“Antes que tu nacieras te conocía y te consagré…
iras donde te envíe, lo que te mande proclamarás”.
Soy una convencida de que Cristo no se deja ganar en generosidad, ya me había regalado tantas cosas y no conforme con eso me envió a conocer, a vivir y disfrutar de algo que tantas veces había escuchado y veía tan lejano… la JMJ.
Durante la preparación que el grupo tuvo, íbamos trabajando el lema, preparando el espíritu, pero por sobre todo el corazón, para que sea verdadera tierra fértil y así, Cristo a través de nuestros hermanos pueda plantar semillas que nos arraiguen a él.
Desde el momento que llegamos a Madrid… se respiraba un aire distinto… nuestros ojos se asombraban de tanto adelanto tecnológico, de tanta majestuosidad, pero nada era comparable al espíritu de tantos jóvenes, que sin importar lugar de procedencia, hablábamos un mismo idioma, la Fe…
Mientras pasaban los días, más gente si iba sumando; las calles de la ciudad estaban repletas, jóvenes que sin importar el calor recorrían cada rincón, iglesias, museos, monumentos; esperaban ansiosos la llegada del Santo Padre, mientras compartían experiencias de las actividades que realizan en sus diócesis… Banderas de todas partes del mundo daban un colorido y alegría distinta. España tenía los ojos del mundo en ella, la conquistadora estaba siendo sede de la mejor y más bella conquista, la Iglesia Joven del mundo tenía algo para mostrarles a los madrileños, copando los casi ya olvidados templos en búsqueda de el mejor descanso, de la mejor compañía, Cristo.
Y por fin el momento esperado por todos ya estaba siendo palpitado… Nuestro Santo Padre Benedicto XVI estaba recorriendo las calles de Madrid, ahí estaba él, en el papamóvil, sereno, pulcro, con una luz especial que mostraba la tranquilidad de los que vivimos en Cristo. Esa imagen tan lejana que tenía de él se estaba destruyendo… lo tenía ahí, a escasos metros… de repente el gentío estallo en un grito unísono…"Benedicto"… y él solo sonrió, levantó su mano y mi corazón ya no podía dejar de latir… Así fueron mis sentimientos en cada acto que se realizaba… que sin duda es lo que todos sentíamos… Obviamente imposible describir lo sucedido en la vigilia… que si importar soportar el calor de todo un día para esperar ver y estar cerca del Papa recién al anochecer detuvo a los miles de jóvenes que concurrimos al aeródromo de Cuatro Vientos; esa noche era la más especial, la lluvia bendijo el descanso de todos y el fresco de la noche nos dejaba descansar y meditar sobre el hermoso regalo de Dios para los que compartíamos allí.
Decía el Obispo de Perú en su catequesis y también lo dijo el Papa durante la Vigilia: “… ¿nos hemos puesto a pensar porque estamos aquí? ¿por qué Dios nos trajo?... ¿Cómo estoy viviendo la JMJ? Debo tener consciencia de que al que mucho se le da también se le pedirá en la misma medida”. Para decirles la verdad… ese pensamiento dio vueltas en mi cabeza durante el viernes después de escuchar al Obispo peruano, durante la vigilia y aún hoy… Mi Dios, vale la pena seguirte!!!.
Las Jornadas son cuna de vocación, yo encontré la mía, amo a Cristo y quiero seguirlo, soy una joven feliz de dedicarme a las cosas de Él, como hija, hermana, amiga, y sobre todo como laica comprometida, se que aunque el camino puede ser duro me debo abandonar en él y confiar.
Me despido con este fragmento del Papa en la Homilía de Cuatro Vientos: ”La Fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión a su persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos.”
Marita Chocobares – Comunidad Emmanuel – Palestra Tucumán.