La plata o la vida. Son los dos grandes miedos del hombre de todos los tiempos: el miedo a perder el dinero y el miedo a perder la vida. El miedo a la miseria y el miedo a la muerte.
El temor a estas dos realidades puede llegar a conseguir que nos hagamos esclavos de quien nos amenace con ellas. Jesús nos libera de ambos miedos.
Del miedo a la miseria, invitándonos a construir un mundo en el que reine la justicia de Dios, y del miedo a la muerte, el último de nuestros enemigos.
EL MIEDO
¿Quién no ha tenido miedo alguna vez? Este sentimiento lo experimentamos todos los seres humanos, en todas partes, en todos los tiempos.
Por eso muchos usan el miedo para dominar a los hombres: al votante, en vez de informarle para que pueda votar sabiendo lo que hace, se le mete el miedo, para que asustado, no arriesgue demasiado al elegir; al trabajador para que acepte condiciones injustas de trabajo (sueldos bajos, sin obra social, en negro), y para que rompa la solidaridad con los suyos se le atemoriza con el desempleo; al estudiante, con el suspenso; al niño, con la oscuridad; al rico, con la miseria..., y a todos, pero especialmente a quienes están dispuestos a luchar para construir un mundo más justo -y ésta es el arma más usada-, se amenaza con la muerte; “lo único que no tiene solución; es la muerte”. Así dicen; no tiene solución.
EL ULTIMO ENEMIGO
El hombre no quiere sufrir y evita el dolor, la desgracia y la destrucción de su persona. Por eso el miedo, hábilmente manejado por quienes pueden provocar aquello que el hombre teme, los hace dóciles y los convierte en esclavos.
Dios, que no quiere que el hombre sufra (¿nos convenceremos alguna vez de que a Dios no le agrada que los hombres sufran?), nos envió a su Hijo para liberarnos, nos ofrece su propia vida, que nos hará superar al “ultimo enemigo que es la muerte” (1 Cor 15,26) y por tanto, el miedo a ella.
YA NO HAY RAZON PARA EL MIEDO
“...Lázaro, que era de Betania, de la aldea de Maria y de Marta... Las hermanas le enviaron recado:
- Señor, mira, que tu amigo está enfermo.
Se quedó dos días en el lugar donde estaba. Luego dijo a los discípulos: - Vamos otra vez a Judea.
Los discípulos le dijeron: - Maestro, hace poco querían apedrearte, y ¿vas a ir otra vez allí?
Los discípulos de Jesús tenían miedo a la muerte y no se atrevían a ir a visitar a un miembro de una comunidad que estaba enfermo. El miedo les impedía la práctica del amor y la solidaridad.
Jesús va a aprovechar la ocasión para mostrar cuál es la vida que El les está ofreciendo, una vida que vence a la muerte;
- Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios; así se manifestará por ella la gloria del Hijo de Dios.
Los fariseos hablaban de la resurrección de los muertos, y los discípulos de Jesús, como Marta y María, compartían esa esperanza, de una vida que después de perdida, se recupera al final de los tiempos.
Marta y María sentían la ausencia de Lázaro, que creían definitiva, y aunque creían en Jesús, todavía no comprendían cuál era la calidad de la vida que Jesús les había hecho compartir.
Y seguían pensando que sólo un milagro podía devolverles a su hermano. Jesús, que también sufre por la muerte física de su amigo, les muestra a todos los presentes que Lázaro, el muerto, está vivo y que su muerte física sólo era una apariencia de muerte.
YO SOY LA RESURRECCION Y LA VIDA
Dijo Marta a Jesús: - Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano...
- Tu hermano resucitará. Dijo Jesús.
Respondió Marta: -Ya sé que resucitará en el ultimo día.
- Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi aunque muera, vivirá. ¿Crees esto?. Le dijo Jesús.
La Buena Noticia que nos da Jesús es que la vida no se pierde y que por tanto, no hay que esperar para recuperarla, porque EL ES YA, la resurrección y la vida.
Y a todos los que se pongan de su parte, los hará partícipes de esa vida, que es la vida del mismo Dios y que es indestructible.
Vida que él ofrece a cada hombre y que una vez recibida, convierte la vida humana en vida definitiva.
Jesús no va a eliminar el hecho de la muerte física. Pero va a mostrar una realidad que cambiará radicalmente la experiencia del hombre ante este hecho ineludible.
La realidad que Jesús descubre es que la muerte no es invencible, puesto que todo el que cree en Jesús y practique el amor y la solidaridad, todo el que esté dispuesto a jugarse la vida para que en este mundo se implante la justicia de Dios, aunque muera, no morirá.
¿Un acertijo? ¿ Una paradoja? No. Es sólo que el amor es más fuerte que la muerte. (Cantares 8,6)´.
