¿Existen católicos "no cristianos"?
Pues parece que sí, puesto que existen católicos de facón al cinto que arremeten contra todo lo que se mueve. Los hay y los ha habido siempre a lo largo de nuestra historia.
Pues parece que sí, puesto que existen católicos de facón al cinto que arremeten contra todo lo que se mueve. Los hay y los ha habido siempre a lo largo de nuestra historia.
Pero ahora muchos de ellos pululan por Internet y arremeten contra cualquier viento nuevo de muchas formas, disfrazados de cristianos, apocalipticos, fundamentalistas, defensores, ientes, milicianos, otros lo hacen sin compasión ni modales. Y lo hacen de forma reiterada, consciente, violenta, frecuentemente embozados en seudónimos y datos falsos. Es uno de los fenómenos actuales que más me llaman la atención.
Sin embargo los cristianos somos, ante todo, personas libres porque libres nos creó el Creador y porque a liberarnos vino el Señor.
Los supuestos católicos de armadura y lanza demuestran muy poco respeto a la libertad. Por ahí ya empiezan a descalificarse como cristianos. Si no te gusta un artículo, no lo leas. Si una opinión te parece contraria a la verdad, aporta la tuya con respeto. ¿Por qué ese afán de dar espadazos a diestro y siniestro? "No apaguen el Espíritu, no desprecien el don de Profecía. Revisen todo y quédense sólo con lo bueno"
No todos vemos lo mismo, ni hemos adquirido los mismos conocimientos, ni tenemos el mismo desarrollo personal. ¿Quién te dice a vos que ése que escribe o habla no lo hace desde lo mejor y gratuitamente? Sólo eso merecería un delicado respeto: "Nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído" (Hec 4,20).
Sin embargo, estos "católicos de papel" prefieren cualquier papel doctrinal, por apolillado que esté, a la Escritura y descargan sus armas verbales contra sus hermanos por saltarse no sé qué canon, número del catecismo o superada interpretación. Olvidan que todo compendio doctrinal requiere permanente actualización, que los papeles y cuadrículas son tantos que es imposible mantenerlos al día.
Estos católicos en celo se comportan como los apóstoles antes de su conversión: "Pero los samaritanos no lo recibieron porque iba camino de Jerusalén. Al ver esto, los discípulos Santiago y Juan dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?».
Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió: No saben de qué espíritu son, porque este Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos" (Lc 9,53).
Los que escriben, reenvían, envían o comentan en los "blogs" o en cualquier foro -virtual o real- con los bolsillos cargados de pólvora y los ojos cegados de ira olvidan una verdad evidente: la vida del hombre sobre la tierra es progresiva -individual y colectivamente- como lo es la revelación del Espíritu. Al menos lo es nuestra capacidad de descubrirla.
Olvidan igualmente que la "doctrina oficial", ciertamente muy valiosa, constituye la señalización conocida y recomendada para un momento dado. Pero nada impide que se puedan descubrir nuevos caminos y luces, accesos anteriormente ocultos. Apedrear a los buscadores sinceros porque hablan lenguas nuevas es tan necio como negarse a usar los inventos recientes o desechar los descubrimientos científicos.
Y por último, olvidan un valor básico para cualquier cristiano: la prioridad de la Paz. Somos discípulos de un pacifista. Lo que no quiere decir que seamos flojos, débiles, vencidos, ni cobardes. Todo lo contrario.
Para ser pacifista, para salir a la palestra armado solamente con el deseo de hacer el bien, hay que ser muy fuerte, muy profundo y muy cristiano. Después de tantas "guerras de religión" y "abusos contra las personas" con los que hemos deshonrado a la Iglesia, por fin Juan Pablo II nos lo dijo muy claro: "La fe se propone no se impone".
Ni tú, ni yo, ni nadie, tenemos derecho alguno a "excomulgar" a quien no se expresa como yo pienso, digo o practico. Proponer es lo nuestro, nunca imponer. Y menos con las envenenadas armas de la injuria, la maledicencia, la difamación o la calumnia o utilizando cualquier método.
