Onzas, monedas de plata, talentos... en la parábola se nos cuenta que aquel hombre noble puso en manos de diez empleados suyos algo que le pertenecía, en la confianza de que le sería devuelto con ganancia a su vuelta.
El día que Dios nos pensó... depositó en cada ser humano dones que le harían único sin que eso le diferenciara de sus hermanos.
La especialidad del don habría de ser demostrada en la entrega del mismo y el beneficio se obtendría poniéndolo al servicio de los demás.
Aquel mismo día en que Dios siguió pensándonos... vio que podría haber un riesgo que echaría a perder los dones que pensaba distribuir: el miedo.
Pero confió en que la inteligencia y la libertad nos harían ver claro el camino en la utilización de los dones.
Cada época tiene su propia epidemia y la que vivimos no iba a ser menos. Cual es la pandemia que asola en nuestros días. El Sida y del cáncer, las guerras, la violencia hacia la mujer, la muerte de los niños, los emigrantes, la destrucción de los ecosistemas, la contaminación, el uso indiscriminado de la energía.
A mi modesto entender, como ser humano de este tiempo vivo en el epicentro y es posible que me falte perspectiva, creo que el miedo fue la principal lacra para una feliz evolución y crecimiento individual y social. Y es triste porque con el potencial humano de los dones recibidos, esto debería ser el jardín del Edén.
¿Qué nos está sucediendo? Creo que hemos congelados los dones... Sí, los hemos congelado porque como son bienes perecederos y si no se cultivan y se ponen al servicio de los demás se echan a perder, los hemos metido en el congelador de nuestro egoísmo, mezquindad, no vaya a ser que cuando nos pida cuentas el que nos los regaló, no podamos presentarle nada.
Descubramos los dones de forma individual y comunitaria, no hay otra forma. No nos dejemos atorar por el miedo que incapacita y destruye.
Si te sabes sanador, sana. Si lo tuyo es la escucha, hazlo. Si sabes hacer ricos bizcochos, invita a merendar.
Si el deporte es lo tuyo, juega... no compitas a muerte. Si es la oración, ora y compártela con los demás.
Si tienes el don de liderar o animar grupos humanos (empresas, comunidades eclesiales, grupos sociales, etc.) mira a las personas con amor, más allá de los beneficios, las denominaciones, la utilización o la productividad.
Si eres profeta, sé humilde, pero habla. Si eres místico, contempla, pero no te olvides que hay que comprar el pan.
En fin, como hijo e hija de Dios no pongas tus dones a congelar. Como todo lo que se congela, tiene una fecha de vencimiento, luego se deteriora.
Un don congelado, seguro que congela a los dones del prójimo, porque todo lo que es un don, es un regalo para compartir y lleva en su interior la capacidad de potenciar el don del otro.
Lo debes multiplicar, el estadio, la palestra de la vida te prepara para eso, para compartir y multiplicar tus dones.
Mari Paz López Santos.
El día que Dios nos pensó... depositó en cada ser humano dones que le harían único sin que eso le diferenciara de sus hermanos.
La especialidad del don habría de ser demostrada en la entrega del mismo y el beneficio se obtendría poniéndolo al servicio de los demás.
Aquel mismo día en que Dios siguió pensándonos... vio que podría haber un riesgo que echaría a perder los dones que pensaba distribuir: el miedo.
Pero confió en que la inteligencia y la libertad nos harían ver claro el camino en la utilización de los dones.
Cada época tiene su propia epidemia y la que vivimos no iba a ser menos. Cual es la pandemia que asola en nuestros días. El Sida y del cáncer, las guerras, la violencia hacia la mujer, la muerte de los niños, los emigrantes, la destrucción de los ecosistemas, la contaminación, el uso indiscriminado de la energía.
A mi modesto entender, como ser humano de este tiempo vivo en el epicentro y es posible que me falte perspectiva, creo que el miedo fue la principal lacra para una feliz evolución y crecimiento individual y social. Y es triste porque con el potencial humano de los dones recibidos, esto debería ser el jardín del Edén.
¿Qué nos está sucediendo? Creo que hemos congelados los dones... Sí, los hemos congelado porque como son bienes perecederos y si no se cultivan y se ponen al servicio de los demás se echan a perder, los hemos metido en el congelador de nuestro egoísmo, mezquindad, no vaya a ser que cuando nos pida cuentas el que nos los regaló, no podamos presentarle nada.
Descubramos los dones de forma individual y comunitaria, no hay otra forma. No nos dejemos atorar por el miedo que incapacita y destruye.
Si te sabes sanador, sana. Si lo tuyo es la escucha, hazlo. Si sabes hacer ricos bizcochos, invita a merendar.
Si el deporte es lo tuyo, juega... no compitas a muerte. Si es la oración, ora y compártela con los demás.
Si tienes el don de liderar o animar grupos humanos (empresas, comunidades eclesiales, grupos sociales, etc.) mira a las personas con amor, más allá de los beneficios, las denominaciones, la utilización o la productividad.
Si eres profeta, sé humilde, pero habla. Si eres místico, contempla, pero no te olvides que hay que comprar el pan.
En fin, como hijo e hija de Dios no pongas tus dones a congelar. Como todo lo que se congela, tiene una fecha de vencimiento, luego se deteriora.
Un don congelado, seguro que congela a los dones del prójimo, porque todo lo que es un don, es un regalo para compartir y lleva en su interior la capacidad de potenciar el don del otro.
Lo debes multiplicar, el estadio, la palestra de la vida te prepara para eso, para compartir y multiplicar tus dones.
Mari Paz López Santos.