El temor a estas dos realidades puede llegar a conseguir que nos hagamos esclavos de quien nos amenace con ellas. Jesús nos libera de ambos miedos.
Del miedo a la miseria, invitándonos a construir un mundo en el que reine la justicia de Dios, y del miedo a la muerte, el último de nuestros enemigos.
EL MIEDO
¿Quién no ha tenido miedo alguna vez? Este sentimiento lo experimentamos todos los seres humanos, en todas partes, en todos los tiempos.
Por eso muchos usan el miedo para dominar a los hombres: al votante, en vez de informarle para que pueda votar sabiendo lo que hace, se le mete el miedo, para que asustado, no arriesgue demasiado al elegir; al trabajador para que acepte condiciones injustas de trabajo (sueldos bajos, sin obra social, en negro), y para que rompa la solidaridad con los suyos se le atemoriza con el desempleo; al estudiante, con el suspenso; al niño, con la oscuridad; al rico, con la miseria..., y a todos, pero especialmente a quienes están dispuestos a luchar para construir un mundo más justo -y ésta es el arma más usada-, se amenaza con la muerte; “lo único que no tiene solución; es la muerte”. Así dicen; no tiene solución.
EL ULTIMO ENEMIGO
El hombre no quiere sufrir y evita el dolor, la desgracia y la destrucción de su persona. Por eso el miedo, hábilmente manejado por quienes pueden provocar aquello que el hombre teme, los hace dóciles y los convierte en esclavos.
Dios, que no quiere que el hombre sufra (¿nos convenceremos alguna vez de que a Dios no le agrada que los hombres sufran?), nos envió a su Hijo para liberarnos, nos ofrece su propia vida, que nos hará superar al “ultimo enemigo que es la muerte” (1 Cor 15,26) y por tanto, el miedo a ella.
YA NO HAY RAZON PARA EL MIEDO
“...Lázaro, que era de Betania, de la aldea de Maria y de Marta... Las hermanas le enviaron recado:
- Señor, mira, que tu amigo está enfermo.
Se quedó dos días en el lugar donde estaba. Luego dijo a los discípulos: - Vamos otra vez a Judea.
Los discípulos le dijeron: - Maestro, hace poco querían apedrearte, y ¿vas a ir otra vez allí?
Los discípulos de Jesús tenían miedo a la muerte y no se atrevían a ir a visitar a un miembro de una comunidad que estaba enfermo. El miedo les impedía la práctica del amor y la solidaridad.
Jesús va a aprovechar la ocasión para mostrar cuál es la vida que El les está ofreciendo, una vida que vence a la muerte;
- Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios; así se manifestará por ella la gloria del Hijo de Dios.
Los fariseos hablaban de la resurrección de los muertos, y los discípulos de Jesús, como Marta y María, compartían esa esperanza, de una vida que después de perdida, se recupera al final de los tiempos.
Marta y María sentían la ausencia de Lázaro, que creían definitiva, y aunque creían en Jesús, todavía no comprendían cuál era la calidad de la vida que Jesús les había hecho compartir.
Y seguían pensando que sólo un milagro podía devolverles a su hermano. Jesús, que también sufre por la muerte física de su amigo, les muestra a todos los presentes que Lázaro, el muerto, está vivo y que su muerte física sólo era una apariencia de muerte.
YO SOY LA RESURRECCION Y LA VIDA
Dijo Marta a Jesús: - Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano...
- Tu hermano resucitará. Dijo Jesús.
Respondió Marta: -Ya sé que resucitará en el ultimo día.
- Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi aunque muera, vivirá. ¿Crees esto?. Le dijo Jesús.
La Buena Noticia que nos da Jesús es que la vida no se pierde y que por tanto, no hay que esperar para recuperarla, porque EL ES YA, la resurrección y la vida.
Y a todos los que se pongan de su parte, los hará partícipes de esa vida, que es la vida del mismo Dios y que es indestructible.
Vida que él ofrece a cada hombre y que una vez recibida, convierte la vida humana en vida definitiva.
Jesús no va a eliminar el hecho de la muerte física. Pero va a mostrar una realidad que cambiará radicalmente la experiencia del hombre ante este hecho ineludible.
La realidad que Jesús descubre es que la muerte no es invencible, puesto que todo el que cree en Jesús y practique el amor y la solidaridad, todo el que esté dispuesto a jugarse la vida para que en este mundo se implante la justicia de Dios, aunque muera, no morirá.
¿Un acertijo? ¿ Una paradoja? No. Es sólo que el amor es más fuerte que la muerte. (Cantares 8,6)´.
Jesús nos hace pensar en estos días sobre la VIDA; si compartimos los bienes, la oración, el trabajo, la formación, el descanso, si vivimos pensando en común, sin miedos que nos aten, en intensa vida fraterna.