Si dejas que las lecturas de Isaías de este tercer domingo de Adviento resuenen dentro de ti, como la música, tal vez sentirás que tu cuerpo y tu alma se mecen y empiezas una danza.
La danza de la espera confiada y segura, a pesar de las espesuras del momento, la danza de nuestras matriarcas Noemí y Rut retornando a Belén después de hondas perdidas y en la mas absoluta de las indigencias: mujeres, viudas, una mayor, la otra extranjera, es decir, con otro dios... Danza en la que debieron inspirarse las gestantes Isabel y María.
Dios elige dos mujeres, una estéril, la otra casi niña, en una cultura patriarcal hasta la saciedad. Y Dios, con el ángel danza con ellas y llena su “rahúm” sus entrañas de la gracia de la vida de Dios, y los niños danzan en sus senos y empiezan así a preparar el reino, la gozada de Jesús, la fuerza de lo débil, la energía de Dios en las indigentes, estériles... dejando mudo al sacerdote y con él al templo.
Isabel, la estéril inicia el nuevo testamento y es fecundada con la plenitud de lo que esperamos también nosotras hoy, y María acoge y recibe porque su “rahúm” sus entrañas están abiertas al Dios de Sara, de Noemí, de Judit, de Rut, de Raquel...
¿Que tendrá el Adviento que nos gusta tanto a las mujeres? Pues creo que son las paginas mas integradoras de todo el ser de la mujer en la Escritura, y nos identificamos en casi todo.
Para mí empezó en Galilea, pueblo de la Rioja, España el primer domingo de Adviento. Éramos un grupo de Mujeres. Escuchamos los textos del día con el lado derecho (lo femenino) del cerebro, y algo empezó a gestarse en nosotras.
El silencio, el compartir, el compromiso fue fecundo, arriesgado, proveniente de mujeres que estamos en la vida, en la Galilea real, día a día desde nuestras profesiones.
La Buena Noticia es que Dios elige una mujer para tomar carne en la historia concreta de la humanidad. Dios sigue eligiendo la mujer para tomar carne, rostro en la historia hoy. Tenemos que validar nuestra intuición, nuestra inteligencia emocional y dejarnos “afianzar las rodillas vacilantes” (Is 35,3) para que no solo no temblemos ante tantas fuerzas devastadoras sino que fortalezcamos nuestras rodillas danzando con las matriarcas de antes y de ahora.
Y que como dice Jesús en el evangelio; vayamos a contar a Juan (bastante lado izquierdo del cerebro) lo que estáis viendo y oyendo: las ciegas ven, las cojas andan, las leprosas quedan limpias, las sordas oyen, las muertas resucitan, y a las pobres se les anuncia la buena noticia.
Con razón que a este tercer domingo de Adviento se le llama del gozo. Pero para que no se quede en el templo, tenemos que ir a nuestras amigas que cojean y a las que ven poco, y a las que prefieren no oír, y a las alejadas por impuras, y a las que prefieren no vivir esas experiencias, y a todas las que no cuentan, las “anawim”, tenemos que ir donde ellas están e invitarlas a la danza de las matriarcas.
¿Te sumas o eres demasiado seria o serio para todo eso? Tal vez Navidad pase de largo si no relajamos el ceño y las manos y los pies, y sobre todo el corazón aunque no sepamos danzar y nos pisemos y nos riamos y nos abracemos en esa alegría de esperar al Amado danzando.
MAGDALENA BENNASAR
La danza de la espera confiada y segura, a pesar de las espesuras del momento, la danza de nuestras matriarcas Noemí y Rut retornando a Belén después de hondas perdidas y en la mas absoluta de las indigencias: mujeres, viudas, una mayor, la otra extranjera, es decir, con otro dios... Danza en la que debieron inspirarse las gestantes Isabel y María.
Dios elige dos mujeres, una estéril, la otra casi niña, en una cultura patriarcal hasta la saciedad. Y Dios, con el ángel danza con ellas y llena su “rahúm” sus entrañas de la gracia de la vida de Dios, y los niños danzan en sus senos y empiezan así a preparar el reino, la gozada de Jesús, la fuerza de lo débil, la energía de Dios en las indigentes, estériles... dejando mudo al sacerdote y con él al templo.
Isabel, la estéril inicia el nuevo testamento y es fecundada con la plenitud de lo que esperamos también nosotras hoy, y María acoge y recibe porque su “rahúm” sus entrañas están abiertas al Dios de Sara, de Noemí, de Judit, de Rut, de Raquel...
¿Que tendrá el Adviento que nos gusta tanto a las mujeres? Pues creo que son las paginas mas integradoras de todo el ser de la mujer en la Escritura, y nos identificamos en casi todo.
Para mí empezó en Galilea, pueblo de la Rioja, España el primer domingo de Adviento. Éramos un grupo de Mujeres. Escuchamos los textos del día con el lado derecho (lo femenino) del cerebro, y algo empezó a gestarse en nosotras.
El silencio, el compartir, el compromiso fue fecundo, arriesgado, proveniente de mujeres que estamos en la vida, en la Galilea real, día a día desde nuestras profesiones.
La Buena Noticia es que Dios elige una mujer para tomar carne en la historia concreta de la humanidad. Dios sigue eligiendo la mujer para tomar carne, rostro en la historia hoy. Tenemos que validar nuestra intuición, nuestra inteligencia emocional y dejarnos “afianzar las rodillas vacilantes” (Is 35,3) para que no solo no temblemos ante tantas fuerzas devastadoras sino que fortalezcamos nuestras rodillas danzando con las matriarcas de antes y de ahora.
Y que como dice Jesús en el evangelio; vayamos a contar a Juan (bastante lado izquierdo del cerebro) lo que estáis viendo y oyendo: las ciegas ven, las cojas andan, las leprosas quedan limpias, las sordas oyen, las muertas resucitan, y a las pobres se les anuncia la buena noticia.
Con razón que a este tercer domingo de Adviento se le llama del gozo. Pero para que no se quede en el templo, tenemos que ir a nuestras amigas que cojean y a las que ven poco, y a las que prefieren no oír, y a las alejadas por impuras, y a las que prefieren no vivir esas experiencias, y a todas las que no cuentan, las “anawim”, tenemos que ir donde ellas están e invitarlas a la danza de las matriarcas.
¿Te sumas o eres demasiado seria o serio para todo eso? Tal vez Navidad pase de largo si no relajamos el ceño y las manos y los pies, y sobre todo el corazón aunque no sepamos danzar y nos pisemos y nos riamos y nos abracemos en esa alegría de esperar al Amado danzando.
MAGDALENA BENNASAR