En la tentación se descubre qué hay en nosotros de verdad o de mentira |
Lectura para reflexionar y prepararnos para la Eucaristía
del domingo 26 de febrero en base a Marcos 1, 12-15
Antes de comenzar a narrar la actividad profética de
Jesús, Marcos escribe estos breves versículos: “El Espíritu empujó a Jesús al
desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días dejándose tentar por Satanás;
vivía entre alimañas, y los ángeles le servían”. Estas breves líneas son un
resumen de las experiencias básicas vividas por Jesús hasta su ejecución en la
cruz.
Jesús no ha conocido una vida fácil y tranquila. Ha
vivido impulsado por el Espíritu, pero ha sentido en su propia carne las
fuerzas del mal. Su entrega apasionada al proyecto de Dios lo ha llevado a
vivir una existencia desgarrada por conflictos y tensiones. De él hemos de
aprender sus seguidores a vivir en tiempos de prueba.
“El Espíritu empuja a Jesús al desierto”. No lo conduce a
una vida cómoda. Lo lleva por caminos de pruebas, riesgos y tentaciones. Buscar
el reino de Dios y su justicia, anunciar a Dios sin falsearlo, trabajar por un
mundo más humano es siempre arriesgado. Lo fue para Jesús y lo será para sus
seguidores.
“Se quedó en el desierto cuarenta días”. El desierto será
el escenario por el que transcurrirá la vida de Jesús. Este lugar inhóspito y
nada acogedor es símbolo de prueba y purificación. El mejor lugar para aprender
a vivir de lo esencial, pero también el más peligroso para quien queda
abandonado a sus propias fuerzas.
“Tentado por Satanás”. Satanás significa “el adversario”,
la fuerza hostil a Dios y a quienes trabajan por su reinado. En la tentación se
descubre qué hay en nosotros de verdad o de mentira, de luz o de tinieblas, de
fidelidad a Dios o de complicidad con la injusticia.
A lo largo de su vida, Jesús se mantendrá vigilante para
descubrir a “Satanás” en las circunstancias más inesperadas. Un día rechazará a
Pedro con estas palabras: “Apártate de mí, Satanás, porque tus pensamiento no
son los de Dios”. Los tiempos de prueba hemos de vivirlos, como él, atentos a
lo que nos puede desviar de Dios.
“Vivía entre alimañas, y los ángeles le servían”. Las
fieras, los seres más violentos de la tierra, evocan los peligros que
amenazarán a Jesús. Los ángeles, los seres más buenos de la creación, sugieren
la cercanía de Dios que lo bendice, cuida y sostiene.
Así vivirá Jesús: defendiéndose de Antipas al que llama
“zorra” y buscando en la oración de la noche la fuerza del Padre.
Hemos de vivir en todo tiempo con los ojos fijos en
Jesús. Es el Espíritu de Dios el que nos está empujando al desierto. De todo
tipo de crisis saldrá una Iglesia más humilde
y más fiel a su Señor.
Eclesalia Informativo