Lo que nos hace cristianos es seguir a Jesús. Nada más. Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o abstracto.
Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a humanizar la vida, y vivir así contribuyendo a que se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia.
Esto quiere decir que los seguidores de Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde hay indiferencia y pasividad ante los que sufren.
Esto exige construir comunidades donde se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus actitudes.
Seguir así a Jesús trae consigo, más tarde o más temprano, conflictos, problemas y sufrimiento.
Hay que estar dispuesto a cargar con las reacciones y resistencias de quienes, por una razón u otra, no buscan un mundo más humano, tal como lo quiere ese Dios revelado en Jesús. Quieren otra cosa.
Los evangelios han conservado una llamada realista de Jesús a sus seguidores. Lo escandaloso de la imagen sólo puede provenir de él: “Si alguno quiere venir detrás de mí… cargue sobre las espaldas su cruz y sígame”.
Jesús no los engaña. Si le siguen de verdad, tendrán que compartir su destino. Terminarán como él. Esa será la mejor prueba de que su seguimiento es fiel.
Seguir a Jesús es una tarea apasionante: es difícil imaginar una vida más digna y noble. Pero tiene un precio. Para seguir a Jesús, es importante HACER:
.- HACER un mundo más justo y más humano.
.- HACER una Iglesia más fiel a Jesús y más coherente con el evangelio.
Sin embargo, es tan importante o más padecer: padecer por un mundo más digno; padecer por una Iglesia más evangélica.
Creo que ser cristiano es la tarea más sencilla, la más simple y a la vez, aquella pesada “carga ligera” de que habla el evangelio. Cuando uno carga con ella, ella carga con uno, y cuanto más tiempo viva uno, tanto más pesada y más ligera llegará a ser. Al final sólo queda el misterio. Pero es el misterio de Jesús.
Esto quiere decir que los seguidores de Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde hay indiferencia y pasividad ante los que sufren.
Esto exige construir comunidades donde se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus actitudes.
Seguir así a Jesús trae consigo, más tarde o más temprano, conflictos, problemas y sufrimiento.
Hay que estar dispuesto a cargar con las reacciones y resistencias de quienes, por una razón u otra, no buscan un mundo más humano, tal como lo quiere ese Dios revelado en Jesús. Quieren otra cosa.
Los evangelios han conservado una llamada realista de Jesús a sus seguidores. Lo escandaloso de la imagen sólo puede provenir de él: “Si alguno quiere venir detrás de mí… cargue sobre las espaldas su cruz y sígame”.
Jesús no los engaña. Si le siguen de verdad, tendrán que compartir su destino. Terminarán como él. Esa será la mejor prueba de que su seguimiento es fiel.
Seguir a Jesús es una tarea apasionante: es difícil imaginar una vida más digna y noble. Pero tiene un precio. Para seguir a Jesús, es importante HACER:
.- HACER un mundo más justo y más humano.
.- HACER una Iglesia más fiel a Jesús y más coherente con el evangelio.
Sin embargo, es tan importante o más padecer: padecer por un mundo más digno; padecer por una Iglesia más evangélica.
Creo que ser cristiano es la tarea más sencilla, la más simple y a la vez, aquella pesada “carga ligera” de que habla el evangelio. Cuando uno carga con ella, ella carga con uno, y cuanto más tiempo viva uno, tanto más pesada y más ligera llegará a ser. Al final sólo queda el misterio. Pero es el misterio de Jesús.
APARECIDA nos ilumina sobre las cargas (Cruces) de millones de hermanos en todo el continente; Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres.
Ya no se trata de la explotación y opresión, sino de algo nuevo, consecuencia de lo anterior: la exclusión social.
Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera.
Los excluidos no son solamente “explotados” sino “sobrantes” y “desechables”. Esa cruz de tantos hermanos, será llevadera poniendo en práctica nuestro HACER. Eclesalia Informativo
Ya no se trata de la explotación y opresión, sino de algo nuevo, consecuencia de lo anterior: la exclusión social.
Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera.
Los excluidos no son solamente “explotados” sino “sobrantes” y “desechables”. Esa cruz de tantos hermanos, será llevadera poniendo en práctica nuestro HACER. Eclesalia Informativo