La Semana Santa comienza con el domingo de Ramos, adonde recordamos la entrada de Jesús en Jerusalén.
Recordamos que sucedió unos días antes de su muerte. Fue una entrada grandiosa, y al mismo tiempo, humilde. Jerusalén estaba llena de peregrinos venidos de los alrededores y de otras naciones para celebrar la Pascua Judía.
Una multitud rodeó a Jesús, con ramos de olivos y ramas de palmeras, lo acompañó en su entrada en la ciudad. La gente lo aclamaba y cantaba alegremente. Se percibía en los peregrinos que reconocían a Jesús, la fe y la esperanza.
La Semana Santa comienza y termina con alegría. Por eso es bueno recordar las palabras del Padre obispo, Luis Villalba, aquí ponemos párrafos completos de la misma;
En esta semana Santa se nos invita a vivir la COMUNIÓN MISIONERA desde la alegría
Esta palabra para los romanos, era Gaudere, como “sensación de seguridad en sí mismo” o “autoestima”, más que una sensación, era un estado, para ellos era una virtud. De Gaudere provienen las palabras gozo, regocijo, regodeo.
La palabra alegría la hemos obtenido muy probablemente del latín, de Alacre habríamos pasado a alegre.
También tiene su origen Alacer/alacris, activo, vivo, lleno de ardor, lleno de entusiasmo, ágil, ligero. La Alacritas de que deriva la palabra alegría, no es en origen una cualidad humana, ni menos una manifestación del Espíritu, sino característica de los animales superiores, una manera de manifestarse.
Puede decirse que la alegría es el valor de los valores, o también, el denominador común de todos ellos.
Cuando se intenta ser responsable, generoso, trabajador... la alegría aparece como un fruto maduro de este intento. Desarrollarse como persona, lleva consigo, siempre, la alegría y la felicidad. Todos los valores acercan al hombre a la felicidad y, por eso, la educación ha de ser una educación para la alegría.
En nuestra sociedad actual vemos cada vez más acentuada la falta de alegría que hay en nuestra gente: uno puede decir que nuestra sociedad está muy negativa, que no hay razones para alegrarse, todo está mal, etc.
Un diario sacó un artículo sobre este tema y decía en su título “La falta de alegría en la vida aumenta el riesgo de muerte temprana”: en él se relata que las personas que no creen que valga la pena vivir son más propensas a morir prematuramente.
Lo que más llama la atención en este artículo, es que las personas que tienen estas motivaciones, son las que tienen mayor visión negativa de la vida. Claro está que no es algo totalmente absoluto, pero esto nos da una pista de nuestra realidad.
En nuestras comunidades parroquiales no es algo ajeno a esta realidad, se da también el mirar negativamente la realidad, que hace perder el gozo, la alegría de ser cristianos, de quienes estamos llamados a llevar una Buena Noticia.
Recordamos que sucedió unos días antes de su muerte. Fue una entrada grandiosa, y al mismo tiempo, humilde. Jerusalén estaba llena de peregrinos venidos de los alrededores y de otras naciones para celebrar la Pascua Judía.
Una multitud rodeó a Jesús, con ramos de olivos y ramas de palmeras, lo acompañó en su entrada en la ciudad. La gente lo aclamaba y cantaba alegremente. Se percibía en los peregrinos que reconocían a Jesús, la fe y la esperanza.
La Semana Santa comienza y termina con alegría. Por eso es bueno recordar las palabras del Padre obispo, Luis Villalba, aquí ponemos párrafos completos de la misma;
En esta semana Santa se nos invita a vivir la COMUNIÓN MISIONERA desde la alegría
Esta palabra para los romanos, era Gaudere, como “sensación de seguridad en sí mismo” o “autoestima”, más que una sensación, era un estado, para ellos era una virtud. De Gaudere provienen las palabras gozo, regocijo, regodeo.
La palabra alegría la hemos obtenido muy probablemente del latín, de Alacre habríamos pasado a alegre.
También tiene su origen Alacer/alacris, activo, vivo, lleno de ardor, lleno de entusiasmo, ágil, ligero. La Alacritas de que deriva la palabra alegría, no es en origen una cualidad humana, ni menos una manifestación del Espíritu, sino característica de los animales superiores, una manera de manifestarse.
Puede decirse que la alegría es el valor de los valores, o también, el denominador común de todos ellos.
Cuando se intenta ser responsable, generoso, trabajador... la alegría aparece como un fruto maduro de este intento. Desarrollarse como persona, lleva consigo, siempre, la alegría y la felicidad. Todos los valores acercan al hombre a la felicidad y, por eso, la educación ha de ser una educación para la alegría.
En nuestra sociedad actual vemos cada vez más acentuada la falta de alegría que hay en nuestra gente: uno puede decir que nuestra sociedad está muy negativa, que no hay razones para alegrarse, todo está mal, etc.
Un diario sacó un artículo sobre este tema y decía en su título “La falta de alegría en la vida aumenta el riesgo de muerte temprana”: en él se relata que las personas que no creen que valga la pena vivir son más propensas a morir prematuramente.
Lo que más llama la atención en este artículo, es que las personas que tienen estas motivaciones, son las que tienen mayor visión negativa de la vida. Claro está que no es algo totalmente absoluto, pero esto nos da una pista de nuestra realidad.
En nuestras comunidades parroquiales no es algo ajeno a esta realidad, se da también el mirar negativamente la realidad, que hace perder el gozo, la alegría de ser cristianos, de quienes estamos llamados a llevar una Buena Noticia.
A veces parece que somos portadores de calamidades, desgracias y nada que haga referencia al mensaje de Jesús, esto no quiere decir que perdamos la visión realista de la vida eclesial, ser alegre no significa ser iluso, sino alegre con la plena conciencia de la realidad que vivo, una alegría transformadora, vital, sobrenatural.
…Por eso, a partir de esta realidad que nos interpela continuamente y en la cual se conjugan luces y sombras, es la llamada que nos hace el Maestro para la trasformación de esta sociedad sedienta del anuncio de un mensaje esperanzador. Qué bueno sería que nosotros, de una vez por todas, nos diéramos cuenta de la necesidad que eso tiene para la vida de la comunidad y todo para que el mensaje sea real y vivo.
Esta es la misión que nos toca anunciar: no hay otra. Ante la tristeza que se vive y que parece que nos condena y nos quiere llevar a todos a un mismo camino, surge esta propuesta atractiva: la de alegrarnos en la Pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Si desean seguir leyendo la carta completa, entrar a:
…Por eso, a partir de esta realidad que nos interpela continuamente y en la cual se conjugan luces y sombras, es la llamada que nos hace el Maestro para la trasformación de esta sociedad sedienta del anuncio de un mensaje esperanzador. Qué bueno sería que nosotros, de una vez por todas, nos diéramos cuenta de la necesidad que eso tiene para la vida de la comunidad y todo para que el mensaje sea real y vivo.
Esta es la misión que nos toca anunciar: no hay otra. Ante la tristeza que se vive y que parece que nos condena y nos quiere llevar a todos a un mismo camino, surge esta propuesta atractiva: la de alegrarnos en la Pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Si desean seguir leyendo la carta completa, entrar a: