TESTIMONIO PAULINO - Comparte su vida, Amelia López, palestrista de Córdoba.

“…Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos…………..Con los que se dicen sin ley religiosa me porte como un hombre sin ley religiosa………… pero he actuado así para ganar a los que no reconocen la ley. Con los de conciencia débil, me hice de conciencia débil a fin de ganarlos. Me hice todo para todos con el fin de salvar por lo menos a algunos.”  1ª Cor9, 19-23

Si hoy tuviéramos que definir a Pablo, podríamos decir que es el apóstol de la empatía. Capaz de leer los intereses de aquellos a quienes debía evangelizar y desde sus intereses llevarlos al conocimiento de Cristo. No se los imponía como una carga, sino que los ayudaba a recorrer un camino que partía del respeto por lo que cada uno era. Era un apóstol “con mundo” que decidió vivir para Cristo y entregarlo “al mundo” .

Posiblemente este rasgo de la espiritualidad de Pablo haya sido uno de los que más impactó en mi propia vida. Yo tenía solo 15 años cuando Palestra llegó a mi vida. Estaba en una escuela católica, rodeada de una familia católica, con amigos que pensaban más o menos como yo. Era un adolescente con oportunidades de aprender y crecer, pero mi fuego interior me impulsaba hacia afuera. Sentía que no bastaba con hacer apostolado desde el colegio, que no era suficiente quedarme con los grupos en el colegio. Sentía que tenía que “salir”. Sin embargo, la década del 70 no era un tiempo sencillo. Cuanto más leía el Vaticano y Medellín, que nos llamaba a hacer nuevas las estructuras, más me convencía que no podía quedarme en mi propio mundo y tenía que encontrar los caminos para encauzar lo que se nos pedía a los laicos.

Palestra fue quien me ayudó a encontrar los caminos, de un modo tan amigable como natural fui aprendiendo lo que significa el liderazgo, no era otra cosa que lo que me mostraba Pablo, mirar el corazón de las personas que estaban a mi alrededor, intentar “escuchar en profundidad” sus anhelos y sus dolores e intentar construir “con” los otros caminos comunitarios. Mi propio recorrido fue largo, pasé por la Pastoral, por la vida y la militancia profesional, por el campo social siempre acompañada de Palestra, sintiendo que el apostolado era mucho más que hacer “algo”. El apostolado es ser y dar todo lo que en potencia está en interior. Y la fuerza no salía de ningún otro lugar que no fuera la relación con Dios y el acompañamiento de otros en Lucha Ligada. 

Así Dios nos va forjando, no es repentino de un día para otro. El nos va mostrando por donde aunque a veces nosotros querramos diseñar el camino solos. El tiene su Plan, así lo aprendimos en el Período Motivador y si estamos atentos nos damos cuenta que es realmente así. A veces queremos cosas para las que El sabe que no estamos preparados y nos pegamos buenos golpes, porque el camino es solo El, allí están las respuestas que a veces no comprendemos. Un buen día Dios me puso en el camino de la política, pero antes ya me había dado las lecciones suficientes como para aprender el valor de las personas, de la vida, de la comunidad. Eso no es otra cosa que lo que repetimos frecuentemente: Palestra busca la formación, HUMANA, CIUDADANA Y CRISTIANA. 

Un líder evangélico ES en el mundo, construye historia. Desde lugares diversos, desde el compromiso comunitario, desde cada ambiente, en cada lugar. Es capaz de entrar en el corazón del otro, abrazarlo con su quehacer y su sentir, hacerlo sentir amado: “soportarnos unos a otros”. Quien es soporte no siempre se vé, pero hace que las cosas sucedan, sostiene para que nada ni nadie se caiga. Ese es el líder al que nos llama Pablo: un líder que no siempre está a la vista pero que siempre es Soporte.

Hay “consagraciones” que parecen sencillas pero son más dolorosas de lo que parecen, y lo son porque la coherencia y la fidelidad al Evangelio se hacen complicadas. Hacerse “gentil con los gentiles” exige entrenamiento adicional, implica entrar en el núcleo de otros códigos y otras lógicas. Pero entre los “gentiles” hay muchos que protegidos con una coraza de indiferencia o de poder, solo esperan un acto de amor que los reconcilie con la vida, consigo mismos, con los demás y los conecte con lo trascendente. Hacerse “todo para todos” exige un acto de donación permanente. Nunca se termina. Siempre pide algo nuevo, pero allí está la comunidad. 
Mientras que tuve que ejercer el poder público muchas veces miré con dolor el contraste de distintas miserias humanas, pero en cada una también estaba y está Jesús, abandonado como en la Cruz, pidiendo que le demos algo de beber porque tiene sed. Está en los más humildes y en los que el mundo deja fuera de toda consideración, está en los poderosos que ejercen con vanidad sus tareas, Jesús no hace distinciones, está en todos porque vino para todos. Hay que salir a buscarlo.

Podemos quedarnos mirándonos entre nosotros, podemos acomodarnos a nuestras estructuras, pero si lo hacemos no somos apóstoles al estilo de Pablo. Y Palestra tiene el estilo de Pablo, un estilo audaz, comprometido, apasionado, capaz de hacer converger en Cristo a todos, aun a los que parecen estar “afuera”. 

Pablo fue un apóstol sin fronteras, apóstol de globalización territorial y cultural, apóstol de comunicación, apóstol de convicciones jugadas. A eso estamos llamados. Es posible que haya muchos andando por la vida con este espíritu de Pablo. Pensemos a Palestra con la suficiente flexibilidad como para que todos sientan que con sus modos, sus actividades, pueden ser palestristas comprometidos con Cristo.

“Para un apóstol, ya no hay fronteras. Yo tengo hermanos por doquier. Oh Bella Chau”

Amelia López. Córdoba. Palestrista desde 1973 hasta el día en que Cristo me regale su luz definitiva.