La fraternidad es un estilo de vida de la comunidad que se funda en la misma paternidad de Dios y se muestra a través de la caridad y de las obras de justicia.
La paciencia y la constancia son imprescindibles para construir una comunidad fraterna. “La comunidad cristiana es una comunidad de mutua paciencia, de mutua reconciliación” (Mons. Villalba, Carta Pastoral 2006).
La persona que vive la virtud de la paciencia, posee la sensibilidad para afrontar las contrariedades conservando la calma y el equilibrio interior, logrando comprender mejor la naturaleza de las circunstancias, generando paz y armonía a su alrededor.
VER: La realidad nos dice:
.- Vivimos a un ritmo vertiginoso, demasiada prisa para hacer, para resolver asuntos personales y del trabajo, fricciones que surgen cada día con las personas, citas urgentes. Queremos resultados YA. No le damos tiempo a los procesos naturales. Tampoco le damos tiempo ni espacio a los otros. Esto se manifiesta a través de relaciones superficiales y actitudes de indiferencia aún con los más cercanos.
.- Cuando nos miramos, muchas veces nos pone de mal humor reconocer un defecto que no acabamos de vencer. Nos falta humildad.
.- Solemos comprometernos con demasiadas actividades lo que nos produce ansiedad y prisa. Si bien el diálogo y la comprensión son valorados en muchos ambientes, se ven resentidos en la familia donde demostramos menos paciencia.
.- Al encontrarnos con personas que, a nuestro juicio siempre, son molestas, inoportunas o “lentas”, nos impacientamos, somos intolerantes, hiriendo los sentimientos del otro o fingimos una actitud paciente pero sin comprometernos.
.- Nos cuesta aceptar que las cosas no salgan como pretendemos, los imprevistos que surgen, la forma de ser de algunas de las personas que nos rodean, la enfermedad, el dolor. Nos cuesta aceptar la voluntad de Dios, nos sentimos contrariados, nos enojamos con Dios y caemos en la desesperación.
JUZGAR. Con la Carta de Pablo confrontamos esa realidad:
“Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.”. Ef 4, 1-3
La paciencia es una cualidad indispensable no sólo para conducir una comunidad, sino también para formar parte de una. El saber respetar los tiempos y los límites del hermano, requiere mucha paciencia y tolerancia. Y estas cualidades no se dan espontáneamente, son expresión del verdadero amor de caridad.
¿Cómo es mi forma de tratar a los demás en la comunidad?
¿Tengo siempre la misma actitud hacia todos, o me preocupo por conocer sus necesidades?
Que aptitud paciente tengo con aquellos que vienen de una historia personal difícil y quieren con la Fe comenzar a caminar en Dios?.
ACTUAR: Desde el análisis y su confrontación con los escritos de Pablo debe surgir un compromiso personal y comunitaria:
Pasar de la intolerancia, la desesperación y la impaciencia a vivir la esperanza, la paciencia y la madurez, propias de la vida cristiana. No solo por nosotros, sino por aquellos que están cerca mio todos los días.
La paciencia y la constancia son imprescindibles para construir una comunidad fraterna. “La comunidad cristiana es una comunidad de mutua paciencia, de mutua reconciliación” (Mons. Villalba, Carta Pastoral 2006).
La persona que vive la virtud de la paciencia, posee la sensibilidad para afrontar las contrariedades conservando la calma y el equilibrio interior, logrando comprender mejor la naturaleza de las circunstancias, generando paz y armonía a su alrededor.
VER: La realidad nos dice:
.- Vivimos a un ritmo vertiginoso, demasiada prisa para hacer, para resolver asuntos personales y del trabajo, fricciones que surgen cada día con las personas, citas urgentes. Queremos resultados YA. No le damos tiempo a los procesos naturales. Tampoco le damos tiempo ni espacio a los otros. Esto se manifiesta a través de relaciones superficiales y actitudes de indiferencia aún con los más cercanos.
.- Cuando nos miramos, muchas veces nos pone de mal humor reconocer un defecto que no acabamos de vencer. Nos falta humildad.
.- Solemos comprometernos con demasiadas actividades lo que nos produce ansiedad y prisa. Si bien el diálogo y la comprensión son valorados en muchos ambientes, se ven resentidos en la familia donde demostramos menos paciencia.
.- Al encontrarnos con personas que, a nuestro juicio siempre, son molestas, inoportunas o “lentas”, nos impacientamos, somos intolerantes, hiriendo los sentimientos del otro o fingimos una actitud paciente pero sin comprometernos.
.- Nos cuesta aceptar que las cosas no salgan como pretendemos, los imprevistos que surgen, la forma de ser de algunas de las personas que nos rodean, la enfermedad, el dolor. Nos cuesta aceptar la voluntad de Dios, nos sentimos contrariados, nos enojamos con Dios y caemos en la desesperación.
JUZGAR. Con la Carta de Pablo confrontamos esa realidad:
“Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.”. Ef 4, 1-3
La paciencia es una cualidad indispensable no sólo para conducir una comunidad, sino también para formar parte de una. El saber respetar los tiempos y los límites del hermano, requiere mucha paciencia y tolerancia. Y estas cualidades no se dan espontáneamente, son expresión del verdadero amor de caridad.
¿Cómo es mi forma de tratar a los demás en la comunidad?
¿Tengo siempre la misma actitud hacia todos, o me preocupo por conocer sus necesidades?
Que aptitud paciente tengo con aquellos que vienen de una historia personal difícil y quieren con la Fe comenzar a caminar en Dios?.
ACTUAR: Desde el análisis y su confrontación con los escritos de Pablo debe surgir un compromiso personal y comunitaria:
Pasar de la intolerancia, la desesperación y la impaciencia a vivir la esperanza, la paciencia y la madurez, propias de la vida cristiana. No solo por nosotros, sino por aquellos que están cerca mio todos los días.