Reflexión para la Eucaristía del domingo 27 de mayo en base a; Juan, 20, 19-23
Poco a poco, vamos aprendiendo a vivir sin interioridad.
Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros.
Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con
funcionar sin alma y alimentarnos solo de pan. No queremos exponernos a buscar
la verdad. Ven Espíritu Santo y libéranos del vacío interior.
Ya sabemos vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con
dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no
sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados,
pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven Espíritu Santo y libéranos de la
desorientación.
Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la
existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos
hemos hecho más escépticos pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser
inteligentes y lúcidos. ¿Por qué no encontramos sosiego y paz? ¿Por qué nos
visita tanto la tristeza? Ven Espíritu Santo y libéranos de la oscuridad
interior.
Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero
¿vivir qué? Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir qué?
Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero no nos
contentamos solo con pasarlo bien. Hacemos lo que nos apetece. Apenas hay
prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente? Ven
Espíritu Santo y enséñanos a vivir.
Queremos ser libres e independientes, y nos encontramos
cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro pequeño
mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear
contactos vivos y amistosos. Al sexo le llamamos "amor" y al placer
"felicidad", pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven Espíritu Santo y
enséñanos a amar.
En nuestra vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia
ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por
dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones, no
acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos
aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven Espíritu Santo y enséñanos a
creer.
Creyentes y no creyentes, poco creyentes y malos
creyentes, así peregrinamos todos, muchas veces por la vida. En la fiesta
cristiana del Espíritu Santo a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus
discípulos exhalando sobre ellos su aliento: "Reciban el Espíritu
Santo".
Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta nuestra
débil fe puede penetrar en nosotros por caminos que solo él conoce.
Eclesalia Informativo