No creo que se pueda ser católico sin ser cristiano, a pesar de los violentos de todas las épocas. Aunque nuestra intención sea erradicar el error y el supuesto mal que vemos en ojo ajeno, nunca podemos pretender arrancarlo violentamente.
Lo dice el Evangelio y lo olvidan, incluso, muchos guías espirituales: "¿Quieres que vayamos a arrancarla? Les contestó: ¡No! No sea que, al recoger la cizaña, arranquen con ella el trigo. Dejen crecer juntas las dos cosas hasta la siega" (Mt 13,28). ¿Qué doctrina oficial avala entonces a ésos que no se separan de la guadaña?
El signo por el que empezó a reconocerse a los cristianos fue aquella rotunda admiración: "¡Miren cómo se aman!". Hoy día, cualquiera que surfee un poquito por páginas religiosas podría decirnos: ¡Miren cómo se insultan, juzgan y apedrean! ¿Por qué? Porque olvidamos el Evangelio y negamos el Espíritu.
Repetimos lo mismo que nuestro Señor censuró: el fanatismo, el rigorismo humano y la rigidez de una religión miope que se apega a lo secundario (letra, rito, doctrina y tradición) y olvida lo principal (el amor, el Espíritu y el camino a la plenitud).
Cuando oigas o leas palabras nuevas, interpretaciones distintas, voces inéditas, tómalas o déjalas, cuestiónate o sigue por la senda de lo trillado. ¡La elección es tu derecho! Pero no acuses a nadie de hereje o de enemigo. Antes de descalificar, agredir o matar relee el martirio de san Esteban. ¿No hacemos hoy lo mismo?
A esos católicos inmovilistas de agresión rápida y verbo ofensivo les recordaré: "El cristianismo es Camino que hay que caminar, Verdad que hay que descubrir y Vida que hay que desarrollar". El inmovilismo es contrario al cristianismo: "Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos" (Mt 8,22).
La prueba final es breve y rotunda: "Por sus frutos los conocerán" (Mt 7,20). Si se apedrean entre sí o apedrean a otros, ni católicos ni cristianos; sólo violentos y agresivos homínidos. Confundir religión con violencia es una de las mayores degradaciones de nuestra historia y la negación de nuestra identidad.
Sobre un artículo de Jairo del Agua.
Sin embargo los cristianos somos, ante todo, personas libres porque libres nos creó el Creador y porque a liberarnos vino el Señor.
Los supuestos católicos de armadura y lanza demuestran muy poco respeto a la libertad. Por ahí ya empiezan a descalificarse como cristianos. Si no te gusta un artículo, no lo leas. Si una opinión te parece contraria a la verdad, aporta la tuya con respeto. ¿Por qué ese afán de dar espadazos a diestro y siniestro? "No apaguen el Espíritu, no desprecien el don de Profecía. Revisen todo y quédense sólo con lo bueno"
No todos vemos lo mismo, ni hemos adquirido los mismos conocimientos, ni tenemos el mismo desarrollo personal. ¿Quién te dice a vos que ése que escribe o habla no lo hace desde lo mejor y gratuitamente? Sólo eso merecería un delicado respeto: "Nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído" (Hec 4,20).
Sin embargo, estos "católicos de papel" prefieren cualquier papel doctrinal, por apolillado que esté, a la Escritura y descargan sus armas verbales contra sus hermanos por saltarse no sé qué canon, número del catecismo o superada interpretación. Olvidan que todo compendio doctrinal requiere permanente actualización, que los papeles y cuadrículas son tantos que es imposible mantenerlos al día.
Estos católicos en celo se comportan como los apóstoles antes de su conversión: "Pero los samaritanos no lo recibieron porque iba camino de Jerusalén. Al ver esto, los discípulos Santiago y Juan dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?».
Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió: No saben de qué espíritu son, porque este Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos" (Lc 9,53).
