No se trata de un concierto piscícola, no. No están ensayando ningún número musical.
Están en la antesala de la muerte.
Sus bocas abiertas son un desesperado e inútil esfuerzo por aferrarse a la vida.
Su medio natural, el agua, está contaminada por el hombre, por la irresponsabilidad del hombre, por el egoísmo y la avaricia del hombre.
Afortunadamente no son conscientes de su asesino, ni tampoco de lo poco que éste valora sus vidas. Son tan sólo vidas naturales, puras, que sólo pueden existir en un entorno puro.
Aunque sus ojos parecen mirarnos preguntándonos qué está pasando, suplicando ayuda.
Pero, ¿existe alguna respuesta que justifique algo así? ¿Existe alguna razón que justifique la destrucción de la naturaleza, de la vida?
No, porque de la misma forma que ellos no entenderían ninguna respuesta, tampoco el hombre acaba de entender que su desprecio hacia la vida es su propia condena a muerte.
Todos vamos en el mismo barco. Todos navegamos por el Cosmos en un insignificante barco rodeado de gigantes y en un equilibrio precario que hay que mantener.
Todos podemos acabar con nuestras bocas abiertas implorando un poco de oxígeno.
La diferencia es que nosotros seremos conscientes.