Interesante nota para pensar nuestro rol de Palestristas, devotos de San Pablo y María de la Merced, pues los dos saben de cautiverios, prisiones, marginaciones y en acudir en ayuda de aquel que lo necesite. Los dos saben como llevarnos a la liberación en Cristo.
“María, mujer comprometida: pone en marcha el camino de liberación de los cautivos, es promotora de nueva redención para aquellos que la invocan”.
ENCARNACIÓN. NO PUEDEN VERSE LOS PROBLEMAS DESDE FUERA.
Los devotos de María de la Merced se hallaban comprometidos a "visitar y liberar a los cristianos cautivados". Visitar es adentrarse en el lugar del sufrimiento, penetrar desde María y con María en el tejido de injusticias y opresiones que destruyen al hombre.
Cuando el mundo nos dice todo lo contrario… María nos inquieta: rasga esa coraza de seguridades sociales y sacrales que formamos en torno a nuestra vida y nos invita a descender al cautiverio, sólo allí puede encendernos los ojos, para comprender la realidad e interpretarla en su nivel cristiano.
VER JUZGAR. VER LA REALIDAD EN EL LUGAR DEL PRÓJIMO Y CONTEMPLAR CON EL EVANGELIO
No basta con vivir, hay que saber y entender lo que se vive. Por eso, los antiguos mercedarios tenían que ser "hombres sabios" en ver la vida, comprenderla e ir más allá del primer impulso, capaces de entender el cautiverio, sus razones, sus motivos y sus formas.
Esto es lo que ahora destacamos al hacer un VER y JUZGAR: para cambiar las cosas hay que conocerlas; desde Cristo, con los instrumentos de lógica y política económica que ofrece nuestro tiempo.
En ese aspecto, María (Madre de Merced o de la gracia) viene a presentarse como Virgen iluminadora: ella nos lleva hasta el lugar donde, a la luz de la Palabra que penetra en las junturas y lugares ocultos de la vida (cfr Heb 4,12-13), comprendemos los principios de la iniquidad del mundo.
Sólo quien conoce al opresor puede cambiarlo, liberando el mundo de opresión que él ha creado. Por eso, la Virgen de la Merced ha de guiarnos, como luz y protección, cuando queremos descubrir los cautiverios y opresiones de la tierra.
ACTUAR. ES NECESARIO EL COMPROMISO.
El devoto de María no se puede quedar sólo contemplando mientras sigue sobre el mundo el cautiverio. No basta con rezar por los cautivos, hay que liberarlos.
Por eso, María de la Merced camina con los liberadores, penetrando con ellos en las cárceles, los campos de exterminio, las villas, los asentamientos, los hogares y familias abandonados y sin contención, todos esos lugares donde están los oprimidos. La forma de expresar y realizar este compromiso varía con los tiempos y lugares; no puede ser hoy como lo era en el siglo de Nolasco.
Ya no se puede comprar a los cautivos por dinero, ni se puede canjearlos, ni quedar en su lugar como rehenes, al menos en líneas generales. Pero se puede y debe liberar con métodos que ofrece en nuestro tiempo la instrucción, la militancia social, la resistencia a los poderes opresores, la denuncia y actuación económica y política en el mundo. En términos nuestros, evangelización nueva.
La transformación eclesial volverá a tener signo mariano. Nuevamente encontraremos a María como Madre de Merced, es decir, protectora de oprimidos, redentora de cautivos. Muchos la veneran con un nombre semejante, más o menos vinculado a lo que quiso iniciar Pedro Nolasco.
Así la llaman Madre del Refugio o del Amparo, Madre del Perpetuo Socorro o de las Gracias, Madre Auxiliadora, Redentora, de los Desamparados.
Entre todas esas advocaciones, por su especial densidad liberadora y por su historia, ocupa un lugar muy importante aquella que presenta a María como Virgen de la Merced, es decir, liberadora universal de los cautivos.
Extraído de un texto de Xavier Pikaza