El adiós definitivo a un ser muy querido nos hunde inevitablemente en el dolor, la impotencia y la falta de sentido. Es como si la vida entera quedara destruida. No hay palabras ni argumentos que nos puedan consolar. ¿En qué se puede esperar?
El relato de Juan no tiene sólo como objetivo narrar la resurrección de Lázaro, sino, sobre todo, despertar la fe, no para que creamos en la resurrección como un hecho lejano que ocurrirá al fin del mundo, sino para que “veamos” desde ahora que Dios está infundiendo vida a los que nosotros hemos enterrado.
Jesús llega “sollozando” hasta el sepulcro de su amigo Lázaro. El evangelista dice que “está cubierto con una losa”. Esa losa nos cierra el paso. No sabemos nada de nuestros amigos muertos. Una losa separa el mundo de los vivos y de los muertos. Sólo nos queda esperar el día final para ver si sucede algo.
Esta es la fe judía de Marta: “Sé que mi hermano resucitará en el último día”.
A Jesús no le basta. “Quiten la losa”. Vamos a ver qué es lo que sucede con el que enterraron.
Marta pide a Jesús que sea realista. El muerto ha empezado a descomponerse y huele mal.
Jesús le responde: “Si crees, verás la gloria de Dios”. Si en Marta se despierta la fe, podrá ver que Dios está dando vida a su hermano. Quitan la losa.
“Jesús levanta los ojos a lo alto” invitando a todos a elevarse a Dios antes de penetrar con fe en el misterio de la muerte.
“Da gracias al Padre porque siempre lo escucha”. Lo que quiere es que los que lo rodean crean que es el Enviado por el Padre para introducir en el mundo una nueva esperanza.
Luego grita con voz potente: Lázaro, sal fuera. Para mostrar a todos que está vivo. La escena es impactante.
Lázaro tiene los pies y las manos atados con vendas y la cara envuelta en un sudario. Signos y ataduras de muerte. Sin embargo, el muerto sale por sí mismo. ¡Está vivo!
Esta es la fe de quienes creemos en Jesús: los que nosotros enterramos y abandonamos en la muerte viven. Dios no los ha abandonado. Apartemos la losa con fe. ¡Nuestros muertos están vivos!
El relato de Juan no tiene sólo como objetivo narrar la resurrección de Lázaro, sino, sobre todo, despertar la fe, no para que creamos en la resurrección como un hecho lejano que ocurrirá al fin del mundo, sino para que “veamos” desde ahora que Dios está infundiendo vida a los que nosotros hemos enterrado.
Jesús llega “sollozando” hasta el sepulcro de su amigo Lázaro. El evangelista dice que “está cubierto con una losa”. Esa losa nos cierra el paso. No sabemos nada de nuestros amigos muertos. Una losa separa el mundo de los vivos y de los muertos. Sólo nos queda esperar el día final para ver si sucede algo.
Esta es la fe judía de Marta: “Sé que mi hermano resucitará en el último día”.
A Jesús no le basta. “Quiten la losa”. Vamos a ver qué es lo que sucede con el que enterraron.
Marta pide a Jesús que sea realista. El muerto ha empezado a descomponerse y huele mal.
Jesús le responde: “Si crees, verás la gloria de Dios”. Si en Marta se despierta la fe, podrá ver que Dios está dando vida a su hermano. Quitan la losa.
“Jesús levanta los ojos a lo alto” invitando a todos a elevarse a Dios antes de penetrar con fe en el misterio de la muerte.
“Da gracias al Padre porque siempre lo escucha”. Lo que quiere es que los que lo rodean crean que es el Enviado por el Padre para introducir en el mundo una nueva esperanza.
Luego grita con voz potente: Lázaro, sal fuera. Para mostrar a todos que está vivo. La escena es impactante.
Lázaro tiene los pies y las manos atados con vendas y la cara envuelta en un sudario. Signos y ataduras de muerte. Sin embargo, el muerto sale por sí mismo. ¡Está vivo!
Esta es la fe de quienes creemos en Jesús: los que nosotros enterramos y abandonamos en la muerte viven. Dios no los ha abandonado. Apartemos la losa con fe. ¡Nuestros muertos están vivos!
Que gran lección, a tantos que enterramos y rotulamos con el famoso; sepulcro blanqueado, y solo necesitan que acerquemos la palabra de Jesús para que pasen de la muerte a la vida.
Un discípulo de Jesús sería un buscador de Lázaros en este mundo, hombres y mujeres que sacan las pesadas losas con la que tapamos a aquellos hermanos que no “creen” como nosotros o que dejaron de “pertenecer” a nuestra comunidad.
Tantas personas, familias, matrimonios, grupos marginados, excluidos que viven en sus “sepulcros”, esperando que manos de hermanos-discípulos quiten las losas para que Jesús los invite a salir a la VIDA. Eclesalia- Juan 11, 1 – 45
Un discípulo de Jesús sería un buscador de Lázaros en este mundo, hombres y mujeres que sacan las pesadas losas con la que tapamos a aquellos hermanos que no “creen” como nosotros o que dejaron de “pertenecer” a nuestra comunidad.
Tantas personas, familias, matrimonios, grupos marginados, excluidos que viven en sus “sepulcros”, esperando que manos de hermanos-discípulos quiten las losas para que Jesús los invite a salir a la VIDA. Eclesalia- Juan 11, 1 – 45