Aunque a veces podamos sentirnos alejados. Aunque a veces pueda pesar un poco de soledad o de incomprensión. Aunque la comunicación sea una asignatura que no se aprende más que día a día, y con cierta dificultad. Pero, con todo, no estamos solos.
Nos une la tierra subterránea. Nos unen puentes, a menudo indestructibles. Nos une, desde la fe, un Dios que late en cada entraña haciendo muy posibles los encuentros. Nos une la sed de amor, y la capacidad de amar. Somos tierra que puede ser hollada por mil pies. Y eso es muy buena noticia.
1. ENCUENTROS - Qué encuentros te parecen significativos en este momento de tu vida?. Cómo cuidas alos otros?.
Les preguntó: “Y ustedes, quién dicen que soy yo?” Respondió Pedro: “Tú eres el Mesías de Dios” (Mt 16,15-16)
Hay tantos momentos de encuentro en nuestra vida: una llamada, un correo, un mensaje, un café compartido, una mirada que no necesita palabras, las memorias compartidas.
Las historias que están en marcha, los proyectos por los que luchamos codo con codo, hombro con hombro, con otros. Nos une el cariño, y cuando es recíproco, entonces es una fiesta.
2. DESENCUENTROS - ¿Hay puentes rotos en tu historia? - ¿Hay desencuentros? - ¿Qué has aprendido en ellos?
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡Dios te libre, Señor! No te sucederá tal cosa”. El se volvió y le dijo a Pedro: “¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme caer…” (Mt 16,23)
Luego, es verdad que somos distintos. Que hay un punto de unicidad, de intimidad, de soledad en toda vida. Hasta en las parejas más unidas. Hasta en las historias de amor más recíprocas.
Cada quién necesita sus espacios. A veces duele ese no poder poseer a los otros, ese no poder aferrarlos. A veces parece que se rompen los puentes que unen nuestras orillas: una bronca, una mala palabra, alguien que te falla o a quien fallas…
La vida es, en todo caso, una interesante escuela para no convertir las distancias en abismos insalvables. Y la fe ayuda a volver a abrir los brazos.