisa!!! Pero es que a veces la vida nos da razones para la pena, el llanto, el desconsuelo. Y sería un error echar a correr demasiado pronto en pos de un bienestar reconquistado.
A veces, lo humano, es aceptar nuestra porción de desierto. Saldremos de las sombras, se disiparán las tormentas, volverá a brillar el sol, pero toca asumir que, a veces, la vida duele un poco. Por tantas razones y sin razones…
1. LOS MOTIVOS DE ADENTRO...
“¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué estás gimiendo? Espera en Dios…” (Sal 42-43)
Son tan variados, ¿eh? ¿Qué se oculta tras nuestros semblantes, a veces indescifrables? ¿Por qué hoy me he levantado con mal pie? ¿Por qué a veces pesa todo? ¿Por qué hay días en que los minutos se hacen eternos? ¿Por qué en ocasiones me siento solo, aun rodeado de gente? ¿Por qué muerde la duda, o la nostalgia? ¿Por qué a veces me siento incomunicado? ¿Por qué cuesta tanto pedir ayuda? ¿Por qué, a veces, no me aguanto ni a mí mismo?
Muchas veces no sé la respuesta, pero quizás no importa mucho. Sólo te pido, Señor, que en esos momentos no me dejes rendirme. Que no me dejes tampoco dramatizar demasiado. Que me ayudes a sonreír un poco ante mis angustias. Que me enseñes a fiarme, de Ti y de otros.
¿Qué hago con mis porciones de desierto? ¿Qué cosas me hacen sentir triste, así, por dentro?
2. LOS MOTIVOS DE AFUERA...
“Me agito en mi ansiedad, me turba la voz del enemigo, la presión del malvado” (Sal 55)
Sinceramente, también hay motivos que no dependen de mí, y, sin embargo, son tan reales… Las noticias que, de tan repetidas, se me han vuelto lejanas. Pero, cuando las pienso, estremecen. Todos esos rostros que me hablan de vidas en permanente crisis. Porque falta la paz, el pan, la educación, el acceso a la salud… Vidas en permanente tensión cuando se vive desde enfrentamientos estériles, rencores, descalificaciones. Vidas en permanente zozobra cuando calla el amor y habla el egoísmo. Lejos y cerca.
También aquí te pido, Señor, que me des un corazón sensible, entrañas de misericordia, capacidad para conmoverme y no cerrar los ojos ante todo eso que ocurre. Porque, para esas vidas heridas, sé que tú tienes respuesta. Pero tenemos que encontrarla juntos.
Pastoral.org
A veces, lo humano, es aceptar nuestra porción de desierto. Saldremos de las sombras, se disiparán las tormentas, volverá a brillar el sol, pero toca asumir que, a veces, la vida duele un poco. Por tantas razones y sin razones…
1. LOS MOTIVOS DE ADENTRO...
“¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué estás gimiendo? Espera en Dios…” (Sal 42-43)
Son tan variados, ¿eh? ¿Qué se oculta tras nuestros semblantes, a veces indescifrables? ¿Por qué hoy me he levantado con mal pie? ¿Por qué a veces pesa todo? ¿Por qué hay días en que los minutos se hacen eternos? ¿Por qué en ocasiones me siento solo, aun rodeado de gente? ¿Por qué muerde la duda, o la nostalgia? ¿Por qué a veces me siento incomunicado? ¿Por qué cuesta tanto pedir ayuda? ¿Por qué, a veces, no me aguanto ni a mí mismo?
Muchas veces no sé la respuesta, pero quizás no importa mucho. Sólo te pido, Señor, que en esos momentos no me dejes rendirme. Que no me dejes tampoco dramatizar demasiado. Que me ayudes a sonreír un poco ante mis angustias. Que me enseñes a fiarme, de Ti y de otros.
¿Qué hago con mis porciones de desierto? ¿Qué cosas me hacen sentir triste, así, por dentro?
2. LOS MOTIVOS DE AFUERA...
“Me agito en mi ansiedad, me turba la voz del enemigo, la presión del malvado” (Sal 55)
Sinceramente, también hay motivos que no dependen de mí, y, sin embargo, son tan reales… Las noticias que, de tan repetidas, se me han vuelto lejanas. Pero, cuando las pienso, estremecen. Todos esos rostros que me hablan de vidas en permanente crisis. Porque falta la paz, el pan, la educación, el acceso a la salud… Vidas en permanente tensión cuando se vive desde enfrentamientos estériles, rencores, descalificaciones. Vidas en permanente zozobra cuando calla el amor y habla el egoísmo. Lejos y cerca.
También aquí te pido, Señor, que me des un corazón sensible, entrañas de misericordia, capacidad para conmoverme y no cerrar los ojos ante todo eso que ocurre. Porque, para esas vidas heridas, sé que tú tienes respuesta. Pero tenemos que encontrarla juntos.
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