
Vivir es crecer.
En este mundo nuestro de juventudes eternas, es bueno recordar que la vida no es algo estático ni un momento congelado. Que cada día es único, y en ellos voy construyendo una historia irrepetible y recorriendo un camino para el que no hay marcha atrás.
Que la vida no se gasta, sino que se construye. Y el tiempo que pasa no es tiempo que descuentas, sino un relato que vas creando.
Porque mi mundo interior se puede ir poblando de aprendizajes, de reflexiones, de heridas y sanaciones, de éxitos y fracasos, de amores y desazones, de búsqueda y encuentros…
Porque sé que he cambiado desde que era pequeño, pero también sé que aún me queda mucho por cambiar, y que ojalá en un futuro veré las cosas con más experiencia, con más humanidad, con una fe diferente… porque sería una lástima anclarme en un punto de la vida y pensar que ya está todo hecho…
¿En qué he ido cambiando en los últimos tiempos?
¿Siento que puedo madurar en algunas cuestiones personales?
Y aprender a verlo con ojos más sabios, con un poco más de realismo, el realismo que no te paraliza, sino que te anima a luchar por lo posible.
Con una consciencia más lúcida de los límites y las posibilidades. Con un corazón compasivo, es decir, capaz de entender ese mundo con sus matices y sus sutilezas. Huyendo de las simplificaciones y aceptando la complejidad que suele definir nuestras relaciones, nuestros estudios y trabajos, nuestros compromisos y proyectos,…
¿Voy aprendiendo a descubrir el mundo en su diversidad?
¿Aprendo a entender y respetar las distintas situaciones de las personas?
Que no me bastan las oraciones de mi infancia. Que las búsquedas necesitan nuevas respuestas, y mis inquietudes necesitan una Presencia que consuele y ayude. Que las imágenes que tengo de Dios, siempre incompletas, van cambiando y llenándose de matices, y aprendo a entender un poco más de ti, de tu lógica y tu Reino, de la cruz y la resurrección, de tu llamada y de este mundo que es una creación herida, pero expectante. Claro que necesito que tú te hagas más grande en mí. Un poco más. Siempre.
¿Va cambiando mi imagen de Dios?
¿Y va creciendo de algún modo mi relación con Dios?
“Confía en el Señor de todo corazón y no te fíes de tu propia inteligencia; en todos tus caminos tenlo presente, y él allanará tus sendas” (Prov 3, 5-6)