De todos los mandamientos ¿cuál es el más importante?. El más importante es: “Escucha Israel (Shema Israel) El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.
Esto le responde a un maestro de la ley. Con esta respuesta, Jesús se limita a sacar del arca parte del viejo tesoro de la fe de su pueblo, en este caso el mandato que cada judío piadoso reza con el shemá (Escucha), las santas palabras contenidas en Deuteronomio.
Cada lectura de la Biblia es nueva, diferente de la anterior. Hoy, qué novedoso me ha resultado escuchar del Señor el mandamiento primero y principal.
Hoy lo he escuchado desde el gran verbo: escuchar.
Escucha Palestra; cállate para poder oír. Hay que estar en silencio, hay que pacificar mucho las bullas del alma, para acoger la Palabra con el oído interior, para que el Verbo no te pase desapercibido y pueda darte la vida.
Se hace difícil callar, en la cultura de la palabrería que nos inunda y ahoga. Lo terrible es que incluso a la Iglesia se le hace difícil callar para oír a Dios. Incluso a la Iglesia.
Muchos dirigentes de Iglesia tienen el complejo de verbo compulsivo: piensan que tienen que hablar de todo lo que prolifera en el mundo, sobre lo que conoce como sobre lo que profesa la más absoluta de las ignorancias.
¿No nos hemos planteado que a veces hay que callar? "De Dios sólo se puede callar", para escuchar. Y que la semilla de la escucha vaya gestando en nosotros –si es voluntad de Dios- una palabra iluminadora, sobre lo que sea.
Callar – escuchar - decir. Ver – Juzgar - Actuar. No saltarse este proceso.
El mandamiento de saber callarse. El mandamiento de la escucha. Para que Dios diga. Para que Dios se diga y me diga. Para yo decirme.
Mientras la Iglesia-Palestra no sepa callar, no habrá escucha ni claridad del mensaje. No habrá predicación, sino blablablá.
Escuchar está en la base del amar. Amarás a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo. ¿Cómo podremos amar, si no escuchamos? ¿Cómo podremos amar, si sólo nos escuchamos a nosotros mismos?
Esto le responde a un maestro de la ley. Con esta respuesta, Jesús se limita a sacar del arca parte del viejo tesoro de la fe de su pueblo, en este caso el mandato que cada judío piadoso reza con el shemá (Escucha), las santas palabras contenidas en Deuteronomio.
Cada lectura de la Biblia es nueva, diferente de la anterior. Hoy, qué novedoso me ha resultado escuchar del Señor el mandamiento primero y principal.
Hoy lo he escuchado desde el gran verbo: escuchar.
Escucha Palestra; cállate para poder oír. Hay que estar en silencio, hay que pacificar mucho las bullas del alma, para acoger la Palabra con el oído interior, para que el Verbo no te pase desapercibido y pueda darte la vida.
Se hace difícil callar, en la cultura de la palabrería que nos inunda y ahoga. Lo terrible es que incluso a la Iglesia se le hace difícil callar para oír a Dios. Incluso a la Iglesia.
Muchos dirigentes de Iglesia tienen el complejo de verbo compulsivo: piensan que tienen que hablar de todo lo que prolifera en el mundo, sobre lo que conoce como sobre lo que profesa la más absoluta de las ignorancias.
¿No nos hemos planteado que a veces hay que callar? "De Dios sólo se puede callar", para escuchar. Y que la semilla de la escucha vaya gestando en nosotros –si es voluntad de Dios- una palabra iluminadora, sobre lo que sea.
Callar – escuchar - decir. Ver – Juzgar - Actuar. No saltarse este proceso.
El mandamiento de saber callarse. El mandamiento de la escucha. Para que Dios diga. Para que Dios se diga y me diga. Para yo decirme.
Mientras la Iglesia-Palestra no sepa callar, no habrá escucha ni claridad del mensaje. No habrá predicación, sino blablablá.
Escuchar está en la base del amar. Amarás a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo. ¿Cómo podremos amar, si no escuchamos? ¿Cómo podremos amar, si sólo nos escuchamos a nosotros mismos?
Sigue hablando Señor... que queremos escucharte.
Reflexión en base a Marcos 12, 28
Reflexión en base a Marcos 12, 28