- ROMERO DE AMÉRICA - 24 Marzo

Óscar Romero nació en 1917 y en 1977, fue nombrado arzobispo de San Salvador. Considerado como un hombre de pensamiento conservador, Monseñor Romero empezó a mirar la realidad que le circunda con ojos distintos sobre todo a partir del asesinato del padre Rutilio Grande, al que siguieron diversos asesinatos más.
La iglesia salvadoreña empezó a ser una iglesia comprometida y perseguida, y al frente de ella estaba Monseñor Romero, quien al cabo de poco tiempo comenzó a ser conocido internacionalmente por sus denuncias sobre la situación de opresión en la que se encontraban los más desfavorecidos en su país, y por sus críticas audaces contra sus gobernantes.
A causa de esa actitud sufrió una grave persecución por las fuerzas militares y por los poderes públicos, que se tradujo en atentados en contra de su vida por parte del Estado en coordinación con escuadrones de la muerte.
Sería largo ennumerar las cosas que ocurrieron en su vida, pero lo importante es que en todo ese tiempo la Palabra de Dios llegó a millones de salvadoreños y a hombres y mujeres en todo el continente, a los cuales sostuvo en los momentos diofíciles, solo por ser pobres o trabajar para ellos.

El domingo 23 de marzo de 1980 Monseñor Romero pronunció su última homilía, considerada por algunos como su sentencia de muerte debido a la dureza de su denuncia:
“Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre debe prevalecer la ley de Dios que dice "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla.
Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado.
La iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación.
Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios; Cese la represión.”


Al día siguiente, el 24 de marzo de 1980, Monseñor Romero murió tiroteado mientras oficiaba la Eucaristía en la Capilla del Hospital La Divina Providencia. Esa fue la respuesta clara de sus enemigos a su homilía del día anterior.

Proceso de Canonización Monseñor Romero
El entonces Arzobispo de San Salvador, Mons. Arturo Rivera y Damas, anunció formalmente que a partir de esa fecha (24 de marzo de 1990) dadas las valoraciones sobre su vida y muerte, quedaba abierto el espacio pertinente y se procediera a Introducir la Causa de Canonización de Monseñor Romero.
Para tener un mártir en sentido jurídico es necesario que se verifiquen dos cosas:
A) Un acontecimiento histórico donde los autores son:
1) un perseguidor que inflinge, por odio a la fe y/o otra virtud cristiana moral.
2) la muerte a un cristiano que acepta voluntariamente la muerte y soporta pacientemente la misma muerte por amor a Cristo y por serle fiel y además;
B) la obra de reconocimiento de la Iglesia que, acepta en el fuero externo el evento martirial como expresión de fortaleza heróica, fundada sobre la caridad y que proponga la imitación y veneración de los fieles.

Todos los elementos señalados en A se encuentran con especial claridad en la vida y muerte de Mons. Romero.

Por tal motivo la Canonización de Mons. Oscar Arnulfo Romero Galdámez:
I) Contribuirá a la renovación de la fe de muchos cristianos en el mundo enriqueciendola con la más intensa espiritualidad del pobre de Nazareth.
II) Será un permanente llamado a volvernos definitivamente a Dios del cual le provenía toda su fuerza y vitalidad.
III) Descubrir en su ejemplo la integridad del ser cristiano y vivir verdaderamente la voluntad de Dios.
IV) Será de mucho bien para la Iglesia Local y Universal reconocer oficialmente y dar a conocer el testimonio del Siervo de Dios Mons. Romero, como la experiencia de un hombre Santo, que en la cotidianeidad de la vida de ha sido radicalmente fiel a Dios en medio de una historia de dolor.
V) Contribuirá a rescatarlo para la vida de la Iglesia e iluminar el ministerio pastoral y la opción preferencial por los pobres, ya que su recuerdo sigue siendo también interpelación, denuncia, desenmascaramiento y exigencia de conversión, y estaríamos reivindicando, en el justo sentido del término, la persona y vida de Mons. Romero.
VI) Devolverá a los hombres de buena voluntad el legítimo derecho a enarbolar un ideal profundamente cristiano, como es el amor a los otros hasta el extremo.

Y para todos los hombres, será la expresión personificada del creyente que, con la coherencia de su testimonio y los principios fundamentales de su fe, entendió e hizo suya, con plena conciencia , la opción incondicional por la vida.

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