- FOBOFOBIAS - Los miedos no deben tener la última palabra, no se deben convertir en un motor contra aquello que podríamos haber hecho y dejado pasar.

¿Miedo a los miedos? ¿Existe realmente? ¿Es una invención de la literatura clínica, de la literatura de ciencia ficción o de terror? ¿Se refiere a aquellas personas para las que ver una película con un suspenso elevado y continuo es algo molesto? ¿O va más allá?
El miedo a los miedos no es más que una herramienta, dentro de un conjunto de seguridades y comodidades que pretenden hacernos no sufrir. Pero también limitar. Dicho de otra manera...
... podríamos llegar a comprender que es propio del ser humano tanto la confianza como los miedos, e incluso pensar que, pensando en el futuro, sean mayores los temores que las seguridades. ¿Dónde viviré? ¿Qué haré? ¿Con quién me encontraré?
Y ante los miedos, existen dos caminos: uno busca signos que procuren adelantar lo que sobrevendrá; el otro, ciego, se deja de preguntar y mantiene una postura apática hasta que llegue el momento de abrir los ojos.
Los miedos se vencen con decisión, o dicho de otra manera, con decisiones concretas, palpables, pasos más o menos cortos y grandes que despejen la niebla. Los miedos no pueden tener ni la última palabra, ni la más importante, ni se pueden convertir a la larga en un motor contra aquello que podríamos haber hecho y que hemos dejado pasar.
Los miedos nos hacen buscar y “creer” en “salvadores”, “mesías”, “profetas”, todos ellos falsos.
Los miedos, llaman a la inseguridad, a la desconfianza, a vivir calculando, minan nuestras fortalezas, nuestra Fe, los miedos nos hacen creer que el prójimo es nuestro enemigo y que ser buen samaritano es para otras personas.
Los miedos llaman a los miedos, pero contra ellos hay que decir que también la confianza y la fe se fortalecen con más confianza, con más fe, con más valentía. Para ello debemos buscar los signos y el apoyo de la Comunidad, del compromiso amplio y generoso en todos los ambientes, buscar la solidaridad y si no hay, hacerla, proponerla, y si encontramos a nuestros hermanos con miedo, debemos promocionar en ellos la Fe, la Esperanza y el Amor. Quien quiera ver y creer, puede.

AHORA QUE ATARDECE
Ahora, Señor, que atardece
y se echan las tinieblas sobre mi corazón,
sólo quiero pedirte una cosa:
No te vayas, no sabría vivir sin ti;
no te alejes, no podría vivir
sin la luz de tu mirada en mis ojos,
sin la fuerza de tu palabra en mis oídos,
sin el calor de tu sangre en mis venas,
sin la certeza de tu presencia en mi alma,
en lo más hondo de mi ser.
Sin ti, Señor, me moriría de frío.
Ya sé que puedes ocultarte
para probar mi fe,
pero siempre estarás conmigo.
Ya sé que no puedes huir de mi vida
porque lo invades todo,
lo penetras todo,
lo creas y conservas todo;
pero dame, Señor, una mirada limpia,
capaz de alcanzar tu luz a través de la noche.

Ahora que voy a tientas,
ilumíname por dentro,
y aunque mis pies vacilen,
haz, Señor, Señor, Señor,
que mi corazón vea. Amén.

Ángel Sanz Arribas, cmf