- MIRADAS DE SEMANA SANTA. “Mi Señor me ha dado una lengua, para saber decir al abatido una palabra de aliento” (Is 50,4)

Estos días nos asomamos a la pasión, a la muerte, a la vida que se entrega, al abandono, al miedo, a la confianza… Nos asomamos a la hondura del ser humano, capaz de lo mejor y de lo peor; y a la ternura de Dios, capaz de un amor que se vacía de sí para llenarse del otro.
Y ahí están también nuestros dolores y nuestras esperanzas, nuestra soledad, las gentes que nos acompañan y a quienes acompañamos… La coherencia y el desaliento, la fortaleza y la debilidad entrelazadas en cada ser humano. El abandono y el encuentro. Mirados por Dios. Mirados con la compasión de Dios…


1. LA MIRADA DESNUDA
En la pasión lo superfluo desaparece. Lo artificial no existe. El ruido se acalla y se concentra la atención en lo esencial: el servicio como tarea; el amor como motivo; el odio como causante del mal; el perdón como respuesta; la soledad, no siempre sonora, del justo; el coraje y el temor de los seguidores. Se desvanece lo que distrae nuestras miradas, y la atención se centra en el corazón del evangelio: un Dios que nos ama con locura, sí, a ti y a mí, tal y como somos. Y que nos muestra un único camino. Vivir dándolo todo. Todo.
Piensa en qué es lo esencial en tu vida, en relación a Dios, a ti mismo, al prójimo, a las cosas.
2. LA MIRADA CERCANA
No hay nada más engañoso que ver las cosas desde lejos, desde arriba, asépticamente. Pero Jesús se acerca a los “infiernos” de este mundo.
Se agacha, para llegar allá abajo, adonde están quienes no tienen quién les alce. Jesús aprende a ver con los ojos heridos del inocente golpeado; con los ojos implorantes del hombre abandonado; con los ojos serenos del justo que obra en conciencia; Jesús ve con los ojos cansados de quien pone todo en juego; con los ojos húmedos de quien llora los llantos de este mundo. La mirada cercana te transforma de espectador en protagonista de una historia eterna. La historia de quienes viven tratando de construir el Reino.
Piensa en las cosas, las vidas, las gentes, que ves todos los días. Las lágrimas y las risas que verdaderamente compartes. Mirar de cerca es implicarse, complicarse la vida, fundir un poco tu historia con otras historias, casi con todas las historias, deseando la sanación de cada herida. ¿Qué compartes?

3. LA MIRADA ALEGRE
¡Alegre, sí! Porque al final la palabra es de vida y de esperanza. Y las sombras se retiran y permiten vislumbrar la gloria de Dios, la fiesta del hombre.
Que podemos ver un mundo sanado, aunque a veces no lo parezca. Porque la palabra definitiva de Dios es un canto de amor. Y su caricia sana las heridas. Y el mal no vence.
Alegre porque el caído encontrará la Fuerza para levantarse de su derrota. Porque el verdugo callará, confundido (y quizás convertido).
Alegre porque Dios y el prójimo llenan la soledad, dan sentido y convierten en canto el silencio antes deshabitado.
No mires el mundo desde la sombra, el miedo o la queja. No lo mires desde el lamento o desde la rendición. O desde el talento escondido.
Mira el mundo buscando en él los destellos de Dios, los milagros cotidianos, los talentos multiplicados, las pequeñas o grandes victorias del amor, de la Fiesta, de la Vida.