Hay tantas formas de mirar lo que celebramos en la Semana Santa… Hay palabras que siguen llegándonos hoy con intensidad. Hay gestos que nos impresionaron por su significado. Hay silencios que fueron clamorosos. Hay personajes que nos reflejaron. Hay miradas que aprenden de lo que ven.
Miremos, de nuevo a las manos, que tanto expresaron esos días. Manos que repartieron el pan. Manos que detuvieron y golpearon. Manos que acogieron. Manos que se lavaron para negar la infamia. Manos que empuñaron el látigo. Manos que trenzaron coronas de espinas. Manos que fueron clavadas a un madero.
.- ¿Y mis manos? Siguen iguales?.
1. MANOS FECUNDAS
“Mientras cenaban, Jesús tomó pan , pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a los discípulos…” (Mt 26,26)
Son las manos que toman el pan, para bendecidlo, partirlo y compartirlo. Toman lo que es importante para hacerlo llegar a quien lo necesita. Las manos que trabajan y que cuidan, que protegen y acarician, que abrazan y sanan. Las manos que escriben y producen.
Las que se alzan para protestar contra lo injusto. Manos de artista, de artesano, de campesino, de médico, de obrero, de madre, de trabajador, de amigo. Manos de quien echa una mano, para ayudar a cargar con las cruces, para aliviar las cargas, para acunar los rostros golpeados.
.- Luego de la Resurrección, cuándo, o en qué, son “mis manos” pueden ser fecundas?
2. MANOS INDIFERENTES
“Viendo Pilato que no conseguía nada, sino que el alboroto iba en aumento, tomó agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: ‹‹No me hago responsable de esta muerte. ¡Allá vosotros!››” (Mt 27,24)
Las de quien se desentiende. Se lavan. Se cierran. Se protegen para no gastarse, para no implicarse, para no saber. Manos de cristal, de porcelana, de arena, eternamente inmaculadas por no haber vivido nada, o incapaces de aferrar algo.
Manos que nunca han tocado la tierra, el barro, la carne ajena. Manos incapaces de sentir, de romperse, de gastarse un poco. Manos lavadas en agua pero regadas en sangre invisible. Manos que abofetean al inocente, o que rasgan hipócritamente las propias vestiduras, escandalizadas por una verdad que asusta. Las manos frías. Las manos verdaderamente muertas.
.- Luego de la Resurrección, pueden “mis manos” ser indiferentes?
3. MANOS TRASPASADAS
“Después lo crucificaron, y se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes a ver qué se llevaba cada uno” (Mc 15,24)
Por clavos, por cansancios. Hay manos de millones de hermanos que se alzan al cielo en súplica muda. Las que buscan algo con lo que saciar el hambre de los hijos. Las que ya no tienen fuerzas para sostener nada. Las que se aprietan, desesperadas, en gesto de impotencia.
Manos que tratan de ocultar los sollozos cuando no se puede más. Manos heridas, llagadas, atravesadas por clavos invisibles. Manos esposadas con cadenas de odio, de exclusión, de rechazo. Manos que golpean, con desesperación, puertas cerradas. Manos muy abiertas, esperando ser acogidas. Manos ya inertes de pura derrota.
.- Luego de la Resurrección, cuando siento que “mis manos” son traspasadas?
Miremos, de nuevo a las manos, que tanto expresaron esos días. Manos que repartieron el pan. Manos que detuvieron y golpearon. Manos que acogieron. Manos que se lavaron para negar la infamia. Manos que empuñaron el látigo. Manos que trenzaron coronas de espinas. Manos que fueron clavadas a un madero.
.- ¿Y mis manos? Siguen iguales?.
1. MANOS FECUNDAS
“Mientras cenaban, Jesús tomó pan , pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a los discípulos…” (Mt 26,26)
Son las manos que toman el pan, para bendecidlo, partirlo y compartirlo. Toman lo que es importante para hacerlo llegar a quien lo necesita. Las manos que trabajan y que cuidan, que protegen y acarician, que abrazan y sanan. Las manos que escriben y producen.
Las que se alzan para protestar contra lo injusto. Manos de artista, de artesano, de campesino, de médico, de obrero, de madre, de trabajador, de amigo. Manos de quien echa una mano, para ayudar a cargar con las cruces, para aliviar las cargas, para acunar los rostros golpeados.
.- Luego de la Resurrección, cuándo, o en qué, son “mis manos” pueden ser fecundas?
2. MANOS INDIFERENTES
“Viendo Pilato que no conseguía nada, sino que el alboroto iba en aumento, tomó agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: ‹‹No me hago responsable de esta muerte. ¡Allá vosotros!››” (Mt 27,24)
Las de quien se desentiende. Se lavan. Se cierran. Se protegen para no gastarse, para no implicarse, para no saber. Manos de cristal, de porcelana, de arena, eternamente inmaculadas por no haber vivido nada, o incapaces de aferrar algo.
Manos que nunca han tocado la tierra, el barro, la carne ajena. Manos incapaces de sentir, de romperse, de gastarse un poco. Manos lavadas en agua pero regadas en sangre invisible. Manos que abofetean al inocente, o que rasgan hipócritamente las propias vestiduras, escandalizadas por una verdad que asusta. Las manos frías. Las manos verdaderamente muertas.
.- Luego de la Resurrección, pueden “mis manos” ser indiferentes?
3. MANOS TRASPASADAS
“Después lo crucificaron, y se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes a ver qué se llevaba cada uno” (Mc 15,24)
Por clavos, por cansancios. Hay manos de millones de hermanos que se alzan al cielo en súplica muda. Las que buscan algo con lo que saciar el hambre de los hijos. Las que ya no tienen fuerzas para sostener nada. Las que se aprietan, desesperadas, en gesto de impotencia.
Manos que tratan de ocultar los sollozos cuando no se puede más. Manos heridas, llagadas, atravesadas por clavos invisibles. Manos esposadas con cadenas de odio, de exclusión, de rechazo. Manos que golpean, con desesperación, puertas cerradas. Manos muy abiertas, esperando ser acogidas. Manos ya inertes de pura derrota.
.- Luego de la Resurrección, cuando siento que “mis manos” son traspasadas?