Los que escriben, reenvían, envían o comentan en los "blogs" o en cualquier foro -virtual o real- con los bolsillos cargados de pólvora y los ojos cegados de ira olvidan una verdad evidente: la vida del hombre sobre la tierra es progresiva -individual y colectivamente- como lo es la revelación del Espíritu. Al menos lo es nuestra capacidad de descubrirla.
Olvidan igualmente que la "doctrina oficial", ciertamente muy valiosa, constituye la señalización conocida y recomendada para un momento dado. Pero nada impide que se puedan descubrir nuevos caminos y luces, accesos anteriormente ocultos. Apedrear a los buscadores sinceros porque hablan lenguas nuevas es tan necio como negarse a usar los inventos recientes o desechar los descubrimientos científicos.
Y por último, olvidan un valor básico para cualquier cristiano: la prioridad de la Paz. Somos discípulos de un pacifista. Lo que no quiere decir que seamos flojos, débiles, vencidos, ni cobardes. Todo lo contrario.
Para ser pacifista, para salir a la palestra armado solamente con el deseo de hacer el bien, hay que ser muy fuerte, muy profundo y muy cristiano. Después de tantas "guerras de religión" y "abusos contra las personas" con los que hemos deshonrado a la Iglesia, por fin Juan Pablo II nos lo dijo muy claro: "La fe se propone no se impone".
Ni tú, ni yo, ni nadie, tenemos derecho alguno a "excomulgar" a quien no se expresa como yo pienso, digo o practico. Proponer es lo nuestro, nunca imponer. Y menos con las envenenadas armas de la injuria, la maledicencia, la difamación o la calumnia o utilizando cualquier método.
No creo que se pueda ser católico sin ser cristiano, a pesar de los violentos de todas las épocas. Aunque nuestra intención sea erradicar el error y el supuesto mal que vemos en ojo ajeno, nunca podemos pretender arrancarlo violentamente.
Lo dice el Evangelio y lo olvidan, incluso, muchos guías espirituales: "¿Quieres que vayamos a arrancarla? Les contestó: ¡No! No sea que, al recoger la cizaña, arranquen con ella el trigo. Dejen crecer juntas las dos cosas hasta la siega" (Mt 13,28). ¿Qué doctrina oficial avala entonces a ésos que no se separan de la guadaña?
El signo por el que empezó a reconocerse a los cristianos fue aquella rotunda admiración: "¡Miren cómo se aman!". Hoy día, cualquiera que surfee un poquito por páginas religiosas podría decirnos: ¡Miren cómo se insultan, juzgan y apedrean! ¿Por qué? Porque olvidamos el Evangelio y negamos el Espíritu.
Repetimos lo mismo que nuestro Señor censuró: el fanatismo, el rigorismo humano y la rigidez de una religión miope que se apega a lo secundario (letra, rito, doctrina y tradición) y olvida lo principal (el amor, el Espíritu y el camino a la plenitud).
Cuando oigas o leas palabras nuevas, interpretaciones distintas, voces inéditas, tómalas o déjalas, cuestiónate o sigue por la senda de lo trillado. ¡La elección es tu derecho! Pero no acuses a nadie de hereje o de enemigo. Antes de descalificar, agredir o matar relee el martirio de san Esteban. ¿No hacemos hoy lo mismo?
A esos católicos inmovilistas de agresión rápida y verbo ofensivo les recordaré: "El cristianismo es Camino que hay que caminar, Verdad que hay que descubrir y Vida que hay que desarrollar". El inmovilismo es contrario al cristianismo: "Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos" (Mt 8,22).
La prueba final es breve y rotunda: "Por sus frutos los conocerán" (Mt 7,20). Si se apedrean entre sí o apedrean a otros, ni católicos ni cristianos; sólo violentos y agresivos homínidos. Confundir religión con violencia es una de las mayores degradaciones de nuestra historia y la negación de nuestra identidad.
Sobre un artículo de Jairo del Agua.